Luchas, derrotas, victorias… Antifascistas
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Italia y la lucha contra el fascismo
En Italia, la enconada lucha del movimiento obrero contra el fascismo era más evidente que en ningún otro lugar. Una de las razones era que el fascismo tenía allí su cuna, de modo que en lugar de una resistencia surgida de golpe frente a la invasión, fue madurando a lo largo de décadas bajo un odiado sistema social que se asoció al capitalismo desde 1922. Financieros y empresarios suministraron el 74% de los fondos del partido fascista y, a cambio, Mussolini aplastó los sindicatos e impuso draconianos recortes de salarios; condenó a 17.000 adversarios políticos al exilio interior; a 60.000 a vigilancia especial y control. Los trabajadores constituían el 85% de los presos.
Poco a poco la separación entre la minoría de resistentes, políticamente motivados y endurecidos por múltiples luchas y las masas populares fue menguando. Esto se vio claramente cuando las huelgas se multiplicaron en el cinturón industrial del norte del país en la primavera de 1943, especialmente en las fábricas de armamento. Durante el invierno de 1942-1943 los paros aumentaron de dos a cinco al mes. Después, el 5 de marzo, 21.000 trabajadores de Fiat Mirafiori respondieron al llamamiento de la célula comunista y se declararon en huelga. Para el 15 de marzo el movimiento abarcaba ya a 100.000 hombres y mujeres y para el final del mes todas las fábricas del Piamonte habían cerrado.
La huelga de Turín fue la primera huelga masiva con éxito en dos décadas y posiblemente la más importante de toda la guerra a escala mundial. Los jóvenes lanzaron un ataque en Turín contra los barracones y se congregó una enorme manifestación frente a la Cámara de Trabajo, donde los obreros pedían armas y exhibían pancartas con la frase “Convirtamos Turín en Stalingrado”. Era el auténtico ejército de la clase obrera en movimiento.
La resistencia en el lugar de trabajo tan solo era una forma de guerra popular. Los Grupos de Acción Patriótica (GAP) y los Escuadrones de Acción Patriótica (SAP), comandados por comunistas, operaban en el entorno urbano. Estaban dirigidos por experimentados antifascistas (muchos de ellos, brigadistas internacionales de la guerra antifascista en España) u ocasionalmente por soldados que habían conseguido llegar a las montañas armados antes que los alemanes pudieran capturarlos. Solo en Pavía el 50% de los llamados a filas por los nazis no se presentaron. Se calculaba que seis de las 25 divisiones de la Wehrmacht estaban ocupadas lidiando con los partisanos.
Desde el bando opuesto, Kesselring, comandante supremo de Alemania para Italia, se quejaba de que desde el inicio de la guerra de guerrillas, en junio de 1944, los 200.000 o 300.000 partisanos «constituían una amenaza real para las fuerzas armadas alemanas y jugaron un papel decisivo en la campaña. Eliminar esta amenaza era de vital importancia para nosotros». Consideraban que «las luchas contra las fuerzas regulares enemigas y contra los grupos de partisanos tenían la misma importancia, de modo que había que emplear las mejores tropas…»
Las guerrillas se adjudicaron 5.449 acciones por sorpresa, 218 batallas campales, 458 locomotoras destruidas, 356 puentes volados y 5.573 operaciones de sabotaje contra las líneas de comunicaciones y de suministro de energía, así como decenas de miles de soldados enemigos muertos.