Alientos de lucha
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“La Jungla”
Upton Sinclair
(EE.UU. 1878 – 1968)
“En países como Estados Unidos, que antaño fueron democracias y en los que la voluntad del pueblo se opuso a ellos, han logrado llevar a cabo su golpe de Estado mediante sobornos. Sin freno, se han servido del poder de sus expoliaciones y sus robos para reafirmarse en sus privilegios
(…) Pero ¿y ustedes, los obreros, los trabajadores? Ustedes siguen bregando como bestias de carga, sin más conciencia que la del día que pasa y sus fatigas, porque los han habituado a eso y eso les han enseñado. Y, sin embargo, ¿hay aquí, entre ustedes, algún hombre capaz de creer que un sistema así pueda durar indefinidamente?… ¿Habrá aquí algún hombre que afirme que no ha de llegar el tiempo de que el producto del quehacer humano pertenezca a la humanidad, que sea empleado en su beneficio y administrado conforme a su voluntad?
Y, si eso ha de ser así, si ha de realizarse, ¿cómo ocurrirá, cuál es el poder capaz de instaurar ese estado de cosas? ¿Creen ustedes, acaso, que sucederá por obra de sus amos; que serán ellos quienes redacten los estatutos de las libertades de ustedes; quienes forjen la espada de la liberación de ustedes, quienes acaudillen y conduzcan al combate a ejércitos de ustedes? ¿Creen que gastarán sus caudales en financiar esa empresa…? ¿Es que no se dan cuenta de que la tarea es enteramente de ustedes, de que son ustedes quienes deben soñarla, hacerla posible, llevarla a cabo?… ¿No ven que todo se debe conquistar luchando a pecho descubierto contra la furia del opresor,… El triunfo de ustedes ha de venir del doloroso avanzar a tientas de una mente que no ha sido instruida, del balbucear de una voz que no ha aprendido a hablar, del hambre triste y amarga del espíritu; de la búsqueda, la lucha y el anhelo; de la desesperanza y las torturas del corazón; del sufrimiento, el dolor, el sudor y la sangre. Deben ustedes comprar su propio despertar con dinero sacado del hambre, con conocimientos adquiridos a costa de horas de sueño,… un impulso… dotado de una voz imperiosa y penetrante,… ¡La voz de todas las injusticias que les han infligido; la voz de sus deseos, … ¡La voz de los pobres que claman por la desaparición de la pobreza; la de los oprimidos que abogan por la supresión de los yugos!… ¡La voz del trabajo! ¡Este gigante que, ultrajado, desdeñado, yace en el suelo, ignorante de su poderío; ese coloso descomunal, más grande que las montañas, que vive sujeto por cadenas y cegado! Pero he aquí un sueño de rebeldía visita al coloso: la esperanza se debate en sus adentros contra el miedo, hasta que, de pronto, se agita, cae un grillete, una sacudida anima su cuerpo formidable conmoviendo lo más apartado de sus extremidades y, entonces, con la viveza del relámpago, el sueño se torna acción. El gigante se levanta, da un primer paso, saltan las cadenas y las cargas que lo agobiaban son rechazadas. Y, una vez en pie, titánico, imponente, grita su gozo de recién nacido.
La voz del orador se vio interrumpida por el énfasis de su sentimiento. Firme en la tribuna, con los brazos alzados ante sí, parecía que la fuerza de su sueño le había llevado a una especie de levitación. El público se alzó entre un estallido de voces, unos agitando los brazos, otros con una risa abierta a impulsos de la excitación que experimentaban.
Sobre el autor
Militante socialista, escribió más de 100 volúmenes de ensayo, narrativa y teatro, en los que prevalecen el tono contestatario y de denuncia. En 1906 apareció una de sus novelas más famosa, La jungla, en la que narra las condiciones en que trabajaban los obreros de los mataderos de Chicago y los abusos de la industria distribuidora de carne. Publicado por cuenta propia, ya que los editores se negaron a hacerlo, el libro se convirtió en un gran éxito. La fuerza de la denuncia obligó al gobierno a abrir una investigación sobre las condiciones de trabajo e incluso tuvieron que presentar un proyecto de ley sobre la pureza de los alimentos.
Descarga del libro “La Jungla”: