Apuntes. Sobre la organización y el funcionamiento del aparato de propaganda de una organización comunista clandestina en el comienzo de la «Transición»
El presente trabajo fue hecho en la prisión de Sevilla II, de manera oficial, para la Universidad del País Vasco -dentro de los estudios de periodismo-, por el preso político Juan García Martín. Fue editado en 1997.
(y II)
6.- Receptores y acogida que dispensaron
Tenemos el mismo problema que con la evaluación de los resultados de la actividad propagandística: hubiera hecho falta realizar algún tipo de encuesta o estudio de campo para ver cómo la propaganda era acogida por cada uno de los sectores a que iba dirigida, cosa imposible. Sólo disponemos de datos indirectos: cómo respondieron ante tal o cual llamamiento práctico, qué número de militantes o de organizaciones había en ese sector o zona, cómo ‘castigaba’ la represión policial el aumento de influencia o de implantación, etc.
a) La propaganda de la OMLE-PCE(r) tenía un receptor principal: la clase obrera, especialmente los obreros fabriles y de la construcción. En consonancia con ello, también se procuraba -y se consiguió- que entre quienes hacían y dirigían la actividad propagandística hubiera el mayor número posible de militantes procedentes de las filas obreras, al mismo tiempo que otros militantes procedentes de medios intelectuales -universitarios, maestros, etc.- reorientaban su actividad para ponerla al servicio prioritario del movimiento obrero. Fruto de todo ello fue y ha seguido siendo que la principal base social de la militancia y de la influencia del PCE(r) haya sido la clase obrera y su implantación permanezca por años en las zonas obreras de Madrid, Vigo, Cádiz, Bizkaia, etc.
b) Otros sectores populares:
– Jóvenes. -No se hacía una propaganda específica para ellos, ya que se consideraba a los jóvenes trabajadores como integrantes de la clase obrera. Sólo el sector estudiantil recibía mensajes específicos.
– Mujer trabajadora. -Ligando su situación, más que a su condición de mujer, a la de principal protagonista de la lucha en los barrios obreros.
– Intelectuales. -Con la idea de fomentar lo que se llamaba «cultura obrera y popular», o sea, reorientando su actividad hacia el movimiento obrero y hacia actividades de ayuda a las víctimas de la represión por medio de la organización «Socorro Rojo».
– Pequeño campesino. -Aquí sí había una propaganda específica para ellos: lucha contra los monopolios y la Banca, contra la gran propiedad latifundista, por la alianza obrero-campesina, la difusión de las experiencias colectivistas del socialismo, etc. Sin embargo, los frutos organizativos de esta actividad fueron cortos, aunque llegaron a haber organizaciones partidistas en zonas concretas de Galicia, La Mancha o Andalucía.
En general, estos sectores siempre se consideraron secundarios respecto al «público obrero»; sin embargo, a partir de 1976, el PCE(r) impulsó la creación de organizaciones políticas de masas para trabajar entre ellas: ODEA entre los estudiantes, «Pueblo y Cultura» entre los intelectuales y artistas, UJA entre la juventud, OMA entre las mujeres, etc.
c) Para consumo interno. -Desarrollo argumentado de la Línea Programática, formación de militantes y simpatizantes en el marxismo-leninismo, experiencias de organización y propaganda cómo defenderse de la represión, etc. Mención especial merece lo que podría denominarse «las autocríticas» ante determinados errores en los análisis o el estilo de trabajo (por ejemplo, al apreciar el carácter de la Reforma en curso, los repetidos intentos de montar sindicatos paralelos a las grandes centrales, la actitud excluyente que se tuvo con la URSS durante una década, etc.) que trascendían lo interno y se publicaban para general conocimiento y enseñanza, dando lugar a interesantes debates.
d) Internacional. -Había una parte de la propaganda pensada para el intercambio de experiencias del trabajo revolucionario y, en general, para informar de la marcha de los acontecimientos políticos en España en medios internacionales, sobre todo en otros países europeos, e incluso, con un ojo puesto en un posible reconocimiento por parte de la República Popular China; se llegaron a publicar un par de números de una revista, NOTICIAS DE ESPAÑA, con esta finalidad específica. Nada hay que decir en cuanto a «reconocimientos» por parte de los países socialistas porque nada hubo; y en cuanto a establecer lazos ideológicos con otros movimientos revolucionarios europeos, habría que esperar más de una década para que empezaran a producirse.
