Alientos de lucha
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Poema pedagógico
Antón Makarenko
(Rusia 1888 -1939)
“También se hablaba de la disciplina. La base de la teoría de esta cuestión eran dos palabras que se encuentran con frecuencia en Lenin: “disciplina consciente”. Para toda persona de sentido común en estas palabras se encierra una idea simple, comprensible y prácticamente necesaria: la disciplina debe estar acompañada de la comprensión de su necesidad, de su utilidad, de su obligatoriedad, de su significación de clase. En la teoría pedagógica eso resultaba distinto: la disciplina no debía surgir de la experiencia social ni de la actividad práctica y amistosa de la colectividad, sino de la conciencia pura, del simple convencimiento intelectualista, del vapor del alma, de las ideas. Después, los teóricos siguieron profundizando y acordaron que la “disciplina consciente” no sirve para nada si surge como resultado de la influencia de los mayores. Esto ya no es una disciplina verdaderamente consciente, sino amaestramiento y, en realidad, una violencia ejercida sobre el vapor del alma. No hace falta una disciplina consciente, sino una “autodisciplina”. Igualmente es innecesaria y peligrosa toda organización de los niños. Lo imprescindible es la “autoorganización”.
De regreso a mi rincón perdido, yo empezaba a meditar. Y pensaba así: todos sabemos perfectamente qué hombre debemos educar, esto lo sabe cada obrero culto y consciente y lo sabe bien cada miembro del Partido. Por lo tanto, las dificultades no estriban en la cuestión de qué hacer, sino de cómo hacerlo. Y esta cuestión pertenece ya a la técnica pedagógica.
La técnica puede ser deducida solamente de la experiencia. No se podrán haber encontrado las leyes del horneado de los metales si en la experiencia de la humanidad nadie hubiera horneado metales alguna vez. Solo cuando existe una experiencia técnica, son posibles los inventos, los perfeccionamientos, la selección.
Nuestra producción pedagógica no se basó nunca en la lógica técnica, sino en la lógica de la prédica moral. Esto se ve sobre el terreno de la educación propiamente dicha; en el trabajo escolar las cosas marchan algo mejor.
Precisamente por ello nos faltan todas las secciones importantes de la producción: el proceso tecnológico, el recuento de las operaciones, el trabajo de diseño, la aplicación de poleas y de aparatos, las normas, el control.
Cuando yo pronuncié tímidamente estas palabras al pie del “Olimpo”, los dioses me arrojaron ladrillos y gritaron que ésta era una teoría mecánica.
En cambio, yo, cuanto más lo pensaba, mayor parecido descubría entre el proceso de la educación y los procesos habituales en la producción material, sin ver en esta semejanza ninguna mecanización particularmente espantosa. La personalidad humana continuaba siendo en mi imaginación una personalidad humana con toda su complejidad, su riqueza y su hermosura pero, me parecía precisamente por ello, era necesario manejarla con unos aparatos de medición más precisos, con mayor responsabilidad y mayor ciencia, y no al estilo del simple e ignorante curanderismo. Lejos de ofender mi idea del hombre, la profundísima analogía entre la producción y la educación me hacía sentir, al contrario, un respeto particular por el hombre, ya que tampoco se puede tratar sin respeto a una máquina buena y complicada”.
Sobre el autor:
Makarenko es, sin duda, el pedagogo comunista más representativo e influyente de todos los tiempos. En dos de sus obras noveladas, Poema pedagógico y Banderas en las torres, cuenta su labor de reeducación entre niños y jóvenes huérfanos, abandonados en la calle a consecuencia de la guerra civil. Su principio fundamental es que la educación es un proceso que se produce con esfuerzo, disciplina y el trabajo colectivo, cuyo objetivo es el ejercicio de una socialización eficaz y productiva.