La solidaridad, arma imprescindible entre los pueblos
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Catalanes en la Alcarria
Pere Pellicer *
No siempre nos ha sido permitido tomar el sol honestamente, como quien no quiere la cosa, bajo el abrigo de rocas milenarias, justo al lado de fosas hechas adrede para liberar nuestro deseo de vivir, de la metralla homicida. Pero entonces nos era permitido. Leve conversación sobre materias que no tenían ningún cariz especial que mencionar. Sin embargo nos fuimos enfilando por el camino de la conversación profunda: una anécdota cualquiera nos lo podía sugerir y simplemente nos lo sugirió el recuerdo de un diálogo tenido en Barcelona con castellanos, en una oficina pública.
Lo cierto es que un chico, hijo auténtico de la Alcarria (he aquí el verdadero mérito de la anécdota vivida) inició, con gozo por nuestra parte, un tema bello y profundo, lo que de interés tenía para él, castellano, el conocimiento de nuestra lengua.
«Yo amo el conocimiento de la lengua catalana, por cuanto es señal de distinción espiritual que quien conviva con catalanes, quiera también amar lo que es fruto y esfuerzo supremo de forjador, legado valioso de la tradición catalana: el catalán.» Y sentidamente nos propuso que le diéramos nociones de catalán; y si la suerte le permitía convivir con catalanes al acabar la guerra, le gustaría pronunciar con voluntad propia todo el significado de nuestras palabras; con libertad sostendría un diálogo vivo con quien hablara menos dignamente de la lengua catalana y sabría comprender todo el valor y toda la sonoridad y la simplicidad de expresión.
Yo aprecié del compañero castellano su alto concepto de la lengua catalana y le acogí con deseo de dar cumplimiento al mismo tiempo que me entregué al esparcimiento mental de pensar por qué tipo de magia política se hacía posible un caso (y muchos casos) de comprensión tan apropiado con el verdadero sentido de fraternidad, que es una realidad entre todos los hijos de España; no supe dar otra traducción a este pensamiento a algo que solo podía ser inspirado en una convivencia entre catalanes combatientes, al mismo tiempo dispuesto a dar un sentido de respeto mutuo hacia los catalanes, y de expresarles que ya no era posible la vieja leyenda de odios y de incomprensiones después que la República había reconocido la personalidad política y espiritual de nuestro pueblo, y después que tanta sangre de catalanes y de hijos de otras tierras de España había sido derramada y unida en una misma lucha y en un mismo anhelo de libertad y de justicia.
* “Firmeza”, publicación de la XVII División del Ejército Popular, que incluía un anexo titulado “Butlletí de la Llar del Combatent Català” del que hemos traducido este artículo, aparecido en el nº 4 – octubre 1938.