Memoria Viva
Juan García Martín – Preso Político del PCE(r)
En recuerdo de Carmelo Círia, impulsor del «Foro por la Memoria» de El Puerto de Santa María
A mi abuelo lo fusilaron en una cuneta, por obrero, comunista y republicano. Allá, por el verano de 1936. La misma suerte corrieron decenas de miles de sus compañeros y camaradas. Durante décadas, sus impunes verdugos han pisoteado sus tumbas, turbando su descanso. Sus risas satisfechas y soeces no han dado reposo a mi abuelo ni un solo día. Luego, los vencedores y sus herederos rentabilizaron aquella orgía de terror y el silencio, el sudor y el miedo de los vencidos y sus descendientes. Sobre sus osamentas erigieron autopistas, ferrocarriles, bancos, fábricas, urbanizaciones… Ni aun así cayó en el olvido la fosa donde yace mi abuelo. Como puños espectrales erguidos sobre sus tumbas, la memoria resistente de los caídos, su ejemplo y sus ideas han perdurado a través del tiempo exigiendo justicia. ¿Cuándo descansará mi abuelo’, cuándo descansarán nuestros muertos?
Durante años, mi abuelo y sus compañeros lucharon por acabar con la felona y podrida monarquía española, cuya bandera rojigualda simbolizaba, como hoy, el poder de terratenientes, banqueros, empresarios, curas, militares y caciques. Mi abuelo fue republicano y murió por ello. Cuando la bandera republicana de nuevo penda de todos los balcones y flamee en todos los mástiles, entonces descansarán mi abuelo y todos sus compañeros caídos.
Pero a mi abuelo lo fusilaron, también, por rojo comunista. No quería una república cuyo único cambio, además de la bandera, fuera sustituir un rey por un presidente. Así fue como mi abuelo votó el 16 de febrero de 1936 por el Frente Popular. Empezaba la revolución en España y los fascistas se sublevaron y acabaron con ella. Por eso, cuando las futuras banderas republicanas triunfantes ondeen luciendo la roja estrella proletaria, simbolizando, así, que las fábricas, bancos y campos sean para siempre de los trabajadores y que el brazo armado de la reacción ha quedado destruido, cuando los explotadores y opresores pasen a ser un mal recuerdo, sólo entonces descansarán mi abuelo y todos sus camaradas.
Además, mi abuelo, antes de ser fusilado, fue un preso político. Luego, su nieto también ha sido y es preso político. Desde 1936 hasta hoy, ni un solo día ha dejado de haber presos políticos en España. Por eso, cuando en nuestro país no hayan presos políticos revolucionarios, cuando en las cárceles solo se encuentre la hez irredenta de la sociedad, incluyendo verdugos de ayer y hoy y quienes les mandan, sólo entonces descansará mi abuelo, descansarán todos nuestros caídos.
En mi pueblo, falangistas, terratenientes, militares y curas se reunieron en el Casino para hacer listas con los nombres de rojos, sindicalistas y republicanos a los que encarcelar y fusilar. Uno de ellos fue el de mi abuelo. Más tarde, el 23 de febrero de 1981, sus hijos se volvieron a reunir en el mismo sitio y volvieron a hacer listas de «rojos». En esta ocasión se contentaron con amenazarnos y hacernos sentir su negra y permanente presencia; el trabajo sucio se lo encomendaron a los nuevos aguiluchos disfrazados de «demócratas», al PSOE, que, vía GAL y reconversiones, se mostró digno gestor de los intereses de sus amos monopolistas.
Hoy los nietos de los facciosos del 36 siguen haciendo listas de resistentes antifascistas y antiimperialistas y las hacen aprobar en las Cortes, en la ONU y en el Parlamento europeo con la etiqueta de «comunistas, terroristas o sediciosos». Por eso, cuando el pueblo trabajador soberano se reúna libre y democráticamente en las plazas de barrios y pueblos, en las naves de las fábricas, en los tajos… y hagan listas de sus verdugos, explotadores y lacayos de la reacción, y esas listas sean expuestas públicamente para denuncia, recordatorio y prevención, entonces descansará mi abuelo y todos sus compañeros caídos.
La historia de mi abuelo fue, primero, silenciada; luego me fue susurrada con miedo en la mirada y las palabras. Hoy se empiezan a sacar de sus anónimas tumbas los huesos de mi abuelo y sus compañeros y compañeras; sin embargo, pretenden dejar enterradas sus ideas revolucionarias, echando un manto de «silencio sobre ellas. Al mismo tiempo, se están abriendo nuevas fosas para sus nietos, para quienes durante y después de la Transición rescatamos aquellas ideas, fuimos consecuentes con la necesidad de llevarlas a la práctica y por ellas nos jugamos la vida y la libertad. Por eso, cuando el nombre de mi abuelo sea pronunciado en voz alta y se proclamen con orgullo las ideas por las que fue asesinado, cuando se cante abiertamente y sin lástima su gesta y la de sus camaradas, cuando a los resistentes de hoy se nos reconozca como sus legítimos herederos de lucha y cuando, por contra, una losa de ira justiciera se eche sobre sus verdugos de ayer y hoy, sólo entonces mi abuelo descansará y, con él, todos sus compañeros.
Cuando todo esto ocurra, cuando los vencidos sean los vencedores y los vencedores de ayer sean los vencidos, sólo entonces descansarán mi abuelo y todos nuestros caídos y vivirán eternamente entre nosotros, como hoy siguen viviendo sus ideas.
Editado en la revista en papel El Otro País, n.º 95, de septiembre-octubre 2020.