Internacional.
Otras voces:
-De minado de puertos y sabotajes a gasoductos.
Augusto Zamora R.
Entre enero y abril de 1984, barcos de distinto tipo, desde pesqueros a mercantes, chocaron con artefactos explosivos en los puertos nicaragüenses de Puerto Sandino, Corinto, San Juan del Norte, Potosí y San Juan del Sur. La alarma cundió y el escándalo también, pues los artefactos resultaron ser minas, en lo que constituía un ataque en toda regla contra Nicaragua y el derecho a la navegación. En EEUU, de inmediato, todas las sospechas recayeron en el gobierno y los medios de prensa empezaron a hurgar y a sacar el miasma sobre aquel ataque, que tuvo repercusión mundial
Para resumir, resultó que el minado de los puertos de Nicaragua era producto de una secreta y sofisticada operación de la CIA. Las minas habían sido construidas por el Grupo de Armas de la CIA, en Langley, Virginia, con ayuda de la División de Minas del Centro Naval de Armas de Superficie de la Marina de EEUU, basado en Silver Spring, Maryland. El ensamblaje final de las minas fue realizado en Honduras, por expertos de la CIA basados en ese país. Las minas, finalmente, fueron lanzadas desde buques ‘nodriza’ de la CIA, salidos de puertos hondureños, e instaladas por especialistas entrenados por personal militar y de inteligencia de la CIA. Además de esclarecerse todo, se pudo saber que la Marina de EEUU poseía centros dedicados a operaciones secretas de sabotaje contra Estados extranjeros contra los que EEUU no estaba, oficialmente, en guerra. Por extensión, es posible concluir que si esos centros eran sofisticados en 1984, en este siglo XXI tendrán una mayor capacidad terrorífica, o sea, una gran capacidad para sembrar el terror y realizar operaciones secretas terroristas.
Descubierto todo, el senador Barry Goldwater exclamó: “¿Minar los puertos de Nicaragua? Este es un acto violatorio del Derecho Internacional. Es un acto de guerra”. En el Congreso se abrió una investigación y los debates fueron de bandera. Los líderes del Congreso, entre ellos Thomas O’Neill, presidente de la Cámara de Representantes, calificaron la operación de la CIA como “terrorismo de la peor clase”. El subsecretario de Estado, Kenneth Dam, que tuvo que comparecer ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, justificó la colocación de las minas como un “acto de defensa propia colectiva”. El ex enviado del presidente Ronald Reagan para Centroamérica, Richard Stone, avaló el minado afirmando que era “una clara consecuencia” del abandono de los contras que combatían al gobierno sandinista; que no mantener el apoyo a los contras provocaría “un aumento de la guerra y la destrucción de El Salvador, probablemente de Guatemala y, quizá, incluso, de Honduras”. Porque resultaba, inteligentes lectores, que los contras eran financiados públicamente y que sus dineros aparecían en el presupuesto anual aprobado por el Congreso de EEUU. Es decir, que EEUU financiaba una guerra contra un país contra el que no estaba en guerra.
En julio de 1986, la Corte Internacional de Justicia condenó a EEUU por su brutal guerra de agresión contra Nicaragua, incluyendo el minado de los puertos del país. No hubo más minas, pero la guerra siguió tal cual, hasta la destrucción de Nicaragua.
Traemos el tema a cuento del sabotaje de los gasoductos Nord Stream 1 y 2, porque fue enterarnos de la noticia y recordar de inmediato el minado de los puertos de Nicaragua. Las similitudes eran notorias, y destacaremos algunas de ellas:
1.- El sabotaje de los gasoductos entra dentro de las funciones y trabajos que tiene a su cargo el equivalente al Centro Naval de Armas de Superficie de la Marina de EEUU, o como se llame ahora. Porque si hay un centro naval dedicado a armas de superficie, habrá otro centro naval dedicado a armas y operaciones submarinas.
