Difusión contra la criminalización
Ser conscientes de nuestro poder para un día tomar el poder
Pablo Hasel
Si en algo ponen especial empeño los poderosos, es en intentar hacernos sentir insignificantes para que no seamos conscientes del poder que tenemos para poder arrebatarles el ilegítimo poder con el que nos saquean. Son psicópatas pero no imbéciles, lo tienen todo muy bien planeado. Desde pequeños nos maleducan en la sumisión para que fuera de esta nos sintamos inseguros, aterrorizados y solos. Es lo que buscan con la represión, pero ni todo su poder puede hacernos olvidar que no estamos solos, que en un calabozo o en una celda nos acordemos de todos y todas las que también luchan, de la solidaridad. Saben que sin el derrotismo que inculcan, son ellos quienes sufrirían la derrota. Por eso los revolucionarios hemos de contagiar la esperanza, la fe que no es ciega en la transformación posible, las ganas de luchar, el enorme valor de cada paso hasta llegar a la aún lejana meta. En ese sentido lo tuvieron más difícil quienes no disponían de tantos ejemplos históricos para demostrar que es posible la revolución. Pero también valen los ejemplos más cercanos, las pequeñas pero colosales victorias que han ido conquistando las luchas recientes: los desahucios evitados, la libertad de alguna presa revolucionaria, la readmisión de trabajadores despedidos, la absolución de luchadores juzgados, las victorias de Gamonal y Can Vies, el referéndum, etc. También el avance que supone que la lucha vaya concienciando a más personas, pues gota a gota se desborda el río. Demostrando que la lucha no es inútil, iremos restando influencia al nefasto derrotismo del que aún están contagiados amplios sectores.
Es fundamental recordar las conquistas, pero ni de lejos está la situación como para caer en triunfalismos y si algo necesitamos, más que autocomplacencia, es una profunda autocrítica. Menos quienes lo han dado todo, todos podemos aportar mucho más a la lucha, que cada uno asumamos la parte de culpa que nos toca. Porque absolutamente todos, en un terreno u otro, podemos ser luchadores ejemplares y hacer grandes aportaciones. Tenemos ese poder y hemos de ser conscientes de hasta el punto en el que nuestras acciones diarias pueden contribuir al cambio. Incluso lo más simple como una conversa en el bar que pueda hacer pensar o aportar alguna información, puede ser de utilidad. A menudo me escriben personas sintiéndose impotentes porqué no saben qué hacer, por ejemplo, para ayudarme ante la represión. Estas personas son víctimas de lo que mencionaba anteriormente, que nos ha pasado a casi todos: infravalorarse y no darse cuenta de todo lo que pueden aportar. No son necesarios un gran compromiso, ni experiencia ni grandes dotes para enganchar carteles, repartir octavillas, hacer pintadas, organizar charlas o debates, explicar el caso a conocidos, etc. Es cuestión de tener iniciativa, pensar ideas y dejarse de excusas.
«¿Qué voy a hacer yo ante un Estado tan fuerte?”, se preguntan muchas. Partiendo de un error individualista, pues no es “yo”, somos muchos y seremos más si trabajamos. El individualismo frena la organización colectiva e impide ver el colosal poder de esta, de ahí que lo que más teman sea la organización y la represión se cebe especialmente con quienes la han construido. Saben que desorganizados somos débiles, por eso uno de los primeros pasos para dejar de sentirse débil, es organizarse. Hay una cita cuyo autor se desconoce que lo resume: “Sólo quienes se arrodillan, ven al enemigo gigante”. Sólo siendo conscientes de nuestra fortaleza, podremos ver bien las enormes debilidades del enemigo. Un enemigo que cada vez tiene una crisis más agudizada y que sólo se sostiene por la ignorancia y el terror. Para combatir la ignorancia necesitamos agitación y propaganda que expliquen lo que sucede y la solución. Para enfrentarnos a la represión necesitamos solidaridad organizada y seguir firmes frente a esta. Ambas cosas están en nuestra mano y si están en nuestra mano, tenemos cierto poder.
Conocer eso y obrar en consecuencia, es ser consciente de verdad. Cuando a través de la organización revolucionaria consigamos hacer ver eso a millones de personas y asuman el poder que tienen para conquistar el sistema socialista que garantice derechos dignos, la toma del poder estará cerca. Pero para eso, primero hemos de ser verdaderamente conscientes nosotros mismos de todo lo que podemos y debemos aportar, desarrollar nuestras capacidades y no eludir la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos, con nuestra clase y frente a la historia. Concluiré con tres citas que lo ponen de relieve:
«Si la gente entendiese cómo funciona nuestro sistema financiero, creo que habría una revolución antes de mañana» . Henry Ford
«Si no existe la organización, las ideas, después del primer momento de impulso, van perdiendo eficacia» . Che
«¿Quién puede atreverse a decir «jamás»?
¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros.
¿De quién que se acabe? De nosotros también.
¡Que se levante aquel que está abatido!
¡Aquel que está perdido que combata!
¿Quién podrá contener al que conoce su condición?
Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana
y el jamás se convierte en hoy mismo» . Bertolt Brecht.
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