Memoria histórica imprescindible:
-Paterna, el cementerio de España: El Terrer un poble enmudit.
Hubo 2.338 fusilados documentados, entre ellos 20 mujeres. Tras matarlos arrojaban los cuerpos de los asesinados de cualquier manera.
Andreu García Ribera, en la revista El Otro País n.º 111, sep-oct. 2024.
Tras la victoria militar del fascismo el pueblo de Paterna a 8 kilómetros de Valencia, la que fuera capital de la República, fue enmudecido por el hambre y la muerte. Mucho ha costado recuperar la verdad de los hechos perpetrados por los vencedores en esta localidad. Ha sido la tenacidad de los familiares de los asesinados la que ha permitido que la memoria no se desvaneciera en la sentencia implacable del olvido.
Hoy nuestro periódico cuenta con el testimonio insustituible de Miguel Colás Monterde que desde el Ateneo Republicano de Paterna ha desarrollado una infatigable tarea de reconstrucción histórica, junto con los ya fallecidos Pedro Moral y Domingo Rozalén.
Conocí a Miguel Colás en Paterna hace 40 años y ya entonces iba registrando minuciosamente datos y vivencias para iluminar los tiempos de oscuridad. Esta entrevista hecha en junio de este año, está macerada a lo largo de años, conversaciones, trabajos y confianza.
Pregunta.- ¿Miguel podrías contarnos tu relación con Paterna?
Respuesta.- Yo nací el último día del año de 1936 en una aldea de Teruel, llamada Cañada de Benatanduz. Mi padre siempre quiso salir de la aldea y se hizo cartero, obteniendo plaza en Alboraia, así llegué a Valencia con un año.
Al finalizar la guerra mi padre consiguió superar la comisión de depuración y fue trasladado a Paterna en 1945, nos alojamos en una casa cueva en lo que hoy es el barrio de Alborchí. Desde allí se oían las descargas de los fusilamientos y por los tiros de gracia sabíamos cuántos habían sido los asesinados.
P.- ¿Tu familia sufrió la represión directa del franquismo?
R.- Yo era el séptimo de ocho hermanos, mi hermano mayor y cuatro amigos de Alboraia se alistaron voluntarios siendo adolescentes y se incorporaron a una columna anarquista. Durante la guerra fueron detenidos e internados en un campo de concentración en Zaragoza, donde se toparon con un cura que era de Alboraia y gestionó su libertad a cambio de encuadrarlos en las tropas “nacionales”. Poco duraron en las filas fascistas, a la primera oportunidad se pasaron de nuevo al ejército republicano.
Al finalizar la guerra mi hermano fue condenado a muerte, durante 4 años siendo muy niño recuerdo acompañar a mi madre a la prisión de San Miguel de los Reyes para visitarlo y llevarle los escasos alimentos que podíamos.
Eran enormes las filas, sobre todo mujeres, que hacían cola para comunicar a voces con sus maridos, hijos, hermanos, muchas veces se enteraban en ese momento que no había comunicación porque sus familiares habían sido fusilados. Finalmente le conmutaron la pena de muerte a mi hermano que después de la guerra y la cárcel tuvo que cumplir tres años de servicio militar con los franquistas.
P.- ¿Qué recuerdas en esa época del cementerio de Paterna?
R.- Recuerdo todos los uno de noviembre que se llenaba el cementerio de familiares de los fusilados, que paseaban por donde se suponía que estaban las fosas sin identificar. No podían hacer ninguna ostentación de las razones que los llevaban al cementerio, pero todos sabíamos quiénes eran. Llevaban ramos de flores, comían allí, pasaban el día entero y hasta que no erraban no marchaban. Sin duda esa resistencia constante y silenciosa en las peores épocas del fascismo es la que permitió que no se haya marchitado el recuerdo de las víctimas. ¡Aún me emociono al evocar estas jornadas de silencios cómplices y lágrimas que no podían derramarse explícitamente!
P.- ¿El pueblo de Paterna sabía lo que estaba pasando?
Aunque los fascistas decían que habían sido 4 o 5 los fusilados del pueblo y algunos forasteros, todos sabíamos que era mentira, los camiones llegaban con los condenados a muerte por dos caminos, los que venían de la cárcel Modelo por la Carretera de Manises y los que venían de la cárcel de San Miguel de los Reyes por la Carretera Vieja de Valencia.
Venían por la mañana o a veces también a las 5 de la tarde. En dos ocasiones que sepamos al reducir la marcha los camiones en el puente de Carolinas se escaparon tres presos, dos de ellos esposados, los mató allí mismo la Guardia Civil. Se oían con claridad los estampidos de la fusilería, en los primeros tiempos dentro de los cuarteles en el Picadero y más tarde en un muro de unos tres metros de alto y dieciséis de largo llamado el Terrer que está rodeado de algarrobos.
Los niños se subían a estos árboles y contemplaban los fusilamientos, luego lo comentaban en la familia. Incluso algunos me han comentado que cuando se retiraban los militares y trasladaban los cadáveres al cementerio recogían los proyectiles y se los vendían a un trapero conocido como el “Tío Pollastre”.
Mucho después uno de estos niños, Vicente Borrás pintó el año 2003 un cuadro que es una fidedigna representación del paisaje y las imágenes que le marcaron con ocho años. También se sabe de la fuga exitosa de un condenado, era de Paterna le llamaban “El Mantequero” y consiguió pasar a Francia.