2.- El operativo, al igual que el minado, tuvo que contar con el apoyo de un país próximo, con su ‘Honduras’, porque los barcos de la CIA o sus equivalentes, necesitan operar de noche y eso solo es posible si se dispone de un puerto de cobijo. Saquen ustedes su listado de países sospechosos, aunque aquí nos inclinamos por Suecia, dada la abundancia de pequeños puertos en las proximidades de los gasoductos, que permiten atracar barcos sin levantar sospechas, pues suele haber mucho tráfico naval allí.
3.- El modus operandi es prácticamente igual al del minado de los puertos. Algún barco que servía de ‘nodriza’ llevaría al sitio y, desde ese barco, personal especializado realizaría la operación. Una vez concluida, volverían a su puerto de cobijo.
4.- Si se llegara a confirmar que los gasoductos fueron saboteados con minas, las similitudes serian suficientes para localizar al culpable. Debemos pensar que son pocos los países que tienen centros especializados en sabotajes marinos y submarinos.
Por otra parte, a nosotros el ejército ucraniano nos parece un enorme ejército de contras. La Corte Internacional de Justicia sentenció que “Los Estados Unidos de América, al entrenar, armar, equipar, financiar y abastecer a las fuerzas de la contra o de otra manera alentar, apoyar y ayudar en la ejecución de actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua, ha actuado, contra la República de Nicaragua, en violación de su obligación según el derecho internacional consuetudinario de no intervenir en los asuntos de otro Estado.
Siii, ya lo sabemos. Ucrania es un país formalmente soberano, pero un país que olvidó, por hacerse títere de EEUU, que los derechos de uno terminan donde empiezan los derechos de los demás y que si te declaras enemigo mortal de tu vecino (sólo imaginen a México declarándose enemigo mortal de EEUU), pues, que pasa lo que está pasando.
Y colorín colorado, este cuento no se da por terminado.
-Una chaladura suicida.
Este mes se cumplen sesenta años de la crisis de los misiles en Cuba. Hoy nos acercamos hacia algo parecido, pero la opinión pública está en la inopia.
(…) En el centro de la actual crisis se encuentra la afirmación de Estados Unidos: “Soy la única gran potencia y quiero seguir siéndolo”, y “estoy perdiendo posiciones en el mundo, pero mi superioridad militar es abrumadora y aplastante, así que la utilizo a fondo para compensar esas pérdidas”.
En ese esquema, el dominio de Ucrania y la ruptura del complementario vínculo económico entre Alemania y Rusia (tecnología/energía) es fundamental para dominar Eurasia.
La importancia que para Estados Unidos tiene Ucrania para dominar Eurasia es bien conocida. Washington lleva por lo menos 25 años proclamándolo. Meter a Ucrania en la OTAN, desplegar allí misiles capaces de impactar en Moscú en cinco minutos, anular/interceptar la capacidad misilística rusa, y convertir Sebastopol, ciudad de todas las glorias rusas, en una base de la OTAN en Crimea, era la perspectiva concreta que se abrió con el cambio de régimen en Kiev, en el invierno de 2014. Desde que la gran estrategia china de la Nueva Ruta de la Seda (B&RI) se dispuso, a partir de su formulación en 2013, a integrar Eurasia mediante una tupida red energética y comercial desde Shanghai hasta Hamburgo, la partida estaba planteada con toda claridad: a un lado recursos económico-comerciales chinos y europeos, potencial energético ruso y gigantescas inversiones chinas, al otro lado, recursos militares de Estados Unidos.
Respecto a la ruptura del vínculo energético entre Alemania (Unión Europea) y Rusia, la historia también es conocida. No comienza con el Nord Stream 2, sino mucho antes, con los acuerdos entre Bonn y Moscú de 1981 para construir gaseoductos y exportar gas ruso. Aquel hito de la gran política alemana de distensión a través del comercio fue combatido sin piedad por Washington desde sus mismos inicios, con todo tipo de argumentos de “defensa” y chantajes. La respuesta del canciller Helmut Schmidt ante aquellas presiones fue clara: “Que canten misa, el proyecto se mantiene”. La reacción de Estados Unidos, después de amenazar con retirar sus tropas estacionadas en Alemania y otros recursos fallidos, fue desenfundar la pistola.
