Cartas a prisión:
Estimado preso político:
Me preguntabas en tu última carta que qué había aprendido en estos últimos 2 años de mi corta vida en edad.
De ser un pipiolo sin más pretensiones que vivir mi adolescencia, conocí por primera vez en mi vida los recortes de libertad, supuestamente avalados en una razón médica, y que ahora sus propios tribunales han venido anulando multa a multa, decretazo a criminalización. Me hizo preocuparme, y del estado de miedo general que impusieron, se me despertó la curiosidad en todos esos temas represivos. A mí me jodieron por no hacer nada extraordinario, pero me molestó más la actitud policial -irrazonable, mecánica, abusiva- que la propia multa. Fue como un calambrazo, que me despertó de una vez y a la brava, de una dulce juventud.
Y fuera de mi minúsculo mundo, los acontecimientos golpeaban -ahora a una mente más abierta-. Represión a raperos por contar lo que yo pienso. Cero expectativas de futuro a toda mi generación, si eres de barrio obrero me refiero. Como una cascada, el anti ejemplo de todo lo que te han enseñado en casa, es la única noticia diaria. Robo a los de abajo, mi padre al paro, un Rey por voluntad divina que es el mayor rey, de los ladrones. Los planes de estudio, donde resulta que eso que contaba mi abuelo de medio España con cunetas, ni aparece ni se le espera.
¿Qué vas a saber tú con poco más de 18 años, mocoso! Y resulta, que en los muchos libros que me he leído en estos muchos meses, pasadas generaciones de mocosos de 18 años, militaban, estudiaban, eran reprimidos, muertos, por denunciar lo que ahora a mí me estalla en la cabeza. No he aprendido nada en 24 meses de muchas cosas, pero se me han abierto mundos en otras muchas. Y asentado ideas, y roto perjuicios, y entendido que mi mundo sólo es un granito de arena en una enorme playa de granitos oprimidos, por el mar o por el viento que asientan sus poses.
Me leí varios de los libros que me comentabas. Como le dije a mi madre, prefiero estudiar lo que me ensanche la mente, antes que hacer el gilipollas en un botellón. Y en eso me he visto respaldado, pues el despido de mi padre ha caldeado la rabia en casa. Si uno he de destacar como un pinchazo en el estómago, ha sido el “La sombra de Franco en la Transición”. Manda al estercolero todo lo que han contado los que siguen en el poder de esa modélica transición, que llenó las calles de manifestantes, militantes y civiles muertos. Donde todo quedó impune. Donde los mismos seguro que siguen en algún despacho ejerciendo como tales. Gente de mi edad o más joven, asesinados por ir a una manifestación por la amnistía, llevar el ‘pelo largo’ o ‘ser rojo y maricón’. ¿A ellos también les llamarían mocosos sin ni puta idea?.
Tengo todo por aprender, pero ya no parto de menos mil (que es lo que en la sociedad impera por educación y sistema).
En ese aprendizaje, he ido asistiendo a charlas, presentaciones de colectivos o jornadas, ido a varias manis, entre ellas a luchas obreras (¿si nuestros padres están así, qué trabajo tendremos nosotros?). Me interesa especialmente el tema anti-represivo, porque a vosotros se os lleva machacando más de 45 años y resulta que aquí “no existen presos políticos”.
¿Qué he aprendido en estos dos años?. Que poco de lo que me enseñaron en la escuela, en las redes, como representación de “democracia” era verdad. Que nuestro futuro es negro como el universo. Que la juventud somos el sector llamado a estar en las luchas, día sí y día también, o seremos los nuevos esclavos consentidos del siglo XXI. Que la lucha te abre el alma, el corazón, la razón y la idea. Que hay muchos ejemplos vivos de lucha, entre ellos vosotros y vosotras ahí dentro, de los que hay mucho que leer, aprender, discutir. Que el futuro es nuestro, solamente si nos organizamos y unimos.
Un abrazo. C.