Otro infiltrado policial, ahora en València. El agente del Cuerpo Nacional de Policía español R. M. F. topo en organizaciones populares.

Portada de Directa, con foto infiltrado policial.

Muro de denuncias:

Guerra sucia:

-Otro infiltrado policial, ahora en València.

Un topo policial en el activismo político y social de Valencia.

El agente del Cuerpo Nacional de Policía español R. M. F., con la identidad falsa de Ramón Martínez Hernández, se ha infiltrado durante dos años en el movimiento popular y antifascista de Valencia por medio de Cuidem Benimaclet y el centro social okupado anarquista l’Horta.

En junio de 2020, un agente del Cuerpo Nacional de Policía español (CNP) se infiltraba en la izquierda independentista y en el movimiento por el derecho a la vivienda de Barcelona bajo la identidad falsa de Marc Hernàndez Pons. No era un caso aislado. En paralelo, otro agente del cuerpo aterrizaba en el centro social okupado La Cinètika para infiltrarse en los movimientos sociales de la capital catalana bajo la identidad falsa de Daniel Hernàndez Pons.

Dos semanas después de destapar el segundo infiltrado, este medio ha podido confirmar que no estaban solos. En marzo de ese mismo año 2020, un joven que se hacía llamar Ramón Martínez Hernández se introducía en el movimiento popular de Valencia.

Según ha certificado la Directa gracias a una larga y minuciosa investigación, su identidad real corresponde a las iniciales R. M. F., es agente de la policía española y originario de un municipio costero de la comarca catalana del Baix Llobregat (aunque en el ámbito del activismo valenciano se presentaba como criado en L’Hospitalet de Llobregat), donde residió hasta que se incorporó a la escuela de policía de Ávila.

Un perito especializado en criminalística ha elaborado por encargo de la Directa un informe fisonómico con imágenes de las identidades real y ficticia del infiltrado. Se comparan fotografías de su juventud y de su etapa como activista en Valencia y se concluye que, «sin ningún género de dudas, las fotografías corresponden a una única y misma persona».

La revelación de este nuevo caso de espionaje y los múltiples vínculos entre los tres agentes policiales evidencian que estamos ante una operación coordinada para espiar el activismo de izquierdas y anticapitalista de los Países Catalanes, bajo la batuta del comisario general de información Eugenio Pereiro Blanco y bajo una estructura jerárquica encabezada por el ministro del Interior español Fernando Grande-Marlaska.

El agente infiltrado Ramón Martínez Hernández juró el cargo de funcionario de carrera de la Policía española el 13 de junio de 2019, dos años después de ingresar en la Escuela Nacional de Policía de Ávila, donde se forman todos los agentes del CNP. A principios de marzo de 2020, ya con la identidad falsa y poco antes de cumplir 28 años, aparecía por primera vez en Cuidem Benimaclet, una asamblea vecinal abierta que aglutina a familias, personas mayores y jóvenes para detener la ejecución de un proyecto urbanístico en este barrio de Valencia.

Con el estallido de la pandemia se detuvo todo, también el plan de infiltración. Pero, a través del grupo de Telegram de Cuidem Benimaclet –que es miembro de EntreBarris, una red de colectivos y asociaciones vecinales de los barrios de Valencia–, en el que ya se había introducido, el topo policial continuó al corriente de los debates y acciones que surgen durante el confinamiento.

Camino largo, paso corto. Quién se hace llamar Ramón Martínez se adentra en el tejido asociativo de un barrio que se ha convertido en el epicentro de las luchas sociales y las redes comunitarias de la ciudad. Coincidiendo con el relajamiento de las medidas contra la covid-19, se integra en el activismo del Centro Social Okupado Anarquista (CSOA) L’Horta, mediante su entrada en el grupo que practica el deporte de combate muay thai, y en Grama, la red de reciclaje y reparto de alimentos de Benimaclet.