Como algunos de los componentes de la obra se producían en Estados Unidos, la CIA introdujo en ellos un software de control de la presión de las tuberías capaz de volarlas. En el verano de 1982, las obras del gaseoducto se volaron así en territorio soviético, algo que reveló en sus memorias, en 2004, Thomas Reed, un militar de la fuerza aérea y exmiembro del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Los atentados de septiembre contra los gaseoductos, en una de las zonas marítimas del mundo más controladas por la OTAN, no han sido, por tanto, los primeros de la acción de Estados Unidos contra el vínculo energético entre Alemania y Rusia.
“Nuestro principal aliado, ese al que la mayoría de los alemanes y la Alemania oficial, tanto en la política como en los medios, considera un amigo, destruye los canales de transporte de nuestro suministro energético que es la base de la actividad industrial de nuestro país” ¿y no pasa nada?, se pregunta Albrecht Müller, editor del principal medio de comunicación independiente alemán (NachDenkSeiten, medio millón de lectores, más del doble que la tirada del principal diario del establishment alemán, el Frankfurter Allgemeine Zeitung).
Aún más grave, porque denota una manifiesta ausencia de anticuerpos: la posibilidad de una guerra nuclear, que en los años ochenta sacó a la calle a centenares de miles de ciudadanos, especialmente en Alemania, no parece inquietar hoy a la opinión pública. ¿Qué está pasando? Vivimos, ciertamente, en un “medio ambiente cultural” bien distinto al de los años ochenta, particularmente en Alemania. Uno de los aspectos de esa diferencia hay que buscarlo en la corrupción estructural de los medios de comunicación europeos, particularmente flagrante en Alemania.
Los medios de comunicación del establishment nos explican cada día los crímenes del ejército ruso en Ucrania, sin soltar prenda sobre el abultado cúmulo de crímenes ucranianos. Explican, con la ayuda del Organismo Internacional de la Energía Atómica (IAEA), controlado por Occidente, que la central nuclear de Zaporiyia está siendo bombardeada, sin explicar quién la está bombardeando, se hacen los tontos sobre los atentados del Báltico y banalizan el riesgo de un conflicto nuclear que puede irse de las manos con gran facilidad.
“Los diarios más influyentes del mundo están haciendo propaganda para la tercera guerra mundial, mientras que las voces que empujan hacia la verdad, la transparencia y la paz son marginalizadas, silenciadas, rechazadas y encarceladas”, dice la periodista australiana Caitlin Johnston, sin relación con la autora del libro antes mencionado.
En el aniversario de la crisis de Cuba de 1962, estamos más cerca que nunca de un peligro que crece día a día. Por la combinación del militarismo estructural de su economía, por la ausencia de derrotas militares en su territorio, por su reputada predisposición a la violencia desde su misma formación como Estado y por la completa falta de experiencias directas y en carne propia del sufrimiento humano de la guerra, Estados Unidos está en el epicentro de ese peligro mundial. Dejo para los ciegos la calificación de “antiamericanismo” por esta constatación: todos los imperios venidos a menos son peligrosos cuando son descabalgados, pero aquí y ahora no hay nada más peligroso que la actual reacción de Estados Unidos a su relativo declive como potencia hegemónica.
La voz de la calle.
-Mural en un barrio obrero.
«Mañana, tal vez tenga que sentarme frente a mis hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podría mirarlos a los ojos y decirles que hoy ellos viven así porque yo, no me animé a luchar»
-Pintada necesaria.
«Les quitaron tanto tanto, que acabaron quitándoles el miedo».
Micro-relato.
-Celebración de la fantasía.
Eduardo Galeano
Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.
Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.
Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:
-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo
-Y anda bien -le pregunté
-Atrasa un poco -reconoció.