Muro de solidaridad y denuncias:
¡Libertad Camarada Arenas!
-El “Camarada Arenas” cumple sus 80 años en la cárcel.
Único Secretario General de un Partido Comunista preso en Europa desde que los nazis encarcelaron a Dimitrov en 1933.
SRI
Publicado en la revista El Otro País, n.º 112, nov-dic 2024.
Manuel Pérez Martínez –Arenas-, cumplió 80 años el 1 de Noviembre. Sus aportaciones al acervo siempre vivo del comunismo científico y su lucha implacable contra toda mixtificación de los principios del marxismo-leninismo, le han convertido en un reconocido dirigente del movimiento comunista internacional, en una figura revolucionaria que trasciende a nuestras fronteras.
Arenas nació en Melilla en 1944 en el seno de una familia obrera asentada en Tetuán. “Yo crecí entre higueras y espinos… En las tardes de primavera, que todo lo agrandan, jugaba a pillerías a la sombra de una mezquita. Sin haber cumplido 12 años y apenas sabiendo leer y escribir, tuve que dejar la escuela: la necesidad me inició pronto en el difícil oficio de ser hombre. Entonces conocí la santurronería, la avaricia y la mentira, todas reunidas formando cuerpo en la persona del patrón”.
Más tarde se trasladó con su familia a vivir a una chabola del Pozo del Tío Raimundo, un suburbio de Madrid. Allí se colocó de aprendiz de escayolista, oficio del que se convertiría en un notable especialista. Años después relataría sus dificultades cuando comenzó aquel nuevo trabajo: ¡No veas cómo pesan los tablones! Algunos no los puedo ni levantar del suelo. El oficial me chilla, me dice que no valgo para nada y que me va a despedir, hasta que lo levanto con todas mis fuerzas y lo echo encima del andamio o de una burra.
Arenas recordaba la situación en que encontró a sus nuevos compañeros, los obreros, bajo el régimen fascista de Franco: No hablaban, estaban indefensos, careciendo de todo tipo de organización, con el recuerdo de una gran derrota reflejado en el semblante y atemorizados por la brutal represión que los vencedores aún ejercían sobre ellos… Había que esperar a que llegase de nuevo la hora de alzar la frente y el puño.
Esa hora llegó y Manuel participó en las luchas del sector de la construcción, en las que destacaría por sus dotes de organizador. Época en la que empezó a estudiar intensamente las obras de los clásicos del marxismo-leninismo, siempre escasas y difíciles de conseguir por mor de la férrea censura franquista; su conciencia proletaria se reforzaba, comprendía que la lucha de los obreros debía salir de los estrechos márgenes del sindicalismo y del reformismo reconciliador a que pretendía conducirla el ya por entonces revisionista partido de Carrillo.
Su afán por el estudio le llevó a crear una célula comunista en el barco de guerra donde hizo la mili: en la cocina, bajo las mismísimas barbas de los oficiales, hacíamos nuestras reuniones. De nuevo en Madrid, comenzó a dirigir las luchas de los vecinos del Pozo por el mejoramiento de las condiciones de vida y, más tarde, creó las Juventudes Comunistas de Vallecas desde donde combatiría a los carrillistas. Fue la época en la que a los rojetes del barrio nos metieron a la cárcel.
A primeros de los años setenta y tras su salida de prisión, se incorporó a la Organización de Marxistas-Leninistas de España (OMLE), de la que con el paso del tiempo se convertiría en su más firme dirigente. Fue entonces cuando dio rienda suelta a toda su energía revolucionaria; Manuel Pérez se multiplicaba, realizando una infatigable labor de propaganda y organización al tiempo que participaba en huelgas y manifestaciones. Su capacidad de organizar y su preocupación constante por los problemas teóricos del movimiento comunista, corrían parejos con ese saber dar el toque de audacia revolucionaria en el momento preciso. Aún se recuerda la anécdota de una manifestación -ilegal, como todas las de la época- que quedó frenada a la altura del puente de Legazpi por un policía municipal, un cachalote de dos metros, que cruzándose en su camino amenazaba para que se disolviera; de pronto, entre las filas desconcertadas de los manifestantes, se destacó la pequeña figura de Arenas que se plantó delante de aquella mole uniformada, le echó mano a los fondillos y la volteó como esos pesados tablones que manejaba en la obra hasta arrojarla a tierra. Y la manifestación siguió adelante.
