Presos políticos:
Biografía Pablo Hasél.
Nací en Lleida en 1988 en la que he residido siempre. Crecí junto a 3 hermanas siendo yo el mayor. Mi padre era profesor de instituto y tenía una empresa muy pequeña junto a un socio. Mi madre era trabajadora del hogar. El gusto de mis padres por la buena música me descubrió un mundo de grandes letristas que despertaron en mí la pasión por plasmar mis sentimientos escribiendo. También una fijación por la rima que más tarde -al escribir poemas y canciones de rap- sería clave. En aquella época, siendo un niño, hubo varias escenas que me marcaron especialmente y que posteriormente me llevaron a plantearme muchas más preguntas y a hallar respuestas: ver a personas durmiendo en la calle, un poblado de chabolas con otros niños y adictos a la heroína pedir dinero al borde de la muerte. No encajaba que eso pudiera suceder y no tenía los mecanismos para realizar un análisis profundo, pero fue el germen de mi conciencia. Aquello empezó a despertarme la empatía, pues en casa recibí una “educación” afín al régimen y aunque no tuve lujo alguno, tampoco sufrí la miseria.
Fue en la temprana adolescencia cuando las preguntas se multiplicaron al ir conociendo muchas más injusticias. Me producía rechazo que unos acumularan millones a costa de la pobreza y brutal explotación ajena. Veía que ni en el colegio ni en el instituto nos daban explicaciones, pero aún no disponía de internet ni conocía a nadie que pudiera aclararme. Entonces conocí el rap viendo una película de pandilleros y me enamoró la forma de escupir palabras con rabia pudiendo decir tanto. Se convirtió en mi desahogo junto a la poesía que ya escribía, también para plasmar las atrocidades del capitalismo que me repugnaban. Cuando empecé a tener internet fui accediendo a información, a la historia de varias revoluciones y de sus revolucionarios, a música combativa, etc. Así fui entendiendo porqué todo va como va. Simpatizaba con lo que conocía del Comunismo pero aún me quedaba para decantarme con seguridad y volcarme.
Con 14 años empecé a grabar pruebas con un radiocassette que robé de un aula de música de un instituto cercano, ya que en casa no me ayudaban en esos menesteres. A los 16 grabé las primeras canciones que subí a internet, en casa de un colega productor con un equipo algo más profesional. Desde entonces no paré de hacerlo y a medida que iba adquiriendo más información, el mensaje reivindicativo tomaba aún más protagonismo. En aquel tiempo descubrí -también por internet- la existencia de presos políticos en el Estado español y sus organizaciones revolucionarias. Desde ese momento tuve claro que siempre me solidarizaría con estos por defender nuestros derechos y libertades. Sus ejemplos de resistencia consecuente me marcaron mucho y me esforcé en Carlos a conocer. También por entonces conocí la explotación en mis carnes con algunos empleos de los que me echaban por quejarme o me iba pronto al tener el techo de mis padres. Aquello me reafirmó en la oposición al capitalismo, en no ser su esclavo sumiso. Su barbarie ya me producía un odio tan fuerte que tenía claro que quería combatir firmemente al régimen putrefacto. Mis canciones ya estaban siendo muy escuchadas y empecé a realizar bastantes conciertos. Abandoné el ciclo superior que cursaba y me centré en la música y en estudiar por mi cuenta. Acudía a manifestaciones, difundía contenido revolucionario donde podía, realizaba pintadas y conciertos solidarios, pero sentía que podía hacer más y me frustraba al no saber con quienes, pues en mi ciudad no había organización comunista. Conocí algún partido que se hacía llamar así y tuve alguna reunión, pero rápido vi que realmente no estaban dispuestos a luchar y a mí me faltaba mucha formación pero tenía cuatro cosas claras, como las ganas de oponerme de verdad al Estado. Esa frustración sumada a otros problemas, a las pocas ganas de vivir en un mundo así, me sumió en una profunda depresión que me llevó a la autodestrucción. Hasta que conocer a otras personas con inquietudes similares, ver la salida fortaleciendo la conciencia y por tanto la esperanza, me hizo ir saliendo del pozo.