e) Hacia otros partidos o grupos de la izquierda. -Ya he citado antes cómo, siguiendo la consigna de «Unidad y lucha», se publicaban críticas a la actuación y Programas de otros grupos. Dada la escasa respuesta por parte de ellos, en la práctica se convertían en un producto de «consumo interno», en una manera de reafirmarse en los propios planteamientos. De las respuestas de otros grupos, cabe destacar cómo se llegó a oír cosas como «la propaganda de la OMLE la hacen en la Dirección General de Seguridad»; ¿razones? Pues que «atacábamos» mucho a los otros grupos y que la calidad de nuestra propaganda era muy superior a las que ellos lograban sacar a la luz con los mismos medios con que contábamos nosotros.
f) Propaganda dirigida contra el enemigo político principal, contra el Estado fascista. -En general, nunca se perdía de vista que ese enemigo terminaría leyendo nuestra propaganda, lo que le confería, inevitablemente, un aire «triunfalista»: en ningún caso, ni tras las peores caídas, se podía mostrar debilidad, todo lo contrario, era él el que estaba «derrotado».
7.- Organización de la Comisión de Propaganda
En la etapa de la OMLE, el Comité de Dirección, era el organismo que dirigía directamente todas las actividades de Propaganda (y las de Organización), de tal manera que era un único responsable quien coordinaba las distintas secciones del Aparato propiamente dicho y de la Distribución, en la práctica, era el mismo Comité de Dirección quien se encargaba de la redacción de BANDERA ROJA y de ANTORCHA. De esta estructura bastante sencilla y práctica se pasó, tras el Congreso Reconstitutivo del Partido, a formar una Comisión de Propaganda que dependía del nuevo Comité Central; el responsable de esta Comisión formaba parte de la Comisión Ejecutiva del C.C., donde estaban también el Secretario General y el responsable de la Comisión de Organización.
La Comisión de Propaganda tenía tres secciones:
– Comité de Redacción, formado por los periodistas profesionales y responsables de las publicaciones periódicas.
– Aparatos de confección de la propaganda, divididos a su vez en secciones (maquetación e impresión) y en aparatos especializados en distintas publicaciones.
– Distribución Central.
También dependía de esta Comisión, mientras existió, la Escuela de Cuadros «8 de junio».
a) Comité de Redacción. -Se forma tras el Congreso Reconstitutivo y en 1977 llegó a convertirse en un verdadero grupo de periodistas especializados en cada una de las publicaciones (GACETA ROJA, quincenal y BANDERA ROJA, mensual) y en las distintas secciones (internacional, sindical, política, cultura, etc.). El responsable de Propaganda del Comité Central funcionaba como director de publicaciones, al mismo tiempo que coordinaba toda la Comisión de Propaganda y las relaciones de ésta con las demás Comisiones (Organización, Política, Militar).
Además del Comité de Redacción, en la confección de las publicaciones periódicas podía -y debía- participar cualquier militante. Obligada era, desde luego, la participación de los miembros del Comité Central, sobre todo con artículos de su especialidad, Organización sobre todo; luego existía una red de colaboradores locales, normalmente los responsables de Propaganda de cada organismo intermedio y de base. En cada uno de ellos era obligatorio realizar un informe mensual de Propaganda que incluía, además de datos cuantitativos de distribución y cobro, qué parte de la propaganda se distribuía fuera del ámbito partidista, a quién, si se discutía o no y si se hacía individual o colectivamente, qué opiniones y valoraciones merecía cada uno de los artículos y la publicación en su conjunto, etc.; además, a este informe se adjuntaban crónicas, artículos o colaboraciones de cualquier tipo, así como los ejemplares de la agitación producida por la organización en esa zona. Todo ello era una fuente imprescindible para los redactores.
b) Aparato de confección de la propaganda. -En la época de la OMLE, había dos secciones: Maquetación (encargada de la composición de textos y de la elaboración de los clichés de cera utilizados en las multicopistas) e Impresión (encargada de la tirada de los números); ambas estaban estrictamente compartimentadas por razones de seguridad y sólo tenían contacto con citas para la entrega de los clichés o a través del responsable del Comité de Dirección. Tras el Congreso (1975) y a lo largo de 1976, se forman distintos aparatos especializados en las distintas publicaciones: uno para el GACETA ROJA, otro para BANDERA ROJA y otro de reserva o para folletos sin periodicidad regular. La división entre Maquetación e Impresión sólo se mantuvo para el Aparato del GACETA.
