Internacional:
Gran Bretaña
-‘Nos castigan porque tienen miedo’
Juan Manuel Olarieta
Una militante británica de Acción Palestina, Francesca Nadin, está encarcelada desde el 29 de junio, en espera de juicio por “conspiración para cometer actos criminales” tras su participación en protestas contra dos grandes bancos, Barclays y JP Morgan, conocidos por invertir en Elbit Systems, el mayor productor de armas de Israel, que desempeña un papel clave en la fabricación de misiles y aviones de combate utilizados en las acciones militares ilegales de Israel.
Antes de su detención, Nadin, acompañada por otros tres militantes, conmemoró el 76 aniversario de la Nakba ocupando las instalaciones de Teledyne Defence & Space en Shipley, Bradford. El grupo subió al tejado y destruyó partes de la fábrica de armas estadounidense, interrumpiendo la producción de misiles y aviones de combate F-35 de Israel.
El caso de Nadin es parte de un movimiento creciente en Reino Unido, ya que ella es una de los 16 presos políticos de Acción Palestina actualmente encarcelados por su militancia. A pesar de estar tras las rejas, Nadin compartió un mensaje de resistencia y solidaridad, expresando gratitud por el apoyo recibido.
Nadin habló desde su celda y enfatizó la importancia de la resistencia. “Si bien no puedo estar con vosotros en persona, estos muros no pueden silenciar la fuerza de nuestro apoyo. Cartas de personas que nunca he conocido me recuerdan todos los días que mi sacrificio tiene significado”, dijo. “Estoy orgullosa de representar nuestro movimiento y se lo agradezco de todo corazón”.
Sus reflexiones desde la prisión arrojan luz sobre los desafíos que tienen los cómplices europeos de la masacre de Gaza, destacando el racismo y las divisiones que enfrentó. Destacó la diferencia entre el racismo en prisión y problemas sociales más amplios alimentados por los políticos y los medios.
“El racismo tiene sus raíces en el pasado colonial de Reino Unido. La ignorancia lo mantiene vivo”, dice. “Necesitamos crear conciencia, de lo contrario el ciclo de odio continuará”.
En prisión, Nadin ha conocido de primera mano la naturaleza represiva del sistema judicial británico. Algunos jueces incluso han admitido que utilizan la cárcel para disuadir futuras iniciativas de protesta.
A pesar de trato recibido en la cárcel, Nadin se mantiene firme y dice que las tácticas utilizadas contra los solidarios sólo revelan el impacto de sus acciones, que han ejercido presión sobre empresas como Barclays y Elbit Systems.
“Nos castigan porque tienen miedo”, afirma. “Nuestras acciones les están costando caro: Barclays está bajo una inmensa presión, Elbit Systems está siendo derrocado y Scotiabank está sufriendo reacciones adversas por su complicidad con Israel”.
Para Nadin, de 38 años de edad, la lucha va más allá de Palestina. Dice que se trata de defender el derecho a manifestarse y la libertad de expresión. “Debemos denunciar las injusticias en todo el mundo”, insistió. “Ya sea en prisión o fuera, seguiré luchando, como todos nosotros, sin miedo, unidos, con la justicia y el amor en el corazón”.
EE.UU.
-Paperclip, la operación secreta con la que Estados Unidos reclutó a científicos nazis y borró su atroz pasado.
Unos 1.600 científicos de Alemania nazi fueron trasladados en secreto para trabajar en el desarrollo armamentístico y principalmente, en su carrera espacial.
Quienes fueron los hombres clave, criminales de guerra. Los antecedentes desaparecidos para la incorporación al programa.
Arthur Rudolph vivió 35 años en Estados Unidos. Trabajó para sus Fuerzas Armadas y la NASA. Fue clave en el desarrollo de varios misiles y en especial en la creación del cohete Saturn V determinante en el programa Apolo para que el hombre llegara a la luna. Un ingeniero exitoso y respetable.
En esos 35 años, diferentes agencias del gobierno norteamericano investigaron su pasado. Era una especie de trámite incómodo pero inocuo. Las partes sabían que mientras Rudolph fuera útil, la justicia quedaba muy lejos de él.
Pero en marzo de 1984, ya retirado, ese hombre nacido en Alemania fue expulsado de Estados Unidos. Se lo acusaba de haber cometido crímenes de guerra como tantos otros nazis. Nada nuevo. En el caso de Arthur Rudolph, sin embargo, el gobierno norteamericano actuó de una manera muy particular.
No se lo extraditó. Tampoco se trató técnicamente de una expulsión. Rudolph aceptó voluntariamente dejar el país y renunció a la ciudadanía que le habían otorgado años antes. En ese acuerdo logró que su familia pudiera permanecer en Estados Unidos, que el estado siguiera pagando su jubilación y que su esposa y su hija no perdieran ninguno de los beneficios sociales. Un trato muy generoso para alguien acusado de grandes atrocidades: haber sido el director de una fábrica de armamento en la Alemania nazi que se aprovechaba del trabajo esclavo, provocar cientos de muertes de los detenidos, ordenar ejecuciones y presenciarlas.
Rudolph fue uno de los cientos de científicos alemanes que llegaron a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. No arribaron de casualidad, ni escapando del flagelo nazi. Fueron reclutados y cruzados el océano casi de contrabando. Una operación masiva pero secreta que fue mutando mientras se llevaba a cabo.
