Mujeres luchadoras y sabias.
Agenda.
Alexandra Kollontai
La mujer en el desarrollo social -1921
Las condiciones de vida de las trabajadoras en la fase de desarrollo del gran capitalismo se caracterizan, por un lado, por salarios increíblemente bajos y, por el otro, por condiciones horriblemente insalubres que con frecuencia conducían a abortos o muerte del recién nacido y a una serie de enfermedades femeninas. Cuanto más rosadas eran las perspectivas del capitalismo, más insoportable se hacía la vida de las mujeres. Sin embargo, el trabajo productivo fuera del hogar que creaba valores útiles para la sociedad y también era estimado como lo merecía por la economía nacional fue, al final, a pesar de todo, la fuerza que hizo posible a la mujer el camino hacia su liberación.
Sabemos que la situación de la mujer está determinada por su papel en la producción. Mientras las mujeres estuvieron ligadas a las tareas domésticas, muy improductivas, fracasaron todos sus intentos e iniciativas por conseguir su igualdad e independencia porque, en efecto, esos intentos no tenían base de ninguna clase en las circunstancias económicas. La gran producción en las fábricas que absorbió a millones de trabajadoras, sin embargo, cambió posteriormente el estado de cosas. Los quehaceres domésticos pasaron a segundo término y el trabajo de la mujer se convirtió en normal y necesario después de haber tenido durante tiempo solo un carácter accidental.
El siglo XX es el comienzo de una nueva era en la historia de la mujer. (…) Durante el periodo de la manufactura las mujeres activas en la industria eran solo viudas, solteras y mujeres que habían quedado plantadas. Por el contrario, en el siglo XIX, casi la mitad de las trabajadoras estaban casadas. ¿Por qué? Pues claro: el salario del marido ya no alcanzaba y entonces se había terminado ya con el matrimonio como institución para el sustento de la mujer.
Para alimentarse a sí mismos y a sus hijos tenían que trabajar tanto el marido como la mujer, y el hombre ya no era el que “alimentaba a todos”. Y muchas veces sucedía todo lo contrario, era la mujer la que debía arrastrar toda la carga, especialmente en épocas de crisis y durante las largas temporadas “sin trabajo” de su marido. Y ocurría en algunas familias de trabajadores que la esposa iba a trabajar, mientras el marido se quedaba en casa, cuidaba a los niños y hacia las tareas del hogar. (…) El reconocimiento general del trabajo femenino obligó, con el tiempo, a que la clase trabajadora revisara su punto de vista hasta entonces respecto a las mujeres y finalmente las considerara como camaradas y miembros con los mismos derechos en las organizaciones proletarias de lucha.