c) Distribución. -Lo formaban un grupo de militantes profesionalizados que, desde Madrid y mediante un sistema complejo de citas fijadas de antemano y un conocimiento completo de los sistemas de comunicación estatales, era capaz de llevar todas las publicaciones que editaba el Aparato Central a cualquier organización nacional o regional, todo ello en el plazo de un fin de semana. A partir de este punto, era cada uno de los organismos intermedios el que se encargaba de la distribución en su zona, también en un plazo brevísimo. De la Distribución dependían también los almacenes de propaganda, que funcionaban como depósitos a donde pedir las publicaciones atrasadas. Otra función fundamental era servir de vía para la recepción de datos, crónicas, artículos, opiniones, etc. que servían al Comité de Redacción para la confección de la propaganda. Por último, a través de la Distribución se recibía también la recaudación derivada del cobro de la propaganda (nunca se regalaba).
d) Financiación. -Básicamente, la propaganda, se financiaba cobrando todas las publicaciones, que tenían un precio mínimo y «político» porque no correspondía con su coste real; de ahí que quien era consciente de ello pagase más del precio marcado lo que servía para compensar ese desfase entre el valor y el precio. Cada organismo intermedio rendía cuentas de la propaganda que recibía del Centro y se encargaba del cobro directo a los receptores; si había superávit, se reservaba una parte de él para costear la agitación que era lo único que no se cobraba. Además, se hacían campañas periódicas de recogida de fondos exclusivos para propaganda. Aun así, nunca se llegaba a cubrir gastos, por lo que era preciso echar mano de las cuotas de Organización de los militantes y simpatizantes.
e) Seguridad. -Era un aspecto fundamental de la actividad propagandística por cuanto era muy sensible a posibles detenciones en el tramo final de la distribución (el reparto fuera del círculo clandestino partidista, su llegada a las masas); si la compartimentación no fuera muy estricta y los camaradas encargados de esta labor no fueran muy firmes políticamente y muy profesionales, podría producirse una caída en cadena que podría llegar hasta el mismo Comité Central (de hecho, algunas de las peores redadas que sufrió el Partido vinieron por esta vía, aunque se puede decir con orgullo que nunca se interrumpió la edición ni nunca, hasta los años 80, lograron desmantelar más de alguna sección del Aparato Central). Se funcionaba a través de pisos, secciones y organismos estancos; sólo el Comité de Redacción se reunía con regularidad. El sistema de citas era cuidado al máximo y se concertaban y eran confirmadas por el responsable. La instalación técnica de los aparatos en los pisos era meticulosa: en habitaciones completamente insonorizadas, con las entradas y salidas de papel y publicaciones escalonadas para evitar llamar la atención con grandes bultos, y con discreción en la destrucción de deshechos (nunca se tiraban a la basura).
Otros puntos sensibles eran los sitios de abastecimiento de materiales (papel, tinta, clichés, etc.), que siempre estaban muy controlados por la policía política. Se diversificaban los puntos de compra y éstas nunca se hacían a plazo fijo. Hay que hacer constar que en todos esos años tan sólo se produjo una detención por este motivo. Queda por señalar que toda esta actividad se hacía en el interior del país, sin depender del extranjero para nada. Sólo en algún momento puntual y para alguna compra especializada (por ejemplo, las planchas de alguna tirada especial de folletos) se recurrió al exterior.
f) La propaganda en los organismos intermedios y de base. -En general, se tendía a reproducir a una escala geográfica menor el mismo esquema del Aparato de Propaganda Central; en realidad, cada organización nacional, regional o local tenía también su propio aparato de propaganda y distribución y, además de la edición de la agitación que necesitaban, se encargaban de suplementos periódicos o podían incluso funcionar como aparatos de impresión de los órganos centrales cuando había tiradas especiales de GACETA ROJA (se mandaban copias de los clichés para el sistema offset, que era el que se empleaba a partir de 1976). Esta descentralización de las tareas de impresión se consolidó a partir de 1977, haciendo más seguras y fáciles las distribuciones, que tantos disgustos habían dado, ya que desde el centro sólo había que repartir los clichés y las ediciones extraordinarias o los folletos.