La Operación Paperclip logró que alrededor de 1600 científicos, ingenieros, médicos y técnicos alemanes (la mayoría de ellos nazis) se radicaran, con sus familias, en Estados Unidos, trabajaran en el desarrollo armamentístico para la Guerra Fría y, principalmente, en la carrera espacial.
Un hombre clave en la selección de los hombres fue Allen Dulles, un abogado que vivía en Suiza con estrechas vínculos con los servicios secretos. Unos años después sería el primer director de la CIA e integrante de la Comisión Warren, el grupo de notables que tuvo a su cargo la investigación del asesinato de Kennedy. Dulles revisó miles de legajos para señalar a los más adecuados. También se ocupó de limpiar las hojas de varios de estos hombres, morigerando así, al menos en los papeles, su nazismo y sus crímenes.
Ubicar a los hombres seleccionados no resultó sencillo. La fuga nazi era una estampida que se diseminaba por Europa. Escondites, identidades cambiadas, falsos testimonios. Nadie quería caer en manos del enemigo. Pero, principalmente, los alemanes querían evitar ser capturados por los soviéticos. El resto de las Aliados representaban el mal menor para los vencidos. Así que al verse acorralados preferían ser abducidos por los norteamericanos.
En septiembre de 1945, en los primeros contingentes, llegó a Estados Unidos alguien que iba a ser clave en esta historia, posiblemente el hombre que más relevancia obtuvo después: Wernher von Braun, experto en ingeniería aeroespacial, diseñador de los cohetes V-2 con los que la Alemania nazi asoló Inglaterra (la paradoja es que esos cohetes provocaron 12.000 bajas pero se calcula que su construcción y producción costó la vida de 20.000 trabajadores esclavos) y pieza clave para la llegada del hombre a la Luna, alguien absolutamente imprescindible en el desarrollo de la tecnología que permitió que el Apolo lograra lo que años antes hubiera sido inimaginable.
Los aliados dieron con von Braun días antes de la caída de Berlín. En el interrogatorio, el ingeniero les informó que en el campo de Dora-Mittelbau había una fábrica de cohetes V-1 y V-2. Cuando los soldados norteamericanos llegaron encontraron miles de piezas en procesos de ensamble, máquinas y decenas de toneladas de documentación y planos. Estuvieron un tiempo revolviendo, sacando fotos, estudiando componentes y revisando papeles. Hasta que se percataron que era una zona que estaba bajo el poder soviético. No podían custodiar el hallazgo hasta el final de la guerra porque hubieran debido ceder todo a la otra fuerza aliada. Así que en muy pocas horas, desmantelaron las instalaciones y trasladaron todo sin dejar rastro. Lo más importante fue enviado a Estados Unidos en el primer barco.
Hubertus Strughold llegó a Estados Unidos en 1947. Fue otro de los tripulantes (o polizontes) de la Operación Paperclip. Su gran prestigio como médico fisiólogo lo llevó a trabajar en la fuerza aérea. Encabezó un equipo formado por otros alemanes que habían colaborado con él en la Luftwaffe. Strughold creó la Medicina Espacial, fue un pionero en el área. Estudió el efecto de la falta de gravedad en el cuerpo, las condiciones de vida de tripulaciones de varios miembros en espacios reducidos y cómo afectaba la despresurización, entre otras eventualidades de los pilotos.
Strughold fue jefe del área médica de la NASA. Recibió muchos honores en vida y el premio mayor de la Asociación de Medicina aérea y espacial llevó su nombre. Murió en 1986 rodeado de reconocimiento y prestigio. Durante su trayectoria hubo tres investigaciones estatales sobre su pasado nazi pero ninguna llegó a un dictamen condenatorio. Tras su muerte, se descubrió que había participado en experimentos inhumanos en Dachau, que había utilizado como conejillo de indias a los prisioneros del campo de concentración. Se supo que provocó crisis en chicos epilépticos para poder describir sus reacciones y consecuencias y que llevó a varios a la hipoxia para comprobar los efectos de la falta de aire. Hubo una revelación más posterior a su muerte: Estados Unidos, apenas terminada la Segunda Guerra, había ubicado a Strughold en la lista de criminales de guerra a ser juzgados en los juicios de Nuremberg. Alguien, oportunamente, lo sacó de la lista.
Otro que integró uno de los primeros contingentes de especialistas alemanes llevados a Estados Unidos fue el ingeniero Georg Rickhey. Su involucramiento en los mecanismos de poder nazi era indisimulable. Había dirigido la fábrica encargada de la construcción de los cohetes V-1 y V-2. También había ocupado diversos puestos con alto poder de decisión en el ministerio de armamento. Rickhey fue acusado en los juicios del campo de concentración de Dachau. La fábrica quedaba dentro de uno de los subcampos de Dachau. Se lo culpó por varios asesinatos y por la muerte de miles de trabajadores esclavos. Varios testimonios coincidieron en que él fue el que dio la orden de colgar a 12 detenidos de una grúa por considerarlos responsables de un posible sabotaje a la fábrica. Mientras esperaba junto a cientos de alemanes más en un campo de detención norteamericano, Rickhey organizó el mercado negro del lugar: su habilidad logística no lo abandonaba.
Durante décadas Estados Unidos utilizó a estos científicos e ingenieros alemanes con un alto involucramiento durante los años nazis. Mientras estuvieron activos y ayudaron a sacar ventaja en la carrera espacial, los norteamericanos prefirieron no mirar el pasado de estos especialistas, olvidar, esconderlo. Sus crímenes sólo salieron a la luz cuando ya estaban retirados o muertos.
La Operación Paperclip fue un éxito.