1931-1939. Pluma pincel palabra. Al servicio de la cultura popular
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Una nueva concepción sobre el arte
Durante la guerra no solo se escribieron poesías, novelas en apoyo a la causa antifascista sino que también se escribió y mucho sobre lo que debía ser arte, quienes eran sus protagonistas, sus objetivos y a quien iba dirigido. Una muestra es el prólogo que Herrera Petere escribió para su novela Acero de Madrid:
«Modernamente y a medida que se han ido disipando las nieblas soñolientas del formalismo…, a medida que todo va quedando reducido a su verdadero punto, brilla, al día de los nuevos poetas, la corriente de un rico manantial de sangre que nos trae el pueblo: la Política.
Un manantial que convierte en acero el hierro dulce de los sueños indolentes, que arrastra las torres de marfil de las alturas y se las lleva al llano, con su gran fuerza de torrente o río humano.
Porque, ¿qué hay en el mundo más poderoso que la Política?
…La Política es la nube de fuego que guía a la nueva Poesía, porque… ¿qué paisaje hay más emocionante?
La guerra no es sólo la guerra sino una parte de la Política.
… En pleno verano empezaron a arder los pinares del Puerto del León. Entre nubes de gasolina morían aviadores; entre rastrojos de piedras, hombres como nosotros. Las heridas de metralla son dolorosísimas. El miedo físico es aplastante, aniquilador.
Alegre y generoso, como los vinos del Sur, el sentimiento del deber cumplido… Nuestro interior, la conciencia política.
A los escritores jóvenes nos envuelve, nos hincha y nos inflama.
De una paz llena de inquietudes y de problemas hemos pasado a una guerra tranquila, porque es justa; serena, porque es heroica, y noble, porque es popular. Inteligente, porque es política. Nuestro trabajo tiene una significación; nuestra inspiración, un motivo; nuestra retórica, un fondo. En el aire está una poesía épica o una novela, un género literario que equivalga al antiguo que cantaba las epopeyas de las ciudades, las odiseas de los navegantes y el heroísmo de los pueblos.
El Pueblo y la Poesía están más cerca que nunca; el arte vuelve al pueblo como el hijo pródigo. Hay que humanizar el arte. La revolución revuelve la Poesía y vuelve a subir el fondo a la superficie, donde ha estado siempre.
El preciosismo, con todos los respetos, está en trance de muerte…
El romancero de la guerra es un símbolo primerizo y nada más de lo que puede ser la nueva literatura, la nueva Poesía.
La generación nueva será de realizadores o no será nada, así como la anterior fue de luchadores, literariamente hablando.
Todo esto son opiniones personales y, por lo tanto, parciales y apasionadas.
Sencillamente: así he pensado al escribir ACERO DE MADRID.»