P.- ¿Cuántos años duraron los fusilamientos?
R.- Desde 1939 hasta 1956. Lógicamente fueron más numerosos recién acabada la guerra y durante la década de los 40, pero aún está datado el fusilamiento del guerrillero conocido como el Manco de la Pesquera en 1955 y el último fusilado en el Terrer fue en diciembre de 1956 un guerrillero comunista de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón.
P.- ¿Cuántos fusilados están documentados?
Dos mil trescientos treinta y ocho, tan minucioso recuento con nombres, apellidos y oficios se debe al historiador Vicent Gabarda que al acabar la carrera fue al juzgado de Paterna para hacer un trabajo sobre economía y población, pero pronto le sorprendió que para una población de seis mil habitantes referido a los años 40 habían tres o cuatro volúmenes de nacimientos, pero dos docenas de libros de defunciones, buceando en los archivos descubrió las inscripciones “ejecutados-pena de muerte”. Vicent no sospechaba ni de lejos lo que se iba a encontrar y eso que él nació en Paterna, pero en la facultad no les hablaron jamás de los fusilamientos.
Entre los fusilados hubo veinte mujeres, la última en 1942 una enfermera anarquista de Puerto Sagunto que había estado en la columna de Hierro, la llamaban “La Jabalina” (María Pérez Lacruz). Desde el camión alertó a cuantos se encontró en el camino que iban a fusilarla en los cuarteles de Paterna. Su delito “adhesión a la rebelión” y “desafección al Movimiento”.
Todo lo que hablamos está referido a las ejecuciones digamos “legales” fruto de los consejos de guerra, no entran dentro del cómputo las ejecuciones extrajudiciales que pudiesen haber, también se conoce el caso de un detenido que murió de una paliza en el cuartel de la Guardia Civil, lógicamente esa muerte tampoco está incluida en el censo del historiador Vicent Gabarda que se circunscribe a las penas de muerte dictadas y ejecutadas por los militares sublevados.
P.- ¿Qué sabes de la famosa historia del enterrador de Paterna?
El pueblo se había quedado sin enterrador y en el Ayuntamiento le ofrecieron la plaza a Leoncio Badia, conocido por sus afinidades anarquistas. Le dijeron te damos trabajo y “además podrás enterrar a los tuyos”. Después de los fusilamientos, los militares iban al cementerio y arrojaban los cuerpos de los asesinados de cualquier manera, Leoncio cavaba las fosas y colocaba con respeto a los asesinados y según ha contado su hija recortaba algún trozo de tela o un botón que se llevaba a casa para clasificarlo con la ubicación del cuerpo para que algún día pudiesen ser identificados los restos. En 1945 fue destituido y reemplazado por Vicente Bailén que también tuvo un buen comportamiento con los familiares de los fusilados. Gracias a ellos también sabemos que no todos los fusilados están en las fosas de Paterna, que las familias que disponían de medios y, sobre todo, que conocían que habían sido asesinados ese día, recogían por la noche los restos que trasladaban a otros cementerios, es el caso del rector de la Universidad de Valencia Joan Baptista Peset Aleixandre cuyo cadáver fue transportado a Valencia.
P.- ¿Cómo se han desarrollado las exhumaciones?
Nosotros constituimos el Ateneo Republicano de Paterna para mantener la llama y profundizar las investigaciones. La primera exhumación vino a raíz de una visita que nos hizo una mujer de Massamagrell, Josefa Celda que nos pidió ayuda para localizar a su padre José Celda Benedicto fusilado el 14 de septiembre de 1940. Vinieron la hija y la nieta y tras muchas indagaciones y permisos, porque para abrir una fosa debes contar con el permiso de los familiares de quienes puedan compartir espacio en la fosa, localizamos que podría encontrarse en la fosa 126 (hay 179 fosas registradas) y efectivamente los fusilados de Massamagrell, cerca de 40, estaban en la parte superior de la fosa. Fue un acto muy emotivo la entrega de los restos rodeados de banderas republicanas a los familiares que durante tantos años habían luchado por la preservación de la memoria. El año 2011 se hizo un documental muy completo “El Terrer un poble enmudit”*, título que hace referencia al muro donde los verdugos masacraron a los republicanos, solicitamos permiso al coronel de la Base Logística de Paterna para filmar en el Picadero, el primer lugar donde comenzaron los fusilamientos dentro del recinto militar, pero nos fue denegado.
P.- Desde luego es lamentable que el derecho a la memoria de los herederos de las víctimas sea administrado por los herederos de los victimarios. Pero Colás cuéntanos, después de estas experiencias ¿qué ambiente político respiraste en tu casa?
R.- En mi familia siempre fuimos republicanos. De vez en cuando venía a mi casa un militante del PCE a traernos el Mundo Obrero, había salvado su vida porque a lo largo de la guerra nunca fue conocido su nombre, le llamaban todos Pepet el de Sogorb, su nombre real era José Giner.
Empecé a trabajar muy joven en el gremio de horneros, fui panadero como José Díaz y enseguida me organicé en las CC.OO clandestinas. En las elecciones municipales de 1979 salí elegido concejal por el PCE, en esa época alzamos un monolito en el cementerio recordando a los fusilados. En la década de los 80 milité en el PC-PCPE y en la actualidad pago la cuota del PCE, pero apenas tenemos actividad política.