Durante todo este tiempo Arenas enfocaba su trabajo en una única dirección: Con un verdadero Partido Comunista removeremos los cimientos de este país. Esa era la misión de la OMLE: crear las bases para la reconstrucción del Partido. Y eso sucedió el 8 de junio de 1975 en el Congreso Reconstitutivo, cuando dio lectura en un viejo caserón de las tierras del norte a un Informe Político ya histórico: El Partido no lo hemos puesto en pie en el aire ni en unos días ni al margen de la lucha de clases. Para reconstruirlo en medio de la confusión y el desorden provocado por la traición revisionista hemos tenido que trabajar duro durante más de siete años.
Dos años después del Congreso Reconstitutivo, tuvo lugar el II Congreso; en él quedaron fijadas las tesis de que del fascismo no hay marcha atrás a la democracia burguesa y lo que se ha denominado la política de resistencia, que incluía el recurso a la lucha armada guerrillera por parte de los obreros en su enfrentamiento con los modernos Estados capitalistas y para la toma del poder. El aún débil PCE(r) se convertía, así, en el principal enemigo político del nuevo régimen reformado, que no dudó en descargar toda su feroz represión contra él. Meses después del Congreso, en el mismo momento que se firmaban los Pactos de la Moncloa, fue detenido el Comité Central en Benidorm, con su Secretario General, Arenas, a la cabeza.
“Hasta aquel momento habíamos realizado una labor de enorme envergadura (si se tienen en cuenta las condiciones generales del país y nuestra extrema flaqueza). También habíamos librado la más importante batalla política contra el régimen desde los tiempos de la guerra. Como hoy está ya suficientemente demostrado, aquella gran batalla política que libramos apenas haber nacido como Partido, dejó al Estado fascista español con el culo al aire y con las dos alas bien tocadas, lo que le ha impedido posteriormente reponerse… Fue, ya digo, un periodo de intensa lucha de clases y de lucha ideológica contra el revisionismo, en el que logramos ganar para la causa a la verdadera vanguardia del proletariado de todo el Estado y el Partido sembró, sobre la tierra todavía fértil de la clase obrera española, la semilla de la futura revuelta que hoy se prepara y cuyos primeros brotes vemos ya salir a la luz en todas partes con fuerza”.
Una vez en la cárcel, en la Comuna Carlos Marx, Arenas se esforzó por transmitir sus conocimientos y experiencias y por crear verdaderos cuadros comunistas. Y nada de esto podía hacerse sin lucha, sin huelgas de hambre, plantes, etc. que preservaran el estilo de vida colectivo siempre amenazado por los fascistas y sus esbirros carceleros. Vinieron entonces siete largos años de enfrentamiento constante contra el régimen de aislamiento y los intentos de aniquilación de los presos políticos que a Manuel le supusieron meses de aislamiento severísimo que dejaron en él una huella indeleble.
Tras su salida de prisión en 1984, desde su exilio en Francia, Arenas siguió dirigiendo el PCE(r) durante dieciséis años: la prosecución de la batalla contra la Reforma del régimen; la reorganización de la Dirección y los organismos del Partido en las principales localidades del Estado español; sortear las negociaciones-trampa hasta darles la vuelta y convertirlas en plataformas de propaganda del Movimiento Político de Resistencia; dar a conocer a las amplias masas de nuestro país la Línea Política del PCE(r) por medio de sus publicaciones Resistencia y Antorcha; difundir la idea acerca de la necesidad del Partido y del internacionalismo proletario; realizar importantísimas contribuciones teóricas a los principales problemas a que se enfrenta el movimiento comunista internacional… esos son los delitos por los que los jueces franceses, al dictado de los fascistas de Madrid, encarcelaron al “Camarada Arenas” en noviembre de 2000.