Por medio de este último espacio se incorpora al grupo de apoyo a la comunidad migrada que habita en La Garrofera, un edificio abandonado que había sido una central lechera. Desde ahí da el salto al movimiento antifascista de Valencia, convirtiéndose en un militante activo en movilizaciones y acciones directas. Esto le lleva a asistir a diversos acontecimientos como el acto político y la manifestación en homenaje al joven antifascista asesinado por la extrema derecha Guillem Agulló, celebrados el 11 de abril de 2021 en Burjassot (l’Horta Nord).

Foto. El topo policial, en una mani.

*Un pasado ficticio

Ramón Martínez se presenta como un chico de clase trabajadora que ha crecido en el barrio de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat y que, desde muy joven, había estado trabajando de albañil con su padre «para echar una mano a casa». En septiembre de 2019 habría llegado a Valencia con su pareja, con quien comparte piso en la avenida Blasco Ibáñez. Al cabo de poco tiempo, según su relato, rompe con su compañera y se muda a un piso pequeño de la calle de Peris Mencheta, en Benimaclet. A una de las activistas, que hasta hace un par de semanas se consideraba una de sus mejores amigas, le llama ahora la atención que su habitación fuera tan aséptica: «Tenía una cama, un escritorio, algún cartel y una balda con libros».

A pesar de la supuesta ruptura sentimental con una mujer que nadie entre el activismo valenciano conoció, Martínez Hernández se queda en la ciudad: finaliza el curso de acceso a la universidad para mayores de 25 años y se matricula en el grado de Trabajo Social en la Universitat de València (UV), donde empieza a asistir a clase en septiembre de 2020. Paralelamente, utiliza como carta de presentación una supuesta actividad política en la Esquerra de l’Eixample de Barcelona durante el proceso independentista, así como la predisposición a «ocupar la primera línea de lucha».

Al principio, algunas personas del activismo aseguran que le hicieron preguntas sobre su pasado, «pero al ver que era una persona tímida y reservada, no le insistimos», explica Alba, una joven del barrio con quien estableció uno de los vínculos más íntimos y que, como el resto de testigos que aparecen en esta investigación, pide que se la cite con seudónimo.

*La multimilitancia

Por aquellas fechas, Benimaclet estaba volcado en la lucha contra el Programa de Actuación Integrada (PAI) y se organizaban reuniones, formaciones abiertas, talleres y paradas informativas en la plaza para hacer frente al plan urbanístico. En Valencia tenía lugar la campaña «La Sareb es nuestra», en cuyo marco se anunciaban okupaciones de viviendas y de sedes de sociedades inmobiliarias. Al mismo tiempo, se habían vivido dos huelgas feministas multitudinarias y dos festividades del 9 d’Octubre en las que el movimiento antifascista había tenido un marcado protagonismo.

Con la reanudación de los encuentros presenciales, Martínez Hernández asiste a la primera asamblea abierta de la Red de Apoyo Mutuo y Cuidados, impulsada por Cuidem Benimaclet, el centro social L’Horta y la Asamblea Feminista de Benimaclet. Allí conoce a Laia, una de las personas con las que mantendrá una amistad que se alargará durante más de un año. «Al final de la asamblea se acercó y me propuso tomar una cerveza, pero yo no podía. Se mostró interesado por hacer algún deporte y le voy a hablar de un grupo de capoeira», recuerda.

El par de sesiones de capoeira a las que asistió fueron la puerta de entrada del policía al grupo de muay thai y a l’Horta, centro neurálgico del activismo social en el barrio y en el conjunto de la ciudad. Estamos en el verano de 2020 y el agente infiltrado ya milita en tres colectivos –Cuidem Benimaclet, Grama y el grupo de muay thai– y tiene acceso a todas las actas de las asambleas de EntreBarris y del centro social L’Horta. Cada mes, como miembro de Grama o del grupo de muay thai, asiste al máximo órgano de decisión de l’Horta e, incluso, llega a tener copia de las claves.

