Crónica de la desatención médica en la cárcel de Topas
Lucio García Blanco / Preso político del PCE(r)
La asistencia médica en Topas ha empeorado gravemente a raíz de que las consultas médicas regulares en cada módulo han pasado de una periodicidad semanal a quincenal, y únicamente atienden a veinticinco internos en cada una de ellas. En el módulo en el que estoy, donde solemos encontrarnos más de setenta presos, no es extraño que en determinadas temporadas no puedan atender a todos los enfermos regularmente y algunos se vean obligados a esperar un mes, o incluso tener que ir a urgencias en la enfermería de la prisión.
Con estas líneas quiero denunciar la grave desatención médica que he venido sufriendo desde el veinticuatro de mayo, que fui a consulta por un catarro, hasta el trece de julio que me tuvieron que sacar urgentemente al Hospital Universitario de Salamanca porque presentaba una infección en el pulmón.
La primera consulta médica a la que fui con una simple gripe, fue absolutamente rutinaria, me recetaron los habituales antigripales. Volví a los 15 días visiblemente peor y el médico tampoco me dedicó mucha atención, dándome un antibiótico y unos sobres de acetilcisteína. En este período perdí el habla totalmente durante cuatro días y en la actualidad todavía tengo ciertas dificultades para hablar. En la siguiente consulta, ya terminado el antibiótico, seguía más o menos igual y me recetaron un jarabe y acetilcisteína. Finalmente me retiraron todos los medicamentos y el Subdirector Médico me remarcó que el problema es que no tomaba suficiente agua – más de cinco litros diarios- para poder expulsar la flema, así me tuvieron ocho días sin administrarme ninguna medicación. También es significativo que en todo este período no me tomasen en ningún momento la temperatura, ni siquiera cuando les dije que un compañero me había dejado un termómetro y había comprobado que tenía cuatro décimas de fiebre.
El dos de julio pidieron que me hiciera unos análisis de saliva y de sangre. A mi juicio, esto lo hicieron por la gravedad en la que me encontraba y para tratar de ocultar la desatención médica anterior.
Además de ir a las consultas médicas normales en el módulo, estuve en tres ocasiones en urgencias de la enfermería de la cárcel, advirtiendo en cada una de las visitas sobre mi empeoramiento y pidiendo que me sacasen al Hospital de Salamanca; pero me trataron con la misma displicencia, salvo el trece de julio en que la doctora tramitó rápidamente mi salida a dicho Hospital, porque al toser tenía un fuerte dolor en el pulmón.
Se trataba de una infección respiratoria que, según el doctor que me atendió, podría haber derivado en una neumonía si no se atajaba con celeridad. Asimismo me señaló que se había llegado a ese extremo “por no haber empleado antes el suficiente antibiótico”. En el Hospital me dieron antibióticos para diez días que ya he terminado y aunque he ido mejorando hasta el día después a la finalización de la última pastilla, posteriormente he empeorado ligeramente y sigo convaleciente. De ahí que tuviese que volver a la consulta médica de urgencias el pasado veinticinco de julio.
Durante todo este tiempo he podido comprobar en mis carnes que la causa de fondo de la desatención médica que sufrimos los presos en las cárceles del fascismo, no es otra que el carácter de verdaderos carceleros-represores de los subdirectores médicos y gran parte de los galenos que vienen por aquí.
Naturalmente resistiré y saldré adelante con el apoyo solidario que venís dando desde distintas zonas del Estado.
En: El Otro País, n.º 87, septiembre 2018
En España, en 2018. Para que luego nos bombardeen con la mala situación de los presos en Venezuela o Cuba…