Un problema específico con el que se enfrentaban estos organismos era la distribución de la propaganda fuera del ámbito clandestino del Partido, su reparto entre las masas. Las publicaciones periódicas se repartían en mano, según el área de influencia de cada militante, a su «círculo de lectores» (también se encargaba de cobrarla); en algunas localidades existió un «servicio de suscriptores» al que se le repartía directamente desde el comité correspondiente, pero la incompatibilidad entre la seguridad y el tener cualquier clase de archivo, pronto hizo desistir de esta vía. También había una distribución no fija, cuya forma principal eran la venta directa en las puertas de centros de trabajo o nudos de comunicaciones y la venta de puerta en puerta, aunque esto último se procuraba reservarlo para las campañas periódicas. La agitación, sin embargo, era más indiscriminada, aunque se prefería el reparto en mano que las «tiradas» a voleo (siempre estaba sujeto a la peligrosidad de la zona en lo referente a la presencia de policías o chivatos); a veces había que recurrir al ingenio para superar la vigilancia policial, como los artilugios «retardadores» que hacían «volar» las octavillas cuando los que las habían colocado estaban lejos, o el utilizar las cadenas de montaje de las fábricas para que sirvieran de «transporte» de los panfletos. También se recurría al buzoneo sistemático de determinados barrios obreros.
8.- Formas de expresión periodística
a) Las ediciones de la OMLE-PCE(r) entran de lleno en el campo de la propaganda («proceso comunicativo que disemina, difunde, da a conocer, proporciona ideas, con la finalidad de influir a través de la persuasión ‘envuelta’ en información»), por lo que las formas periodísticas más utilizadas eran los artículos y las crónicas impregnados de un fuerte tono doctrinal, apologético, crítico, polémico y editorializante. En una proporción menor, había notas o crónicas donde pesaba mucho más el aspecto puramente informativo aunque tanto en éstas como en los artículos, había una característica peculiar y común: lo que se llamaba «la alternativa», rematar dando una «salida» a la situación expuesta, hacer un llamamiento a la acción, dar, incluso, un toque de «optimismo histórico» hasta a las situaciones más desesperadas. Otro elemento significativo de la estructura de los artículos era su preocupación por mostrar en todo momento que su contenido no se salía de la ortodoxia doctrinal, por lo que sus tesis se veían refrendadas por las oportunas -y en ocasiones abundantes- citas de los clásicos del marxismo-leninismo.
b) Claridad, sencillez y orden, junto a estas convenientes dosis de apasionamiento en las apologías o las críticas, son las notas distintivas del estilo de escritura de la mayoría del material publicado por la OMLE-PCE(r). Dando por sentada la necesidad de un estudio más detallado y riguroso del conjunto de las ediciones de la época, son los tonos comprometidos, combativos y mitineros los que han predominado en todas ellas; sin embargo, cabe destacar cómo en la práctica se logró que «la pasión no nuble el entendimiento», y basta repasar los artículos de BANDERA ROJA o ANTORCHA para observar cómo sus análisis, críticas o previsiones tienen una gran dosis de racionalidad -y, cabría añadir con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, una gran dosis de acierto en sus apreciaciones más globales-. En este sentido, siempre se procuraba distinguir entre el trabajo de propaganda y el de agitación, predominando las ideas (la difusión de muchas ideas a un número reducido de personas) en el primer caso y lo emocional (una idea para mucha gente) en el segundo o en las publicaciones «para las masas». Merece destacar el caso de la publicación GACETA ROJA que intentó -y en muchos números lo logró- combinar los aspectos ideológicos y agitativos en un nuevo concepto de «periodismo de masas».
También en determinados trabajos teóricos (sobre los problemas de la construcción del socialismo, sobre la cuestión nacional, sobre el papel del PCE en la Guerra Civil o sobre los métodos de lucha en los países capitalistas), se pueden encontrar altas cotas de rigurosidad.
