Carta de Mónica Refoxos sobre el traslado al funeral de su padre.

Poster. Mónica Refoxos, presa política de los GRAPO.

Cartas desde prisión

Mónica Refoxos Pérez

Cárcel de Jaén, junio 2017

(Relato de Mónica cuando murió su padre y las condiciones en la que asistió al tanatorio el 10 de mayo)

(…) «Cuando llamé a casa ya me comentaron que mi padre estaba ingresado y que la cosa no pintaba nada bien, tenía la tensión muy baja y le fallaba un riñón. Pero como ya nos había dado algún que otro susto y después se recuperaba, ninguno imaginaba este final, aunque contásemos con él.

(…) Cuando volví a llamar a casa ya me dijeron que estaba sedado y que la médica les había dicho que se despidieran de él.

(…) Pedí asistir al entierro o funeral, lo que fuese con tal de despedirme de él y estar un momento con la viejilla. No tenía muchas esperanzas de que me lo concedieran (…) pero me notificaron el Auto y esa misma tarde a las 8, salí camino de Soto. A la mañana siguiente, coche de los picoletos y directos a la comandancia de Pontevedra, cambio de furgón y directos a la comisaría de Vigo. Hasta allí el trato fue correcto, pero los nacionales fueron “maravillosos”. Ya me lo comentó el picolo que me llevó allí, estaban nerviosos por llevarme al Tanatorio y no sabían muy bien cómo enfocarlo. Ya sabes, la solución más fácil, a la gresca, esposada atrás, bien apretadas las esposas para que sintiera la presión, sin posibilidad de quitármelas cuando estuviera con la familia y bajo amenaza de que si no lo veían claro, no me llevarían hasta allí.

Supongo que los vigueses te habrán comentado el espectáculo, cuatro maromos (me dijeron los gallegos, como cuatro armarios) armados hasta los dientes, solo faltaba el helicóptero. Y, en medio, la pequeñaja de metro y medio mal medido. Creo que no estuve ni cinco minutos, pero suficiente para estar con mi madre, mis hermanos y hermana. Mi madre les pidió que me quitasen las esposas pero enseguida la paré, lo importante es que estaba allí con ella. Ahora bien, no sé si hubo algún comentario por la presencia policial, ya sabes que los gallegos tendemos a soltar las cosas despanto, que me sacaron de allí en volandas pero aún tuve tiempo de darle un par de biquiños a mi tía, a mi prima y agradecer con una sonrisa a los que estaban presentes. Grabada tengo la imagen de cuando bajé del coche policial y vía a Aurora con el puño en alto y a su lado Che, Montse, Fina y Olga. De vuelta a comisaria la rabia y la impotencia por el espectáculo gratuito y la tristeza de saber que mi madre no va estar ahí desembocó en un torrente de lágrimas imposible de parar.

En comisaria estaban ya los picolos esperando para traerme A Lama. Ya te digo que con la Guardia Civil en todo momento el trato fue correcto, solo me esposaron los de Jaén y bastante flojito. Los únicos los nacionales, sobre todo el niñato que estaba al mando, que parecía tener ganas de provocar y mostrar que es “un malo-malote”. Hasta uno de los picolos le afeó lo de las esposas atrás, negándose él a ponérmelas cuando me traían para A Lama.

Y eso ha sido mi peripecia para darle mi último adiós al “Roxo”. Esa noche cayó una tormenta enorme con rayos y truenos, hasta el tiempo quiso acompañarlo en la despedida. Ahora me quedan los recuerdos, sus vaciles, su ejemplo de lucha, su fuerza para seguir adelante y su compromiso con las luchas contra la injusticia y la explotación. Vivió como quiso, con orgullo y tenacidad, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesitase, vacilón como él sólo, con esa sorna que te desarmaba y también con una buena cabezonería. Como decía mi madre “más terco que una mula”. Fueron tres años de batalla y ya en los últimos meses se encontraba muy cansado, demasiada medicación, pero también aprovechó para irse de viaje. Le quedó pendiente su viaje a Cuba, ahora andará con Fidel… ja,ja… de charla. ¡Ay! Se le va a echar de menos”.

Mónica

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