*Un chico muy colaborador

Su carácter, que quienes congeniaron califican de tímido, simpático y amable hizo que no le costara nada crear vínculos de confianza. «Era una persona muy respetuosa, nada invasiva. Si alguien necesitaba algo, siempre estaba», describe una de las integrantes del grupo de muay thai. No acostumbraba a participar y compartir su opinión en las asambleas ni en ninguno de los al menos diez grupos de Telegram en los que consiguió entrar. Tampoco manifestaba sus ideas a la gente más cercana, aunque en alguna ocasión –según detalla una activista de su entorno– se definió abiertamente como antifascista.

Lo que sí mostraba era mucho interés por la actividad política de Benimaclet y siempre estaba dispuesto a colaborar en la organización de cualquier movilización, actividad o acción. «Las puertas se te abren muy fácilmente cuando eres una persona motivada a participar, siga en acciones concretas o asambleas de base», manifiesta Jordi, exmiembro de Acción Antifascista Valencia con quien el agente infiltrado mantuvo una estrecha relación de militancia. Ramón Martínez Hernández no asistió a ninguna asamblea de este colectivo antifascista, pero sí logró infiltrarse en algunos de sus grupos de acción directa.

La proactividad, el compromiso y el elevado nivel de implicación caracterizaron su estrategia. Se involucró hasta el punto de liderar algunas movilizaciones, actividades y acciones de sabotaje. En febrero de 2021, participó en la asamblea para organizar las protestas contra el encarcelamiento de Pablo Hásel y formó parte del bloque puntero de manifestantes que empujaba el cordón policial para abrirse paso. En otra ocasión, asistió a la marcha antifascista del 1 de Mayo de 2021 como miembro del cordón de seguridad organizado por Acció Antifeixista València.

Incluso, algunas de las amistades más íntimas que estableció se forjaron porque las «animaba» a formar parte de los espacios o acciones en las que participaba. Testigos del entorno lo avalan: «Me voy a quedar en paro y empecé a ir a Grama. Él ya estaba y fue quien me introdujo en el grupo de apoyo de La Garrofera. Poco a poco, vamos a tener muchos grupos en común», detalla Elena, una joven activista. Varios testigos explican a la Directa que Ramón Martínez fue uno de los impulsores del grupo de vecinas que algunas noches echaban a tumbar las vallas que había colocado la promotora Metrovacesa en el perímetro de los terrenos del PAI y que él mismo tiró algunas. También participó en la grabación de un videoclip de un rap antifascista y lo invitaron al cementerio de Paterna para realizar una visita guiada durante los trabajos de exhumación de los restos de represaliados por el franquismo.

A pesar de su ocupada agenda de militancia, nunca declinó asumir responsabilidades o promover iniciativas. Como miembro de Cuidem Benimaclet, se comprometió a coordinar algunas acciones y a sumarse a la preparación de una manifestación contra el PAI junto con la Asociación Vecinal de Benimaclet. También se ofreció para organizar una kafeta en el CSOA La Gamberra del barrio de El Campanar en solidaridad con un grupo de jóvenes migradas, a la vez que se responsabilizaba de la recogida del dinero de Grama para la visita a Valencia de la gira de movimiento zapatista, así como de algunas rifas antirrepresivas. Del mismo modo, se encargaba de administrar el canal de difusión de la red de alimentos y en mayo de 2021 pilotó la creación de dos grupos de Telegram para viajar a un torneo de deportes de contacto que se celebraba en Molins de Rei (el Baix Llobregat).

Su mimetización no sólo atendió a la actividad política, sino también a la implicación emocional con algunas activistas y personas en situación de vulnerabilidad a las que acompañaba. En febrero de 2022, cuando hacía cinco meses que se había marchado de Valencia, una de sus mejores amigas contactó con él para comunicarle que uno de los jóvenes migrantes de La Garrofera había muerto. Un día después, Ramón le contestó con un audio con el siguiente mensaje: «Ayer vi los mensajes y… Bueno, voy a flipar, la verdad. Entré en shock, no me esperaba eso. Ha sido una noticia supertriste».

Cronología policía infiltrado.