c) Recursos lingüístico-literarios. -Todos los recursos y técnicas utilizados tradicionalmente por la propaganda pueden observarse en las ediciones de la OMLE-PCE(r), especialmente la simplificación y la repetición, que encontrarán su máxima expresión en los titulares y, sobre todo en la consigna. Algunas de ellas han trascendido el tiempo en que fueron creadas e incluso a sus autores y hoy son ampliamente utilizadas («Resistencia activa al fascismo», «Boicot a las mascaradas -farsas- electorales», «Euskadi marca el camino»); otras están conociendo recientemente una actualidad insospechada dentro de cierta «izquierda» («Por la reconstrucción del Partido») y otras, en fin, tuvieron importantes consecuencias en el orden ideológico y práctico como la de «Contra las ilusiones reformistas» que se ha estado machacando para hacer ver que la Reforma era el fascismo sin Franco y hoy poca gente consciente duda de ella, o la de «Buscar armas y aprender su manejo» que el PCE(r) lanzó tras los sucesos de Vitoria de 1976 y que se reflejó en la práctica en la formación de los GRAPO y en la fundamentación teórica de la necesidad de la lucha armada en los países capitalistas. Los titulares que abrían los artículos tenían en muchas ocasiones el carácter de una consigna y daban una idea muy clara al lector habitual de lo que iba a encontrar en su interior (Contra el revisionismo, Por la reconstrucción del Partido, Otra vez sobre las tareas de Organización, etc.) La desfiguración del enemigo fue un recurso ampliamente utilizado en las tareas de propaganda, y no sólo en los medios gráficos (carteles o caricaturas), sino que en los escritos se tendía a unilateralizar o exagerar aquellos elementos que interesaba criticar. En relación con esta tendencia al «casi todo vale contra el enemigo de clase», se observa un cierto grado de desprecio por la rigurosidad de los datos o las fuentes de donde se obtienen -sin que esto quiera decir que se inventen-: basta con un cierto consenso de verosimilitud o lógica para que se utilicen sin mayores comprobaciones.
Se intentaba unir los planteamientos propagandísticos con los problemas o vivencias inmediatas de los destinatarios, de tal manera que el resultado fueran artículos «vivos», que atrajeran el interés del lector «porque ahí se habla de ellos», al mismo tiempo que se huía del «revolucionarismo de oficina»; el hecho de que la mayoría de los propagandistas de la OMLE-PCE(r) procedieran de la clase obrera o de gente ligada a las clases populares facilitaba esta tendencia que resultaba, así, como algo natural, sin el falso y artificioso «obrerismo» que se observaba en las publicaciones de otras organizaciones de izquierda nacidas en medios de la intelectualidad progresista.
Hay que hacer constar tres vicios muy comunes en el lenguaje periodístico de la OMLE-PCE(r): el uso abusivo de coletillas (se hizo famoso el «pero no lo conseguirán…»), de frases hechas que llegaban en momentos a dotar de un «estilo de cliché» a muchos de sus artículos; este vicio se acentuaba por el academicismo en los lenguajes, en las estructuraciones internas de los trabajos, en los términos más usados, fruto quizá de una mezcla del círculo cerrado que propicia la clandestinidad con la falta de relación con otros grupos «de izquierda» que en su mayoría, a estas alturas de la Transición, se habían pasado a la nueva legalidad «democrática», e incluso un academicismo propiciado porque se aprendía a escribir «imitando a los clásicos»; todo ello proporcionaba un cierto acartonamiento, hermetismo o falta de conexión con el lenguaje de la calle a los escritos de corte más ideológico; por último, un tercer vicio era el historicismo, la tendencia a tratar cualquier problema empezando por remontarse a sus orígenes o precedentes históricos, de tal manera que se llegaron a hacer octavillas sobre una huelga en la construcción que empezaban por ‘Desde la Guerra Nacional Revolucionaria…’.
d) Las campañas. -Constituyeron una forma muy útil de articular en el tiempo la labor de propaganda y de tensar todas las fuerzas y recursos disponibles. También era una manera de coordinar las labores de propaganda y organización. En cierta manera, era una forma dialéctica de concebir los avances: acumular pequeños cambios en la labor diaria, gris, permanente, anodina incluso, para, en su momento más propicio -a veces determinado por la marcha general de los acontecimientos políticos o sociales- dar un «gran salto adelante» en todos los terrenos.