En 2011, cuando aún libraba esa guerra interna, me detuvieron por orden de la Audiencia Nazional y realizaron un registro en casa de mis padres por el contenido de mis letras. No solo se llevaron mis cosas (libretas, fotos, libros, camisetas, ordenador…), también el ordenador de mis padres y hermanas. Pasé la noche en un calabozo de Madrid y quedé pendiente de juicio con una petición de dos años de prisión por enaltecimiento del “terrorismo”. No solo por mis canciones defendiendo la autodefensa de la lucha armada, también por solidarizarme con los presos políticos y denunciar al imperialismo. Conocí el linchamiento mediático y su guerra sucia llegó a inventar que apoyaba a Al Qaeda para desacreditarme, cuando precisamente señalaba que la creó USA. Aquello marcó un antes y un después tanto en su represión contra los artistas en las últimas décadas, como en mí. Tuve claro que tarde o temprano me encarcelarían si no claudicaba y decidí seguir por conciencia. Descubrí que por esto era mucho más fuerte de lo que creía y que podría serlo más. Eso me empujó a evolucionar, tomármelo más en serio, llevar una vida más sana y a buscar el modo de organizarme para luchar de forma más efectiva. Los textos del PCE(r), de sus presos políticos y de los GRAPO o conocer a muchos de sus expresos, me motivó y orientó especialmente. Aquella detención y registro hizo comprobar a mi madre que lo que le explicaba no era una exageración y al tomar conciencia mejoró mucho nuestra relación.
Como ya llevaba un tiempo teniendo ingresos modestos con mi música, me independicé y se convirtió en mi trabajo principal junto a la militancia. Junto a unos compañeros creamos un colectivo comunista llamado “Resisteix”. Lo recuerdo como una de las etapas más felices de mi vida por volcarme en lo que me llenaba con otras personas. Participamos en numerosos frentes, realizamos incontables campañas, organizamos a otros, montamos charlas, impulsamos la solidaridad con los presos políticos, etc. Fueron años en los que aprendí mucho dedicando la mayoría de mi tiempo. Desde el principio padecimos el constante acoso policial, nos intentaron infiltrar a más de uno, nos agredieron y nos condenaron.
En 2014 me juzgaron por las canciones y se centraron especialmente en la dedicada a Manuel Pérez Martínez -Secretario General del PCE(r)- por hablar de la organización comunista imprescindible para conquistar el Socialismo. La fiscal aludió a lo peligroso que le parecía que tuviera numerosas visitas la canción. Me condenaron a 2 años y no entré al no tener antecedentes, pero me dejaban al borde como seria amenaza. Pero yo hace tiempo que había decidido no callarme nunca.
Al constatar que no me doblegaba, intensificaron la represión con más vigilancias policiales explicitas, amenazas, multas elevadas y más juicios por otras luchas como por el derecho a la vivienda digna, ya que participé años en la PAH. Además, los cuerpos represivos amenazaban a salas para que cancelaran mis conciertos. Esas dificultades sumadas a otras como la precariedad absoluta del trabajo artístico “underground” o la de encontrar otro trabajo por ser quien soy, me hicieron sobrevivir a menudo en la ruina económica. Entre los pocos otros trabajos esporádicos que encontré, tuve algunos en el campo especialmente duros. Como tener que dormir al raso junto a otros sobreexplotados tras las jornadas de vendimia en Francia. Durante esos años saqué varios poemarios y discos autoeditados y seguí realizando numerosos conciertos, también en otros Estados como Grecia, Francia, Venezuela, Alemania o Bélgica. A otros me impidieron viajar por tener el pasaporte retirado. En estos viejes conocí a otras organizaciones revolucionarias como el Frente Popular turco-kurdo, aprendiendo de sus experiencias y compartiendo solidaridad internacionalista.
