“Aún me sigue enamorando aquel invencible grito”
Francisco Cela Seoane
Capítulo XIII
Yo me había ido a pasar unos días con la cuadrilla a Malpica, na Costa da Morte. Estábamos en el piso de unos amigos tomando unos tragos y escuchando música cuando, de pronto, sentimos barullo en la calle. Nos asomamos a la ventana. Efectivamente, había gente en la calle, yendo de aquí para allá y con paso rápido.
Un día de diario, a las dos de la mañana. En un pueblo, buf, raro, pero raro. En el piso, alguien dijo: ¿Pero, qué pasa? ¿Ha habido un terremoto y no nos hemos enterado o qué hostia?
Bajamos a la calle. Extrañamente el bar del puerto tenía luz y estaba abierto. Nos tuvimos que abrir camino prácticamente a codazos hasta la barra. Allí, en una esquina, casi aplastados, pedimos unos chupitos de aguardiente de hierbas. Una docena de rostros se volvieron hacia nosotros y dirigiéndonos una mirada iracunda nos ordenaron callar. ¡La virgen puta, ni que estuviéramos en misa!, dijo alguien.
No entendíamos nada, pero nada. Todo dios en silencio sepulcral mirando el televisor. Y allí estaba: ¡El Bobón en uniforme militar! No sé qué de…: he dado órdenes a las Capitanías Generales… Asegurar el restablecimiento del orden Constitucional… ¡Su puta madre! ¡Pero de qué vírgenes habla este cafre!
Y en esto acaba el discurso y, oye, que todo quisqui se pone a aplaudir y se escucha ¡Viva el Rey! ¡Así se habla! ¡Bien dicho! Un colega, que miraba a la gente y meneaba la cabeza, lleno de desconcierto, dijo algo así como: ¡Pero qué hostias é isto! ¿Tolearon todos ou qué?
Y por fin nos enteramos de que Tejero había entrado en el Congreso y que tenía secuestrados a los señores Diputados. Entre las animadísimas conversaciones, escuchamos: ¡Hoy se ha ganado la corona! ¡Acaba de salvar la Democracia! Sería por los tragos, no digo yo que no, ¡pero no pudimos evitar estallar en una estruendosa carcajada!
Aquello era fruto del insufrible chantaje del “Ruido de sables”, que amplificaba aquella izquierda cobarde, servil y domesticada para que el Movimiento dijese amén a la bandera y al himno franquista, para que inclinase la cabeza ante la monarquía, para que tragase con las medidas antipopulares que se ponían en marcha, para que renunciase al pleno ejercicio de las libertades políticas y sindicales porque… ¡Venía el coco del Golpe de Estado!
El problema, el problemón es que aquel Movimiento de masas revolucionario seguía en la calle, que ni se dejaba engatusar por los cantos de sirenas, ni tragaba con ruedas de molino tan grandes como catedrales. Consciente de su fuerza y de su empuje, de todo lo que había conquistado con su lucha consecuente, respondía: ¿Desde cuándo el Movimiento obrero ha tenido que pedir permiso a la autoridad militar competente para atreverse a luchar? La libertad no se mendiga. ¡La libertad se toma y se ejerce!
(Continuará)