– Se puede decir que la OMLE estuvo en campaña permanente por la Reconstrucción del Partido; todos sus recursos se orientaban hacia la meta de echar las bases ideológicas, políticas y orgánicas que culminarían en 1975 con el Congreso Reconstitutivo. Su campaña preparatoria fue intensa en todos los terrenos, pero especialmente en el de la propaganda; se hicieron ediciones especiales de BANDERA ROJA con los materiales a debatir (Programa y Estatutos) y, ya celebrado el Congreso, con los que se aprobaron (incluidos los Informes Políticos, de Organización y de Propaganda). Se hicieron tiradas especiales de comunicados y pegatinas de diferentes tamaños para divulgar el escudo del nuevo Partido. Se editaron carteles «gigantes» alusivos al Congreso.
– En el otoño de 1974, precediendo a la del Congreso, se realizó la «Campaña de Bolchevización», orientada fundamentalmente hacia el interior de la propia Organización y para salir al paso de las erróneas interpretaciones que se habían hecho de la Revolución de Abril en Portugal y que habían suscitado una serie de ilusiones de tipo reformista para la salida de la crisis en España. Tomando como punto de partida la edición y discusión de dos folletos (uno denunciando la Reforma que se nos venía encima tras la previsible muerte de Franco; el otro con textos de Lenin y Mao. Por cierto, fueron las primeras ediciones en offset que se hicieron en el Aparato), se realizaron innumerables reuniones con militantes y simpatizantes. Constituyó la verdadera preparación ideológica del Congreso.
– En la permanente lucha contra el revisionismo carrillista, merecen destacarse las campañas de propaganda que se hacían cada vez que el PCE convocaba una de sus «huelgas generales», llamando al boicot. Algo parecido ocurría ante los procesos electorales de la época, especialmente cuando se convocaba a elecciones para el Sindicato Vertical, elecciones que eran apoyadas por los carrillistas y por CCOO y que sólo servían para «sacar a la luz» -de la vigilancia policial- a los obreros más combativos para después «domesticarles» o reprimirles; el mismo Congreso Reconstitutivo se celebró en medio de una campaña de este tipo. Estas campañas consistían principalmente en hojas de denuncia repartidas en los centros obreros y en reuniones con los más avanzados. Hay que hacer constar que la OMLE, y luego el PCE(r), era casi la única organización de izquierdas que sostenía esta línea boicoteísta, lo que provocaba no pocos encontronazos con los demás grupos situados a la izquierda del PCE.
– La inminencia de la muerte de Franco dio lugar a que se preparara una minuciosa campaña de propaganda basada en la edición de una hoja con un poema de Pablo Neruda, un dibujo y un breve texto del PCE(r); con un mes de antelación a la tan ansiada noticia, se planificó su distribución hasta el último rincón de la geografía estatal y la organización de piquetes que se encargarían de hacerlo en medio de la previsible vigilancia policial de esos días. La misma mañana de conocerse la muerte del dictador, se «alfombraron» las calles de las principales ciudades con los versos de Neruda. No hubo ninguna detención. Hasta tal punto fue el éxito que se sabe que otros partidos que compartían las siglas con el PCE(r), entre ellos los mismos carrillistas, borraban lo de la «(r)» o lo sustituían por su propio distintivo.
– Antes de la muerte de Franco, se hizo una campaña en contra del llamado «Verano del terror» que culminó con los fusilamientos del 27 de septiembre de 1975. Pintadas, octavillas, asambleas… y, por primera vez de forma planificada, se utilizó la «propaganda armada»: cócteles molotov, quema de estaciones de Metro, hasta culminar con las primeras acciones de los GRAPO.
– Campañas de promoción de GACETA ROJA, con colocación de carteles «gigantes» en las puertas de centros de trabajo o nudos de comunicaciones, con ventas directas (en ocasiones, protegidos por piquetes armados por la previsible presencia de policías camuflados o guardas jurados), repartos de puerta en puerta, etc.
e) Símbolos, personalidades, aniversarios. -Existían dos símbolos propios en la época del PCE(r):
– La hoz y el martillo, pero introduciendo un puño que los sujeta y una estrella.
– La bandera tricolor de la República con una estrella roja en el centro.
También hay que citar que el PCE(r) cuenta con un himno de composición propia.
En cuanto a la exaltación de las grandes personalidades del Marxismo-leninismo, sus bustos (los de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao) aparecían regularmente en la cabecera de la revista ANTORCHA de la época de la OMLE (durante un tiempo, también se reprodujeron en la de BANDERA ROJA); junto a ellos, también se echaba mano de la figura de José Díaz, Secretario General del PCE durante la Guerra Civil.
