Alientos de Lucha
Agenda
Cinco mujeres contra el Zar
Vera Figner
(Rusia 1852-1942)
“En esta época, varias personas comenzaron a sugerir que el elemento de la lucha política tenía que jugar un papel en las tareas del movimiento revolucionario. Dos bandos, orientados en direcciones opuestas, habían surgido dentro de Tierra y Libertad.
Aunque el partido no se escindió en el Congreso de Vorónezh, la posición de cada uno se hizo más o menos clara: algunos decían que teníamos que seguir trabajando como hasta entonces: es decir, que debíamos vivir en el campo y organizar revueltas campesinas en localidades determinadas; otros afirmaban que debíamos vivir en las ciudades y dirigir nuestras actividades contra el propio gobierno central. Poco tiempo después, cuando el partido finalmente se dividió, me invitaron a convertirme en agente del Comité Ejecutivo de La Voluntad del Pueblo. Mi pasada experiencia me había convencido de que la única manera de cambiar el orden existente era por medio de la fuerza. Si cualquier otro grupo de nuestra sociedad me hubiese mostrado otro camino que la violencia, quizás lo hubiera seguido; por lo menos, habría hecho la prueba. Pero, como ustedes saben, no tenemos prensa libre en nuestro país, y por lo tanto las ideas no se pueden divulgar por medio de la palabra escrita.
No veía signos de protesta, ni en los zemtvos, ni en las cortes, ni en ninguno de los demás grupos organizados de nuestra sociedad; ni tampoco la literatura producía cambios en nuestra vida social. Y entonces concluí que la violencia era la única solución. Yo no podía seguir la senda de la tranquilidad.
Una vez que hube llegado a esta conclusión, permanecí fiel a ella hasta el final. Siempre había exigido que una persona –tanto yo como los demás– fuera coherente, que armonizara la palabra con el hecho. Siendo así, una vez que había aceptado la violencia en teoría, sentí la obligación moral de participar directamente en las acciones violentas que emprendiera la organización a la que pertenecía. En verdad, la organización prefería usarme para otros fines: para realizar propaganda entre los intelectuales. Pero yo deseaba y exigía para mí otro papel. Sabía que sería juzgada, tanto en la corte como ante la opinión pública, según que hubiera participado o no directamente en actos de violencia. Por eso hice las cosas que hice. Mis actos –actos que algunos podrían llamar «sanguinarios» y podrían considerar como terribles e incomprensibles, actos que, si fueran simplemente enumerados, podrían parecer a la corte fruto de una total falta de sensibilidad– estuvieron inspirados por motivos que, al menos para mí, tienen una base honorable.
La destrucción de la forma absolutista de gobierno era el aspecto más vital de nuestro programa, la parte que tenía para mí la mayor importancia. En realidad no me preocupaba si el régimen sería remplazado por una república o una monarquía constitucional: el punto crucial era que se crearan las condiciones bajo las cuales el pueblo pudiera desarrollar sus capacidades y aplicarlas en beneficio de la sociedad. Creo que bajo nuestro actual sistema, tales condiciones no existen.”
Sobre la autora:
Activista revolucionaria. Viajó a Zúrich para estudiar medicina, ya que en Rusia las universidades estaban vetadas para las mujeres. Allí entró en contacto con exiliados rusos y con sus ideas revolucionarias. En 1881 asumió las funciones de responsable de la organización Voluntad del Pueblo. Intentó reconstruir la fuerza inicial del partido, la mayoría de los líderes con experiencia estaban en la cárcel. Figner fue arrestada en febrero de 1883, se la condenó a muerte, posteriormente se conmutó la sentencia por la de prisión perpetua.
Pasó veinte años en la fortaleza de Shlisselburg. Tras la revolución de 1917, escribió su autobiografía Rusia en las tinieblas en la que narra la vida en prisión, sin dramatizar lo que debieron ser unas condiciones de vida terribles.
*Descarga del libro. 384 páginas.