1931-1939. Pluma pincel palabra. Al servicio de la cultura popular
Agenda
El SRI y la difusión cultural en los frentes de guerra
Antonio Otero Seco
Ayuda nº 84 – febrero 1937
«En el almacén se amontonan grandes pilas de cajones pintados de oscuro… Y un letrero en el frontal que dice así: “SRI Biblioteca del Combatiente”.
Lobo, secretario de cultura del SRI, abre uno de los cajones y me muestra su interior, cruzado de letreros tipográficos. Dos apartados tiene: uno, para los libros; otro, para los útiles de escribir.
Cada una de estas bibliotecas lleva una selección de volúmenes, de acuerdo con las disponibilidades de nuestro almacén, y lápices, plumas y gomas con las iniciales de nuestra institución. He aquí los volúmenes de ésta:
Apunto los títulos y los autores: Viento del pueblo, de Miguel Hernández, en edición del SRI; Oselito en Rusia, de Andrés Martínez de León; Tres cómicos del cine, de César Muñoz Arconada; Volpone o El zorro, de Ben Jonson; El devorador de sueños, de Lenormand; El asalto, de Julián Zugazagoitia; Las fábulas del errabundo, de Tomás Meabe; Los Borbones en España, de Gonzalo de Reparaz; ocho tomos de Salgari… Así hasta treinta y cinco volúmenes, con las firmas de León Rollin, Berendort, Valle-Inclán, Alejo Carpentier, Henry Dubrenil… Y el Análisis gramatical de Miranda Podadera.
A la entrada de cada volumen hay un recuadro con esta advertencia:
«Cuida este libro con el mismo cariño con que el SRI te lo entrega”.
«Seguiremos así hasta que no quede un soldado sin su libro”
«Nuestra institución patrocina un gran número de escuelas, a las que surte de todo el material pedagógico necesario para la máxima eficacia de su actuación. Hoy mismo hemos mandado abundante material de esta clase a Torrejón de Ardoz. Todo esto, aparte de otra misión importante que el SRI ha cumplido con éxito: el rescate, conservación y restauración de la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras para entregarla a la de la Universidad Central.
Al almacén, llega un amplio cargamento de libros para su distribución entre las bibliotecas del combatiente.
Por entre las envolturas desgarradas de los paquetes asoman los títulos de los volúmenes: Rocinante vuelve al camino, de John dos Passos; Ideario de Cervantes, de Baig Baños; El imperio de una sombra, de León Rellin; La vida privada de Tut-Anka-Amen, de Tabeuis…
Mañana –me dice al final el camarada Lobo– tienen que salir para el Frente del Centro 150 bibliotecas más. Y a este ritmo seguiremos hasta que no haya un sólo combatiente sin un libro donado por el Socorro Rojo Internacional.»