Repasando la historia:
De Eduardo Galeano
-Fotos: Un hongo grande como el cielo
Cielo de Hiroshima, 6 de agosto de 1945. El avión B-29 se llama Enola Gay, como la mamá del piloto. Enola Gay trae un niño en la barriga. La criatura, llamada Little Boy, mide tres metros y pesa más de cuatro toneladas.
A las ocho y cuarto de la mañana, cae. Demora un minuto en llegar. La explosión equivale a cuarenta millones de cartuchos de dinamita. Allí donde Hiroshima era, se alza la nube atómica. Desde la cola del avión, George Carón, fotógrafo militar, dispara su cámara.
Este inmenso, hermoso, hongo blanco, se convierte en el logotipo de cincuenta y cinco empresas de Nueva York y del concurso de Miss Bomba Atómica, en Las Vegas.
En 1970, un cuarto de siglo después, se publican por vez primera algunas fotos de las víctimas de las radiaciones, que eran secreto militar.
En 1995, la Smithsonian Institution anuncia en Washington una gran exposición sobre las explosiones de Hiroshima y Nagasaki. El gobierno la prohíbe.
-El otro hongo
Tres días después de Hiroshima, otro avión B-29 vuela sobre Japón. El regalo que trae, más gordo, se llama Fat Man. Los expertos quieren probar suerte con el plutonio, después del uranio ensayado en Hiroshima. Un techo de nubes tapa a Kokura, la ciudad elegida. Después de dar tres vueltas en vano, el avión cambia de rumbo. El mal tiempo y el poco combustible deciden el exterminio de Nagasaki.
Como en Hiroshima, los miles y miles de muertos en Nagasaki son todos civiles. Como en Hiroshima, otros muchos miles morirán después. La era nuclear está amaneciendo y una nueva enfermedad nace, el último grito de la Civilización: el envenenamiento por radiaciones que, después de cada explosión, siguen matando gente por los siglos de los siglos.
-El papá de la bomba
La primera bomba atómica fue ensayada en el desierto de Nuevo México. El cielo se incendió, y Robert Oppenheimer, que había dirigido los experimentos, sintió orgullo de su trabajo bien hecho.
Pero tres meses después de las explosiones en Hiroshima y en Nagasaki, Oppenheimer dijo al presidente Harry Truman:
-Siento que mis manos están manchadas de sangre.
Y el presidente Truman dijo a su secretario de Estado, Dean Acheson:
-Nunca más quiero ver a este hijo de puta en mi oficina.
-No eran héroes de Hollywood
La Unión Soviética puso los muertos. En eso coinciden todas las estadísticas de la segunda guerra mundial.
En esta guerra, la más sangrienta de la historia, el pueblo que había humillado a Napoleón hizo morder a Hitler el polvo de la derrota. Alto fue el precio: los soviéticos sumaron más de la mitad de todos los muertos de los países aliados y más del doble de todos los muertos del eje enemigo.
Algunos ejemplos, en números redondos: el cerco de Leningrado mató de hambre a un millón; la batalla de Stalingrado dejó un tendal de ochocientos mil soviéticos muertos o heridos; en la defensa de Moscú, cayeron setecientos mil, y seiscientos mil en Kursk; en la toma de Berlín, trescientos mil; el cruce del río Dniéper cobró cien veces más víctimas que el desembarco de Normandía, pero fue cien veces menos famoso.