Recuperando materiales históricos:
Libro de Arenas.
De ahora mismo
Juan Pernales
Libro de relatos escrito por Manuel Pérez Mártinez, editado en 1983 por el PCE(r), 2ª reedición en 1999.
Nota:
Por más que otros se empeñen en pintarlo con los tonos más heroicos, la verdad es que la vida que arrastramos en los aparatos clandestinos es pesada y guarra como pocas. Pero trabajos como éste del viejo nos redimen del aburrimiento. Hacía tiempo que no me sorprendía la letra impresa, tal es el empacho de tinta que acarrea esta labor y su rutina. Pues bien, con esto del Pernales no hay caso, no importa leerlo y releerlo del derecho y del revés, escribirlo, corregirlo, Imprimir … en cada tarea te sorprende la vivacidad del viejo y la fuerza de su pensamiento. Es un texto vivo y contundente como pocos. Parece increíble que un viejo aseste tales puñetazos.
Porque eso es lo curioso, que no se enrolla con viejas historias. Al contrario, resulta que está atento y asimila la experiencia más rica de cada día, que analiza los acontecimientos más novedosos y los critica con una precisión de maestro. Y lo más maravilloso es que se entusiasma con ellos y nos entusiasma a nosotros (en gran medida protagonistas de los mismos) con su vitalidad. Y nos hace protagonistas a su vez de su propia vida y de sus propias experiencias, rescatando una historia tan necesaria para nuestro pueblo.
Y con este saludo a viejo tan entrañable -vale, tío-, la higa a los editores de campanillas que no se atrevieron con un texto tan delicioso y tan sano. Ellos se privan del placer de hacer algo realmente importante y nos han dado a nosotros la posibilidad de sacudimos del tedio de la insonorización y el pica pica del vitrofib cambiando impresiones desde cada página con este viejo que tan bien entiende a los jóvenes y la historia del momento.
-Los apologistas de la porra
Los apologistas de la lacra del capitalismo acusan, a quienes no hemos unido nuestra palabra al coro de sus pestilentes voces, de hacer apología del terrorismo, siempre, claro está, que no nos lo impide una férrea mordaza.
Por ejemplo, si a un guardia le ponen en una mano una porra (para que golpee con ella a los ciudadanos pacíficos e indefensos) y un sobre cada fin de mes para tenerlo medianamente contento, eso, a los apologistas del sistema, les parece justo y legítimo, digno de los mejores elogios; por consiguiente, no ven nada reprobable en la apología que ellos hacen cada vez que dicho guardia nos atiza con su porra reglamentaria. En cambio, a un servidor de ustedes no se le puede ocurrir -no le está permitido en modo alguno- salir en defensa de los ciudadanos que son apaleados y maltratados todos los días en las calles y comisarías. Esto no pasa de ser apología del terrorismo.
Se comprende que los apologistas de la porra disponen de distintas medidas y categorías morales para aplicar según los casos y los intereses en juego…
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