OPA al Estado de las autonomías, contra el Estatut de Catalunya. La postura comunista.

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2006 – Estatut de Catalunya: OPA al Estado de las autonomías

Extractos del artículo editado en la página Antorcha.org

«Todo cruje, hasta los más rancios cimientos tan trabajosamente levantados en 1978 (lo de trabajoso es por las dificultades naturales para asesinar a 600 antifascistas, que ese fue el coste del pacto constitucional de 1978)

Si el curso anterior se cerró con el portazo al plan Ibarretxe, el nuevo se abre con algo parecido: otro Estatut para Catalunya.

¿Es que el viejo Estatut se ha quedado obsoleto? No: lo que en realidad ha quedado obsoleta es la misma Constitución. Por eso los falangistas del PP se quejan: el nuevo Estatut contradice la Constitución de 1978, es un ataque directo a su línea de flotación.

Pero, verdaderamente, discutir si el nuevo Estatut cabe o no dentro de la vieja Constitución fascista es absurdo, propio de picapleitos. Lo único cierto es que es Catalunya quien no cabe dentro de la Constitución. Esto sí que es algo realmente importante. Y su consecuencia lógica también es importante: si una nación no cabe dentro de la norma, lo que habrá que cambiar será la norma, no la nación, que no puede dejar de ser lo que es, o sea, una nación.

Los fascistas (y con ellos los socialfascistas del PSOE) dicen que la Constitución define a España como única nación. Pero los antifascistas decimos todo lo contrario: España no es una nación; Catalunya sí lo es.

Por tanto, si la Constitución de 1978 dice lo contrario es porque es una norma fascista, impuesta a costa de 600 asesinatos. Lo que hay que hacer es eliminarla.

Así de claras son las cosas; así de delimitados están los bandos. (…)

El problema hay que verlo en su dimensión histórica. España no ha podido resolver nunca el problema nacional por las mismas razones por las cuales no ha podido resolver ninguno de los problemas que viene arrastrando históricamente y que lo convierten en un Estado extremadamente frágil: porque nunca ha sido un Estado democrático, de manera que una oligarquía fascista (y centralista) siempre ha tratado de imponerse por la fuerza, por la violencia frente a todos sus oponentes, sean quienes fuesen en cada momento. Por eso España no tiene nada que ver con otros Estados europeos: aquí se impuso el fascismo durante décadas y todo lo dejaron para luego “atado bien atado”. Esto no ha sucedido en ningún otro país del mundo; aquí de la democracia no hemos conocido más que breves destellos en épocas muy concretas de la historia, especialmente en la etapa de la República. Lo que sí conocemos bien es al fascismo y a los fascistas.

En 1978 los fascistas tuvieron uno de esos momentos de debilidad: para seguir otros 40 años en el poder tuvieron que abrir un poco la mano. Así nació el Estado de las Autonomías. (…)

El planteamiento que hace la burguesía nacional es claro: si con las migajas de las autonomías hemos llegado hasta aquí, podríamos avanzar mucho más y mucho más rápidamente con todo un Estado. Es más: han llegado a un punto en el que necesitan imperiosamente un Estado para seguir acumulando y compitiendo.

¿Pero qué Estado? A esa parte de la burguesía ya no le interesa el Estado salido de la Constitución de 1978; necesita más poder político de manera que si no se lo dan ahora (con el Estatut o con lo que sea) se lo buscará en otra parte.

Así están las cosas.

Nosotros, los comunistas lo tenemos claro: España es un Estado y Catalunya es una nación. Como tal, le corresponden todos sus derechos, el más importante de los cuales es el derecho de autodeterminación. Pero al mismo tiempo que defendemos a Catalunya, no defendemos a la burguesía catalana y no nos vamos a arrastrar detrás de ella en sus manejos y chanchullos. Es más, tampoco vamos a dejar que embauque a las masas con su falso nacionalismo, con su falsa defensa de Catalunya. A ellos… solo les interesa acumular y explotar en las mejores condiciones posibles y, por tanto, nos van a tener enfrente siempre.

La consigna es clara: los comunistas llamamos a defender todos los derechos de Catalunya como nación frente al centralismo fascista, al tiempo que alertamos de la demagogia que con la excusa de Catalunya pretende levantar la burguesía nacionalista para sus propios fines monopolistas.

Una cosa no impide la otra y, una vez más, nos toca luchar en dos frentes.»

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