Alientos de lucha
Agenda
«El cemento»
Fyodor Gladkov.
(Rusia 1883 – Moscú 1958)
“-Querido amigo, también yo me salgo de mis casillas porque es que me quema la sangre… Quizás sea esta afinidad contigo la que me hace querer a un diablo como tú… Pero el quid de la cuestión no reside ahí, señor mío: lo esencial es no perderse en menudencias. No olvides que somos comunistas, que estamos consumando una revolución y construyendo el socialismo, lo cual representa una lucha colosal y tremenda. Se nos oponen millones de obstáculos: de una parte, los enemigos abiertos o solapados, y de otra una multitud de prejuicios. Añade a eso la ruina, el hambre… Todo hay que rehacerlo o construirlo de nuevo. No se trata de una simple restauración o de un arreglo, no; lo que hacemos es edificar el sistema de vida con que soñó siglos y siglos la humanidad.
(…)
-Lo que aquí se juega, amigo Tsjeladze, no está en tu mano el decirlo, pues poco podrías hacer… Se nos viene encima una terrible riada, una calamidad peor que la guerra civil, la ruina, el hambre o el bloqueo… Tenemos frente a nosotros un enemigo solapado, que no combate fusil al brazo, sino que trae como arma todos los encantos y seducciones del mercantilismo capitalista. Tenemos en nuestras manos todo el sistema de la economía nacional, lo cual supone mucho. Pero el fariseo, el vividor, comienza a salir del vientre de la sociedad. Engorda y reencarna en diferentes formas. Ya está haciendo el nido en nuestras filas,y se parapeta tras la segura barricada de la frase revolucionaria y de los rojos atributos del heroísmo bolchevique. El mercado, los cafés, los escaparates, los manjares, el confort, el alcohol… después de una guerra, la gente tiende a desasirse de la cadena… Puede influir el pánico, o la rebeldía o el decaimiento… Y no es por cansancio, no; se trata de una protesta revolucionaria sana, de un instinto de clase excesivamente aguzado, de un romanticismo combativo. Y claro, los viejos métodos de lucha no constituyen ya un arma. El enemigo es rastrero, astuto y escurridizo. Necesitamos forjar nuevos instrumentos para una nueva estrategia. A nosotros no nos valen la simple indignación o la rebeldía, que se convierte en reacción y en histerismo. Se requiere una transformación de arriba abajo; necesitamos volver a templarnos a forjarnos como bolcheviques con vistas a un largo estado de sitio. El romanticismo de los frentes de batalla ha muerto y hoy no es necesario: se necesitan hombres serenos, fríos, tesoneros, de recia dentadura, músculos de toro y nervios a toda prueba. Hemos de ser bolcheviques hasta el fin, Tsjeladze. Tranquilízate y meditemos juntos muchos problemas que requieren un gran esfuerzo mental.”
Sobre el autor:
Nació en el seno de una familia de campesinos pobres. Desde su juventud se vinculó al movimiento revolucionario, por lo que conoció la represión y el destierro bajo el zarismo. Cuando comenzó la revolución de Octubre ingresó voluntario en el Ejército Rojo. Al terminar la guerra regresó a Moscú, dedicándose a la literatura y escribiendo relatos sobre el frente, especialmente “Cemento”, donde narra el heroico esfuerzo de los trabajadores de la construcción tras la guerra para reconstruir el país, salir de la ruina y edificar el socialismo.