*En la universidad con documentación falsa

La publicación de la infiltración de Marc Hernàndez Pons en junio de 2022 hizo despertar las primeras sospechas a varias personas del entorno de Ramón Martínez. El modus operandi de ambos agentes se parecía demasiado: falta de información sobre su pasado, una vertiginosa militancia a muchos colectivos en poco tiempo y, en el caso del infiltrado en Valencia, una repentina desaparición que hacía dudar de la veracidad de su historia. Fue entonces cuando la Directa inició su investigación para rastrear los datos existentes de Ramón Martínez Hernández y su identidad falsa se fue desmenuzando.

Uno de los aspectos más significativos de esta infiltración policial es que el activista ficticio pudo realizar varios trámites legales y administrativos con su identidad falsa. Para matricularse en la Universitat de València (UV), aunque se haga mediante la prueba para mayores de 25 años, es necesario presentar un documento de identidad oficial y haber superado el bachillerato y unos exámenes de acceso. Durante el curso académico de 2020-2021, bajo su identidad falsa, Ramón Martínez Hernández fue un alumno más del grupo A del primer curso de Trabajo Social en la UV. Cabe destacar que los documentos de identidad falsos sólo los puede expedir el Ministerio del Interior español. En el caso de Ramón Martínez, aparte de tener un DNI falso –con la secuencia alfanumérica 49735198K– hemos podido confirmar que también disponía de una identidad falsa en el sistema sanitario valenciano, inscrita a través del número 46/11739103/09 de la Seguridad Social.

La doble vida que mantuvo durante todo el período de infiltración le obligó a buscar coartadas para justificar sus ausencias. Por las mañanas, según aseguraba, iba a clase y, de tanto en tanto, no asistía a asambleas porque tenía que «hacer un trabajo» de la universidad o porque estaba «super liado con la uni», tal y como quedó registrado en audios que se intercambiaba con compañeras de militancia. Durante las vacaciones de verano de 2020 y 2021 o algunos fines de semana pausaba todas las comunicaciones y desaparecía, bajo el pretexto de tener que visitar a la familia o de hacer algunos trabajos puntuales en el sector de la construcción.

Tras la pausa veraniega de 2021, a principios de septiembre, Martínez Hernández reapareció en Valencia. Entonces, anunció al entorno activista más cercano que había decidido volver a Barcelona, donde explicaba que viviría con «uno de sus mejores amigos» y que continuaría estudiando Trabajo Social. La mudanza se alargó unas semanas porque, según comunicó, tenía problemas con el traslado del expediente académico a la Universidad de Barcelona (UB). Sin embargo, las investigaciones de la Directa desmienten este extremo, porque Ramón Martínez nunca ha sido estudiante de la UB.

Para despedirse de su círculo de amistades más cercano, el infiltrado celebró una cena en el Centro Social-bar Terra y se marcha de Valencia el 20 de septiembre de 2021. Antes, advirtió de que no quería mantener ningún vínculo con nadie porque no le gustaban «las relaciones a distancia» y que abandonaría la actividad política para centrarse en «estudiar y entrenar». A pesar de la ausencia presencial, intercambió mensajes de móvil con su entorno hasta julio de 2022. A raíz de los primeros indicios de sospecha, una de sus mejores amigas lo contactó para saber de él. Ramón Martínez le contestó cuatro días después, sin especificar demasiado su situación, y mantuvo activa su línea telefónica como infiltrado hasta diciembre de 2022, con acceso a la información compartida por los grupos en los que participaba.

Finalmente, ha sido expulsado de todos los canales de comunicación colectivos el 13 de febrero de 2023. Desde el movimiento popular de Valencia, una vez conocido el caso, se pide no entrar en pánico: «No nos aislamos en nuestras casas. Si ha habido un infiltrado, es que estamos haciendo las cosas bien. No nos arrepentimos. Al revés, debemos seguir militando, con cuidado y autoprotección y revisando nuestras prácticas», asevera una militante del CSOA l’Horta en declaraciones a este medio.

https://directa.cat/un-talp-policial-en-lactivisme-de-valencia/

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