Para que no se nos olvide cómo actúa el Estado y sus manos ejecutoras:
Luis Montero Garcia (33, cántabro de origen salmantino), Juan Mañas Morales (24, almeriense) y Luis Manuel Cobos Mier (29, cántabro) salieron de Santander camino de Pechina, para pasar unos días aprovechando la celebración de la comunión del hermano pequeño de Juan. Se les estropeó el Seat 127 en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y tras hacer noche, alquilaron un Ford Fiesta para seguir su camino. Se acababa de cometer un atentado con varios uniformados muertos. Un manchego creyó reconocer en ellos a los dos miembros de ETA que aparecían en la prensa como sospechosos y dio aviso. Llegaron el 8 de mayo y tras dormir en casa de los padres de Juan se acercaron a pasar el día a Roquetas de Mar, ya en Almería, donde fueron detenidos por la guardia civil. Llevados, la madrugada del 10 de mayo de 1981, a un antiguo cuartel, fueron torturados brutalmente (se cree que al menos uno de ellos murió allí). Para arreglarlo, acribillaron los tres cuerpos, les cortaron extremidades y organizaron una «caravana de la muerte», con 11 pikolos implicados. Supuestamente iban a Madrid (con gasolina para 50 kms? Que raro) pero en realidad, los llevaban muertos o a morir. Los tiraron por un terraplén en su coche, prendiéndolo fuego con gasolina que compraron con el dinero que llevaban los tres jóvenes, que quedaron golpeados, acribillados, troceados y calcinados, cuatro muertes en una. La primera nota oficial, dada por el Ministro de interior, aún seguía hablando de un tiroteo tras el cual habían muerto los tres miembros de ETA, quedándose tan anchos. Un valiente abogado (Darío Fernández Álvarez) se atrevió con el caso y a pesar de las amenazas recibidas consiguió llevar a 3 de los pikolos a juicio, siendo la primera vez que se sentó a miembros del cuerpo frente a un tribunal no militar. Las pruebas manipuladas, ocultando unas e inventando otras, la chuleria de los procesados, capaces de seguir manteniendo que los tres asesinados eran de ETA más de un año después, los intentos por dejar como delincuentes a las víctimas… no pudieron evitar que al menos fuesen condenados a penas de entre 12 y 24 años (por tres asesinatos un miembro de ETA se comería 90), aunque… durante 4 años cumplieron las mismas en cuarteles de la Guardia Civil, con los suyos y a cuerpo de rey! Trasladados por fin a una cárcel civil, uno de ellos salió en un año, otro en tres y el Teniente Coronel Carlos Castillo Quero, principal encausado, accedió al tercer grado también en 3 años.
Recibieron fondos reservados del Estado para poder hacer una vida tranquila a su salida de la cárcel, por su gran labor para con el Estado terrorista. A todo esto, justificar esto con que eran de ETA no demuestra como se actuaba cuando sí lo eran?
Eder Mitxelena Foronda. en facebook