Memoria histórica imprescindible:
-Amparo Barayón Miguel
Fue una pianista y militante republicana y feminista española. Compañera de Ramón J. Sender. Fue fusilada el 11 octubre de 1936 por asesinos falangistas.
El 10 de octubre de 1936 la pequeña Andrea Sénder Barayón fue separada de su madre y trasladada al hospicio. En sus últimas horas en la cárcel de Zamora antes de ser fusilada en las tapias del cementerio de la ciudad, Amparo escribió, en una carta de despedida a su marido:
“No perdones a mis asesinos que me han robado a Andreína, ni a Miguel Sevilla que es culpable de haberme denunciado. No lo siento por mí, porque muero por ti. Pero ¿qué será de los niños? Ahora son tuyos. Siempre te querré. Amparo”
Al día siguiente, 11 de octubre de 1936, Amparo fue entregada a un grupo de falangistas dirigidos por Martín Mariscal, y asesinada a los 32 años de edad en el cementerio de Zamora junto con otras dos mujeres, Juliana Luis García y Antonia Blanco Luis, vecinas de Zamora. Asimismo, los hermanos de Amparo habían sido asesinados, Antonio el 28 de agosto y Saturnino el 18 de septiembre de 1936. Los tres hermanos Barayón fueron sometidos, tras su asesinato, a expedientes incoados por la Comisión Provincial de Incautación de Bienes, que pasaron a la jurisdicción de Responsabilidades Políticas. Como prueba de la importancia que los golpistas le atribuían, Amparo fue incluida en el expediente número 1 de la provincia. Las autoridades justificaron su muerte, informando en 1937 que Amparo estaba “conceptuada como espía”.
Los niños Ramón y Andrea, hijos de Amparo y Ramón, que habían quedado en zona franquista fueron recuperados por su padre con la colaboración de la Cruz Roja Internacional en la primavera de 1938.
-La Guardia Mora
«(…) Cuando la Guardia Mora entró en el pueblo comenzó a degollar a todos los hombres y niños, a las mujeres y a las niñas nos encerraron en la casa del cura, eramos unas treinta, nos custodiaba un hombre negro con tatuajes de la Legión en los brazos, apenas hablaba castellano, con una especie de machete doblado nos arrinconó y cuando Matilde Pozas intentó dialogar para que le diera agua a su niña le arrancó la mano izquierda de un machetazo.
Afuera se escuchaban los gritos de nuestros padres, hermanos, maridos e hijos, lo veíamos por una pequeña ventana, en fila los iban asesinando entre las risas de los mandos del ejército español y los jefes falangistas, que disfrutaban del «espectáculo» sentados junto a la escalera de la pequeña plaza de toros. La sangre corría por las cuestas de Alfareque, era como un manantial de agua roja, olía a carne destrozada, las cabezas rodaban hasta el riachuelo que estaba detrás de la casa del cura. El sacerdote también contemplaba los crímenes con gesto sonriente, jamás lo entendí, ya que días antes daba la comunión a muchos de los asesinados. Más tarde los moros saquearon la bodega de la cooperativa agrícola de la CNT, sacaron las barricas de vino tinto a la calle, entre gritos de ¡Alá es grande! saciaban su sed de sangre, preparados para sacarnos a la plaza y comenzar la violación múltiple. Yo tenía solo diecinueve años, nunca había estado con un hombre más allá de unos besos furtivos en el cine de los viernes noche. Les pedimos, les rogamos por las niñas, pero fue inútil, ellas fueron las primeras en pasar por aquellas bestias y su deseo criminal, varias murieron desangradas, con las entrañas desgarradas. Jamás había visto algo tan terrible, cada noche tengo el mismo sueño, como si para siempre me hubiera quedado atrapada en aquellos tres días terribles, eternos, innombrables, que solo te he contado a ti con tanto detalle, tal vez me sirva para borrar tanto dolor, aunque jamás pueda perdonar a los criminales…»
*Fragmento de la entrevista a Lucía Alcaide Quiroz en La Laguna, isla de Tenerife en mayo de 1979, unos meses antes de fallecer esta gran mujer nacida en una aldea de Sanlúcar de Barrameda.
