Cartas desde prisión
Francisco Cela Seoane
Valencia a 18 julio 2016
Aupa A.
Estoy encerrado en la celda. Por la ventana, veo el patio, el muro de chapa y una cara de otro módulo. Y a la izquierda, un trocito de la Albufera, que es un regalo para la vista y el espíritu. En el patio pasean tan solo dos presos, dos chavales que, al igual que la inmensa mayoría, deslumbrados por la sociedad de consumo, quisieron hacerse un huequecito en el “Paraíso” sin caer en la cuenta de que está reservado para una minúscula élite de grandísimos bandidos sin ningún tipo de escrúpulos. A su lado, los delincuentes ni tan siquiera alcanzan la categoría de meros aficionadillos. Y son estos grandísimos bandidos y canallas los que, en el colmo de la desvergüenza absoluta, osan sentar cátedra de Libertad, Democracia, Derechos Humanos, de moral, de ética y hasta de estética. Si ya lo dijo el viejo Lenin (y a principios del siglo XX), que el imperialismo que tiende con toda su alma al monopolismo, al militarismo y a la reacción, llegaría un día en que, para poder legitimarse ante las masas, tendría que alzar las banderas de la Libertad y la Democracia en un ejercicio de tal desvergüenza como jamás ha conocido la Humanidad.
Bueno, en este nicho de cemento, me paso 20 horas al día, de 2.5 por 2 metros. No obstante, no te vayas a pensar, con el paso del tiempo, este reducido agujero es como si fuese agrandando y, al final, casi casi te resulta incluso amplio. Recuerdo que, en un reportaje para la tv, “Bebé”, Raúl Sendic, de los Tupamaros, cuando visitó la cárcel clandestina donde había estado preso, se sorprendió un mundo de que la celda fuese tan reducida, porque él la recordaba bastante más amplia. Después de la Amnistía, varios tupamaros escribieron un testimonio sobre esa experiencia, “Memoria del calabozo”, libro que recomiendo porque muestra la tremenda capacidad de resistencia de un revolucionario cuando de verdad un mundo nuevo late en su pecho.
Sigamos. Nada más entrar en la celda, a mano izquierda, está el lavabo, donde tengo puesta la tele. Debajo, hay un hueco donde está el radiador de la calefacción. A continuación, un pequeño hueco donde va el water. Y a continuación una litera de hierro; abajo la cama. En la de arriba, es donde tengo los libros: algo de literatura y de poesía, los tomos de “El Capital” de Marx, dos tomos de Lenin, un tomo de Stalin y otros dos de Mao, así como la larga entrevista que se le hizo a Fidel Castro por el 2003 y que, aún siendo un pelín superficial, tiene alguna que otra cosilla interesante.
A mano derecha, al entrar, hay un pequeño armario con baldas de cemento, para poner las cosas de aseo, limpieza, etc. A continuación, otro armario más amplio para la ropa, el calzado, etc. Y el pasillo que va desde la puerta a la mesa de cemento, tiene sobre dos pasos y medio de largo por un paso de ancho.
En fin, A., te invitaría a que me hicieses una visita pero, oye, como que casi mejor que esperemos otros dos añitos y medio más y ya nos vemos en esas jodidas selvas de asfalto.
Es curioso, la primera vez que caí preso tenía 22 años y ya voy caminito de los 58. Y es curioso por la percepción que uno tiene de las cosas. Cuando llegué a la vieja cárcel de Zamora, el compañero que más años llevaba preso, cinco, y a mí me parecía pero que toda una eternidad; y el compita más viejo tenía 33 años y yo pensaba poco menos que tendría que jubilarse e irse a casa merecidamente a descansar. Y sin embargo, hoy, una condena de 20 años no me parece gran cosa y una de 12, como la que estoy cumpliendo yo, hasta casi me parece liviana. Y hay compitas que hasta me parecen soberbiamente jóvenes como Arenas, Arango, Juan, Lucio… y que tienen 68, 70, 71 años.
Nos hemos tirado una vida entera en las trincheras y ahora, al levantar la cabeza y mirar el camino recorrido, es como si todo hubiese abarcado un par de suspiros. ¡Y la de cosas e historias que hemos vivido! Por eso me hace gracia cuando alguien comenta lo de las adversas condiciones, la dureza de los tiempos actuales, las dificultades tremendas que existen… Pero oiga, si en todos estos años de lucha que llevamos y son ya unos cuantos, nunca hemos tenido ni un solo minuto de tregua y jamás nos ha soplado a favor, no ya un viento, sino una mísera brisita. Y aquí estamos y aquí seguimos. Sí, medio cojos, medio tuertos, fame y descarallados, pero con un hambre salvaje y bárbara de Revolución. Como decía el gran Nazim:
“Sucede / que estamos en la cárcel
Sucede / que nos acercamos a los cincuenta años /
y que faltan dieciocho más / para ver abrirse la puerta de hierro /
Sin embargo, hemos de seguir viviendo con los de fuera /
con los hombres, animales, los conflictos y los vientos /
es decir, con todo el mundo exterior que se halla /
tras el muro de nuestro sufrimiento /
es decir, estemos donde estemos /
hemos de vivir /
como si nunca hubiésemos de morir”.
Por lo demás, A, como decía Mao: ¿Que el caos reina bajo el cielo? ¡Excelente noticia! Al calor de la crisis económica del 2007-2008 y la oleada de la lucha de clases que la acompañó, se pusieron de manifiesto todas las miserias del Viejo Régimen de la Transición del 78: A la crisis de Estado crónica se le sumó la crisis de todos los partidos y sindicatos del régimen, la bancarrota de sus instituciones, su aislamiento social, etc. Con lo que tuvieron que echar mano de la chistera para sacar el conejo de Podemos., para, más mal que bien, medio bandear la tormenta. Sin embargo, esta chupi pandi de oportunistas con coletas y rastas ya han dado de sí todo lo que podían dar y caminito van de convertirse en unos tristes y patéticos bomberos de secano. El problema para la Oligarquía es que en el horizonte más próximo ya asoma otra gran crisis económica y financiera muchísimo más devastadora y feroz que la que se inició en el 2007. Y, ay, a la raída y decrépita chistera se le ha hecho un agujero y… ¡se le han fugado todos los conejos!
Ya puede, ya, la Oligarquía atrincherarse en el viejo bunker porque la calle volverá arder y del cielo -o del infierno- lloverá de todo menos pétalos de rosa. ¡Y lo que van a añorar a Pablito y a su chupi pandi!
Abrazo de oso cavernario. ¡Salud!