Junto a artículos conmemorativos y apologéticos en las publicaciones con motivo de fechas señaladas, había una sección que aparecía con cierta regularidad, los «Ejemplos a seguir», donde se destacaba algún caso de militante o simpatizante digno de figurar como ejemplo de entrega revolucionaria.
También los aniversarios tenían cabida en la propaganda, especialmente los relacionados con la Guerra Civil (Guerra Nacional Revolucionaria, siguiendo la terminología del propio PCE de la época); como peculiaridad, la OMLE-PCE(r) conmemoraban el 18 de julio como «Día de la reacción y la revolución» y el 16 de febrero como «Día de la República Popular» en lugar del 14 de abril que se consideraba como el «Día de la República burguesa». Además, no faltaban actividades propagandísticas los Primeros de Mayo o el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
f) La subpropaganda. -En determinadas organizaciones locales se hicieron excursiones abiertas a la sierra o al campo que se aprovechaban para recaudar fondos, dar charlas políticas informales o establecer contactos con gente nueva, jóvenes principalmente. También la emisión en vídeo de películas soviéticas -entonces prohibidas en España- servía para abrir debates y establecer contactos.
9.- La técnica y el militante
Situados en la España de 1973-1976, se puede decir que la OMLE-PCE(r) disponía de los elementos técnicos de impresión más modernos de los que había en el mercado y que eran susceptibles de ser utilizados en la clandestinidad de un piso debidamente acondicionado. Sin embargo, lo principal, la clave de la alta calidad formal que siempre tuvo su propaganda impresa (a años luz de la de otros grupos de la izquierda de la época), no fueron los medios técnicos, sino el talante político y personal de quienes militaban en los Aparatos de Propaganda y de sus responsables.
Había buenas máquinas de escribir manuales o eléctricas para confeccionar los clichés de cera de las multicopistas, pero cada cliché siempre se corregía dos veces: una cotejándolo con el original para no cambiar nada del contenido, y otra para las erratas o faltas de ortografía. ¿Y los titulares? Aún no se disponía de máquinas impresoras de clichés capaces de «leer» un original (en 1975 se consiguió la primera), por lo que había que ir a una tienda especializada con una plancha con titulares «inocentes» para luego trocearlos y componer los nuevos títulos que, al final, se pegaban sobre los clichés definitivos; de esta forma, «La lucha contra el raquitismo» (fascículo 3), se transformaba en «La lucha contra el fascismo». En cuanto a la impresión, se vigilaba la limpieza y claridad de cada página, cada encuadre. Y todo ello en un espacio limitado en el tiempo, pues había toda una red de distribución esperando y la cadena no podía pararse. No eran infrecuentes los casos de estar tres y cuatro noches sin dormir para poder sacar una edición de última hora… y sin que eso sirviera de excusa para rebajar la calidad. En cuanto a la distribución, eran famosos «los maletones» de más de treinta kilos cargados de «dinamita impresa» que jóvenes luciendo su más «inocente sonrisa» habían de pasar por estaciones y otros nudos de comunicaciones estrechamente vigilados por la policía.
Había una consigna de origen maoísta que siempre orientó a los militantes destinados en el Aparato: Calidad, cantidad, rapidez y economía, a las que podría unirse la de seguridad. Siempre se siguieron estas reglas, combinándolas con la debida profesionalidad que permitió el paso, relativamente rápido y sin cambios sustanciales en el personal de los Aparatos, desde el sistema multicopista al de la OFFSET, lo que permitió, además de una mejora sustancial de la calidad de las ediciones, un ahorro de tiempo que hizo posible la edición quincenal de GACETA ROJA y aun la existencia de planes para sacarlo semanalmente.
También tenía mucho que ver con esta actitud política y profesional de los militantes del Aparato el poder estar a la última en cuanto a avances técnicos, visitando exposiciones o pidiendo demostraciones en las casas distribuidoras de las principales marcas (debidamente «acreditados» como potenciales y solventes compradores); esto permitía abastecerse de lo último del mercado. Y aquí merece reseñar que ese «abastecimiento» se hacía por la vía de la expropiación: los militantes del Aparato señalaban tal o cual necesidad y dónde cubrirla, y los militantes de la Sección Técnica se encargaban de servirles a domicilio, dándose el caso de contar en el Aparato con medios que aún no estaban a la venta pública.