Cartas desde prisión
Juan García Martín
Puerto III, 27-III-18
(…) Recibí tu carta de enero, sellos incluidos (¡gracias!). Me he acordado de vosotros cuando en la tele he visto las imágenes del manto blanco cubriéndolo todo y lo único que deseo es que todos, pobreticos incluidos, tengáis calefacción. Por aquí frío, no mucho, pero agua toda la que no ha caído en otoño y primer invierno ¡qué hartura de agua! que decimos aquí. A nosotros nos tienen confinados en el lado de sombra, así que imaginarás la humedad que acumulamos en la celda y, por tanto, en los huesos, que me tiro todo el invierno a base de antiinflamatorios. Pero bueno, el dolor y yo somos viejos amigos.
Sobre lo que cuentas de cierto alejamiento con el grupo de amigos. Sí, claro que mucha gente cambia, que los problemas agobian y son de uno, que se acumulan ciertos rollos, por no hablar de las tecnologías de ‘comunicación’, que en vez de tender puentes construyen islas), pero quizá por estar yo donde estoy y sometido al aislamiento, lo que más me cuesta entender (en general, amigos, grupos, familia…) es que se rompan o debiliten las relaciones, se diluya los grupos o, simplemente, la gente no se comunique. ¡Cuánto echo de menos eso de hablar, discutir, comunicarse noticias recíprocamente, la ayuda mutua, fomentar la solidaridad y la empatía! Desde luego, cada persona es un mundo, pero creo es un mal (el de la incomunicación personal) de nuestra época y de las generaciones posteriores a la mía.
Hablando de aislamiento, aquí hemos pasado un muy mal trago con la muerte del compañero vasco “Antxo”, inesperada pero que, quizá, en otras circunstancias o en otra cárcel con más posibilidades de comunicación entre nosotros, y la calle y la propia institución, se podría haber evitado. Pero ha servido para que los lazos personales entre los tres presos políticos que estamos aquí se hayan reforzado. Y, claro, para denunciar las condiciones de encarcelamiento que vivimos.
Cambiando de tema, ¡la calle está movidita!, tú como mujer, ¿cómo viviste la ‘marea lila’ el 8 de marzo? Te confieso que me sorprendió su buen resultado en cuanto a movilizaciones y autoafirmación de la fuerza que tenéis. Otra cosa es lo que yo llamo el efecto del día después, o el encontrar verdaderas soluciones a un problema, el de la opresión, ninguneo y explotación doble de la mujer trabajadora, que se viene arrastrando desde hace siglos. Pero, bueno, creo fue un paso en la buena dirección.
También los jubilados han dicho ¡basta! Y están movilizándose, aunque yo me pregunto que dónde están los jóvenes. Que conste que donde más mezcla de generaciones he visto ha sido ahí en Euskal Herria; en los demás sitios ha predominado mi generación, a la cual, por cierto, aún se le puede exigir más en cuanto a lucha, que tenemos una buena mochila cargadita de experiencias más allá de las ‘procesiones’ en que las quieren convertir los reformistas de siempre las luchas. Y así de paso, el aprender de los jóvenes.
Y para añadir, lo de Catalunya, que no se ha acabado. Tengo la tele puesta (sin sonido) y las carreteras catalanas están cortadas, aquí sí, por jóvenes. Y te doy la razón en lo que escribes, de falta de estrategia por parte de quien dirigen o han dirigido la batalla. ¿O a lo mejor la tienen y no quieren llegar hasta el final? La burguesía, sea grande o pequeña, es así: vacilante entre lo que se debe hacer y lo que se puede (o lo que te dejan), proclive a las reformas y el poco a poco más que a la ruptura. Pero bueno, a ver si en este caso la juventud catalana aporta algo de firmeza y se echa para adelante.
De por aquí… lo del oculista aún no se ha arreglado. Se desbloqueó la situación la situación al sacarme y hacerme la “limpieza” del ojo operado; pero quedaron en llamarme dos meses después para una revisión a fondo y ver si me operan del otro ojo y… ahora se cumplen los dos meses. A ver si esta vez me miran en su momento.
Un fuerte abrazo.
Juan