-Ni olvido ni perdón
Su nieta Julia lo llevaba al paseo diario por la Playa de Las Canteras, salían de La Cicer y llegaban hasta casi La Puntilla, la muchacha hacía un esfuerzo después del trabajo para acompañar a su abuelo, charlar un rato y luego tomarse un refresco o una cerveza en las terrazas cerca del Reina Isabel.
Cada día charlaban de la realidad política, de como aquella democracia no era más que una continuación de la dictadura, Manuel Romero no podía evitar en su alegato su ideología comunista libertaria, por ella sufrió once años de cárcel en los años 60 en prisiones de toda España, su médula rota fue fruto de una de las torturas que sufrió por parte del criminal de lesa humanidad conocido como «Billy El Niño» en la Dirección General de Seguridad en Madrid.
La nieta era independentista de izquierdas, pero no chocaban, les unía el cariño, también las ganas de reventar el corrupto régimen borbónico, ambos estaban por la lucha armada sin pensárselo dos veces, eran conscientes de que a más de uno de los políticos canarios de los años 80 «había que levantarlos pal aire por ladrones, corruptos y fascistas».
Ese viernes de julio de 1985 corría una brisa fresca, la playa estaba con marea vacía y La Barra se mostraba como un paraíso de coral, los dos charlaban relajadamente disfrutando del buen tiempo, del cielo despejado y de un sol que no cascaba, que parecía acariciar la piel, Julia con su falda nepalí, Manuel con pantalón corto, bermudas de surfero, camiseta con un Che Guevara rojo como la sangre.
Torciendo la Playa Chica tropezaron con dos hombres mayores bien vestidos, ambos se les quedaron mirando, Manuel paró la conversación, les miró fijamente y les dijo: -Hijos de la gran puta torturadores- en un grito que se escuchó en toda la playa, la gente miraba.
Julia trató de tranquilizarlo tocándole el hombro y dándole un beso en la mejilla, los dos tipos se quedaron paralizados, uno aceleró el paso hacia la Peña de La Vieja y desapareció entre el tumulto, el otro se quedó paralizado:
-¿Eres Manolo verdad? Lo siento mucho, eran otros tiempos, ahora los dos somos demócratas, aquello fue una época dura, nos vimos obligados a hacer todo aquello- dijo con voz ronca y respirando con dificultad, tenía unos 80 años.
Manuel les siguió increpando: -Si no estuviera en esta puta silla de ruedas te sacaba a hostias hasta el mar maldito asesino- El policía retirado se separó de la pareja, trató de tranquilizarlo con gestos amigables, pero el viejo le siguió insultando:
-Violaste a Lucía Ramírez, asesinaste a Luis García, te mereces la muerte, hace falta un MPAIAC en esta tierra que te vuele la cabeza hijo de perra-
La escena se tornó en dantesca, un grupo de gente, en su mayoría bañistas, que miraban asombrados, la policía local de playa que se acercó desconcertada para ver que pasaba, el agente retirado les mostró un carné identificativo como ex miembro del cuerpo, los locales, dos chicos jóvenes parecieron entender la situación y no le hicieron mucho caso, el hombre enchaquetado se alejó avergonzado, Manuel seguía gritándole:
-Te mato cabrón-
Con rapidez Julia aceleró la silla de ruedas, estuvieron sin hablar ni media palabra hasta el Club Victoria, allí le dijo: -Perdona mi niña no pude evitarlo, hicieron mucho daño a nuestra gente -Julia le sonrió:
-Le diste de lo lindo, este se lo piensa dos veces cuando salga de nuevo a la calle.
-Jamás los perdonaré, jamás olvidaré todos sus crímenes- acertó a decir con media sonrisa el insurrecto Manuel.