Arenas fue juzgado y condenado por los tribunales franceses, luego fue extraditado a España, vuelto a juzgar y condenar por los tribunales españoles y el círculo se cerró en Estrasburgo ante uno de los máximos órganos judiciales de la Unión Europea, cuya tarea es velar y refrendar los derechos de los Estados a hacer de su capa un sayo. Está comprobado: los cambios operados en los procesos políticos refuerzan la potencialidad represiva del Estado frente a los movimientos de resistencia y a las organizaciones que luchan en defensa de la clase obrera y contra el fascismo rampante.
La principal de ellas es la amalgama, esto es, la asimilación de cualquier tipo de protesta consecuente al “terrorismo”, esa etiqueta multiusos tan cómoda, y a las organizaciones que practican la lucha armada, bien porque realmente existen o, en caso contrario, porque se inventan ficciones creadas a medida de las necesidades del momento.
Las amalgamas fueron características de los procesos políticos de la posguerra, en los que el fascismo abrió una “causa general” contra todas las organizaciones que en 1936 defendieron al Frente Popular, en bloque. No se trataba de lo que alguien, un antifascista, una determinada organización o sindicato hubiera hecho o dejado de hacer.
La “causa general” se abrió en 1939 por el hecho de “ser” antifascista, de luchar por la libertad y la democracia. Esa “causa general”, como vemos, no ha terminado y hoy se esconde en figuras jurídicas como la “Ley de partidos”.
El Derecho Penal democrático trata de diferenciar, de separar, mientras que el Derecho Penal fascista trata de unir, de mezclar y de confundir a unas personas con otras, a unas organizaciones con otras.
En el caso de Manuel Pérez Martínez, la Audiencia Nacional creó una amalgama definida como “PCE(r)-GRAPO” para condenar a los comunistas no por lo que hacen ellos sino por lo que hacen otros, por defender de manera consecuente a todos aquellos que luchan contra el fascismo.
Es hasta lógico que una fantasmada de ese calibre no pueda ser digerida ni siquiera por un tribunal fascista, como la Audiencia Nacional, que fue absolviendo a Manuel Pérez de todas y cada una de las acusaciones que el Ministerio del Interior fue llevando al banquillo. Tuvieron que ir más arriba, al Tribunal Supremo, para lograr la primera condena por el enésimo montaje jurídico: la “comisión por omisión”, un auténtico encaje de bolillos de quien pretende sofisticación para esconder sus carencias de todo tipo.
El montaje de la “comisión por omisión” tenía un fallo clamoroso: después de años de juicios en los que la fiscalía decía -invariablemente- que todas las órdenes procedían de Arenas, el Tribunal Supremo decía todo lo contrario. No había tales órdenes.
Por lo tanto, tampoco existía la amalgama “PCE(r)-GRAPO”. No había nada, reconocía el Tribunal Supremo, que condenó a Arenas precisamente por eso: por omisión. Por no haber, ni siquiera había órdenes. Era la ratonera que cabía esperar. No te escapas: si haces te condenan y si no haces también te condenan.
Este hombre, este dirigente comunista, este teórico de la ciencia revolucionaria, libre o encerrado, es un peligro para todos los capitalistas. Sus ideas siembran resistencia, revolución y comunismo por doquier. Incluso desde su prolongado encierro no ha dejado de contribuir al desarrollo del marxismo-leninismo, tal como muestran sus recientes trabajos teóricos.
Por eso mismo, los oprimidos y explotados necesitamos verlo libre, en la calle, con nosotros, respirando los aires de la revolución: Somos una pequeña fuerza, tenemos una línea política, tenemos un programa, vamos a ver si somos capaces de llevar a cabo la revolución. Eso va a exigir de todos nosotros un gran esfuerzo, una gran concentración, una gran voluntad, y sin eso, desde luego, no se va a hacer nada. Espontáneamente no se va a hacer ninguna revolución.