Opinión:
PRESOS NO-POLÍTICOS
Sendoa Jurado, ex preso no-político
En los últimos tiempos se ha hablado mucho de los presos políticos, de las injusticias que se cometen con ellos y de la falta de democracia que hay en el Estado español. Son muchos los que se han indignado con la existencia de presos políticos, a la mayoría la situación les ha cogido por sorpresa y, además, piensan que es un fenómeno reciente.
Algunos creen que los de Catalunya son los únicos presos políticos, ya que al fin y al cabo todos los del 18/98 y los del caso Bateragune están ya en la calle. Y claro, entre los presos políticos catalanes, no incluyen a las que están o han estado por ser de ETA. Otros son más listos y se han dado cuenta de que los catalanes no son los únicos presos políticos y que en esa lista hay también tuiteros, artistas y sindicalistas. Y ahí acaba la lista.
Los de Altsasu no figuran entre los presos políticos, porque la suya, en vez de ser una situación política provocada por la ocupación de la Guardia Civil, ha sido una “pelea de bar”. Por eso, antes han reivindicado que “Altsasu no es terrorismo”, y ahora que la Audiencia Nacional les ha condenado a 13 años de cárcel a pesar de reconocer que no es terrorismo, le piden justicia y proporcionalidad a la legalidad extranjera y burguesa española. Los padres y las madres han denunciado que han tratado a sus hijos e hijas “como si fueran terroristas”, sugiriendo sin querer que los hijos e hijas de otros padres y madres que sufren tanto como ellos mismos, y que además están en las peores circunstancias carcelarias, puede que sí lo sean.
La reclamación de la libertad para los jóvenes de Orereta también se ha escuchado alto, y en este caso el argumento principal ha sido que “ellos no fueron”. No fueron ellos y por eso deben estar en libertad y, por lo tanto, nos sugieren que, también en este caso, si efectivamente hubieran sido, la legitimidad de su derecho a la libertad podría estar en entredicho. De este modo están desarrollando un discurso que dará facilidades para reprimir a quienes en el futuro “sí” vayan a ser, a pesar de que el lema de aquella manifestación fue “Errepresioari autodefentsa”.
Y en el contexto político-social que se está imponiendo a la hora de hacer frente a estas condiciones represivas, se genera una paradoja: mientras se roba el carácter político a los militantes que históricamente han entendido la cárcel como un espacio de lucha convirtiendo a estos ante la opinión pública en presos no-políticos, cuando se trata de reivindicar la libertad de quienes tienen como único objetivo salir de la cárcel, algunos no tienen inconveniente en seguir cavando la tumba de los que se mantienen firmes y dignos.
Por ejemplo, en Catalunya piden la libertad de los presos políticos, nunca la amnistía, porque la amnistía incluye la necesidad de cambiar el carácter del Estado, así como la legitimidad de la lucha de quien está preso. La libertad a cualquier precio, aunque para ello tengan que reconocer que la declaración de independencia fue simbólica y tengan que asumir el artículo 155 de la Constitución. Si se consigue la libertad de determinados presos, pelillos a la mar.
Los progres sacaron a la calle la teoría de la amnistía social cuando encarcelaron a algunos sindicalistas, y afortunadamente fallaron en su intento. La amnistía social hace una clara distinción entre presos políticos, diferenciando entre quienes han utilizado la violencia y quienes no, haciendo más profunda, una vez más, la tumba de los militantes más dignos y reconociendo al Estado el monopolio de la violencia.
El lenguaje tiene un efecto directo en la forma de pensar. Los términos que utilizamos a diario pueden cambiar la forma en la que vemos la realidad. Si para denunciar las injusticias que sufren unos tenemos que afianzar las que sufren otros, entonces estaremos desarrollando una estrategia contraproducente y cortoplacista.
Son los complejos de quienes viven en lo políticamente correcto los que crean la necesidad de hacer diferencia entre presos políticos. Necesitan argumentos fáciles, no trabajados. Mientras que explicar la actividad de un preso político choca con quienes piensan diferente, las posturas basadas en dar lástima nos convierten en mansos a ojos del resto. Por eso las causas que son fáciles de asimilar socialmente según el status quo impuesto, tienen más éxito cuando este es medido en términos cuantitativos. La política convertida en marketing.
A menudo se olvida que si no defendemos nuestros máximos nadie reivindicará los mínimos democráticos para poder llevarlos a cabo. Que si no creamos independentistas nadie defenderá el derecho de autodeterminación, que si no defendemos la alternativa del socialismo nadie querrá tumbar el capitalismo, que las fuerzas de ocupación no saldrán de Euskal Herria sin denunciar y hacer frente a esa misma ocupación, y que si no logramos la amnistía los únicos caminos que nos quedarán serán seguir llenando las cárceles o darnos por vencidos como pueblo.
Quiero recordar que lo que convierte en político a un preso no es el no haber utilizado la violencia, sino estar en la cárcel por su defensa activa de las libertades colectivas, no renegar de su carácter político y no perjudicar con su recorrido a las condiciones de vida del resto de presos.
Igualmente, quiero destacar que si esos que para algunos son presos no-políticos utilizaron la violencia, estando de acuerdo con ellos o no, fue para hacer frente a quienes han aplicado el 155 en Catalunya, para que los guardias civiles dejaran de cometer abusos como el que cometieron en el bar Koxka de Altsasu, para dejar al descubierto la actividad represiva de la Audiencia Nacional, para terminar con la impunidad de los torturadores y para ganar la libertad de los pueblos y de la clase trabajadora. Hoy quiero reivindicar que esos a los que han convertido en presos no-políticos son, precisamente, los más políticos de todos.