En 2017 me abrieron tres causas más por una canción narrando las fechorías de la monarquía (Juan Carlos el Bobón) y numerosos tuits denunciando el exterminio de presas políticas como Isabel Aparicio, la brutalidad policial, el saqueo de la familia real y llamando a la lucha. En 2019 me condenaron a 2 años y un mes por ello con orden de ingreso en prisión. La fiscal reconoció literalmente que soy peligroso por ser conocido e incitar a la movilización, fascismo puro y duro. Pero el ensañamiento no acababa ahí, por aquellas fechas la Guardia Urbana de Lleida envió un colaborador suyo a mi domicilio para agredirme. Pude defenderme y días después este apuntó con una pistola a dos compañeros de lucha. Por denunciar en redes que este colaborador fue un testigo falso en un juicio para encubrir una brutal paliza de la Guardia Urbana a un militante de mi colectivo por enganchar carteles, por difundir sus fotografías incitando a la violencia fascista con armas de fuego y por inventarse sin pruebas que lo había amenazado de muerte, me añadieron 3 años de prisión. También uno más por devolver los empujones a un esbirro “periodista” en una protesta. Además me piden 6 y medio más junto a 10 manifestantes por acudir pacíficamente a una protesta contra la represión. Con informes falsos sin pruebas, me acusan de dirigir un intento de ocupación de la Subdelegación del Gobierno. También espero otro juicio por haber quemado una bandera rojigualda en un concierto realizaba un discurso contra el régimen opresor y a favor de la República Popular. Para colmo me responsabilizan de los huevos y botellas que unos chavales lanzaron luego a un cuartel cercano de la Guardia Civil.
Es evidente la operación de Estado para tenerme secuestrado muchos años y aterrorizar al resto con un castigo ejemplarizante. También como venganza por los años dedicados al compromiso en la trinchera del arte revolucionario y en la militancia organizada en las calles. Así el 16 de febrero, aniversario de la Victoria del Frente Popular que conquistó tantas mejoras y ante las que el fascismo asestó un golpe genocida del que nace esta legalidad vigente, fue encarcelado por las canciones y tuits, pues el resto de causas quedaban pendientes de recursos. Vinieron a secuestrarme un ejército de Mossos con la colaboración del Govem processista catalán, al Rectorado donde habíamos organizado un encierro para que tuviera un gran eco la denuncia. Así fue a nivel internacional y acudieron numerosos solidarios a dar apoyo. Para irrumpir a la fuerza, la policía causó numerosos daños materiales que encima se los quieren endosar con condenas a los solidarios.
El encarcelamiento desató numerosas protestas por todo el Estado y más allá, las más prolongadas y combativas en Catalunya. Fueron fuertemente reprimidas con amenazas, agresiones, encarcelados, detenidos, criminalización mediática e incluso con disparos de foam que mutilaron el ojo a una chica.
En estas confluyeron muchas reivindicaciones por el elevado hartazgo popular: por la vivienda, el trabajo, la amnistía total, etc. En definitiva: contra el régimen. Esta vez el linchamiento desinformativo contra mí aún fue mayor, con graves calumnias para restarme apoyo y tratar de frenar las manifestaciones que en algunos lugares se les iban de las manos. Comprobé que había tomado la decisión adecuada al no exiliarme para facilitar la movilización, desenmascarar al régimen, potenciar la Amnistía Total, etc.
Hoy no sé cuántos años pasaré entre rejas, pero tengo la certeza de que esta historia de superación -ayudada por tantas otras- para aportar a la causa, ha merecido y merecerá la pena. Hace años aprendí de otros presos políticos que desde la cárcel se puede contribuir al avance del Movimiento y eso haré hasta el último día de mi condena, pues entre todas las injusticias de este centro de tortura, aún me he reafirmado más.
Pablo Rivadulla Duró
Cárcel de Ponent.