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Represión sobre la lengua y la cultura de las nacionalidades -I de III-
«Una patria, una lengua, una espada”. Esta era la consigna del régimen fascista respecto a las lenguas y la cultura de las nacionalidades y no reparó en medios para conseguirlo. Sin embargo, actualmente ha aparecido una corriente que intenta revisar la historia; nos quieren hacer creer que nunca se produjo una prohibición del idioma ni tampoco una imposición del castellano como única lengua de todo el Estado.
Una patraña tan burda se viene abajo fácilmente en cuanto se echa una ojeada (para eso están los archivos) a los numerosos decretos del régimen fascista, prohibiendo el uso del gallego, el euskera o el catalán no solo en el área de la Administración y la enseñanza sino también en el Registro Civil a la hora de inscribir los nombres de pila, en las escrituras públicas, en las rotulaciones de hoteles, en discos, en películas, en la publicidad, en todo tipo de publicaciones, etc. Se obligó a castellanizar nombres de personas, de barrios, de calles, de pueblos… Naturalmente, la represión sobre las lenguas autóctonas se centró sobre todo en la enseñanza. No solo se suspendía de inmediato a los maestros que toleraran en sus clases otra lengua que no fuera el castellano, sino que los numerosos “maestros” falangistas que sustituyeron a los maestros republicanos, no dudaban en castigar físicamente a los alumnos que olvidaran la prohibición y se expresaran en su lengua materna.
Galicia: la “longa noite de pedra”
La imposición del fascismo en Galicia supuso un gran retroceso en la cultura gallega. Al igual que en el resto de las nacionalidades, el gallego fue eliminado de todas manifestaciones oficiales y públicas y por supuesto de la enseñanza. Pero no solo la imposición del castellano influyó en las esferas públicas sino que también afectó a las privadas, donde había quedado relegado. En las zonas urbanas y entre las clases acomodadas el gallego desapareció casi por completo, para convertirse el castellano en el único idioma.
Como no podía ser de otra manera, frente a la represión también se produjo un movimiento de resistencia y de recuperación de la lengua y de las manifestaciones culturales. Fueron las zonas rurales, los sectores populares y una parte de la intelectualidad gallega republicana en el exilio los que mantuvieron el gallego y las manifestaciones culturales.
A las prohibiciones y sanciones contra la utilización del gallego se sumaron otros aspectos no menos determinantes para la eliminación del idioma, como las campañas de desprestigio hacia el uso del gallego, considerándolo como sinónimo de incultura.