Los borbones:
-Los borbones españoles: psicopatías e imágenes prohibidas.
Vista la feroz ofensiva monárquica que hoy padecemos los españoles, hemos creído oportuno elaborar un recuento, más iconográfico que doctrinal, de los excesos que se perpetran en la idolatría royal. Hartitos de retratos hagiográficos de reyes con peluca y de monumentos ecuestres en los que, como es fama popular, el caballo tiene mirada humana mientras que los ojos del rey de turno son un pozo de perversidad, hemos pensado que debemos contrarrestar esta funesta propaganda con unas breves notas que atiendan a otras imágenes hasta ahora censuradas, perseguidas hasta la muerte del autor o, simplemente, olvidadas. En este sentido, prestamos especial atención a las psicopatías consustanciales a cualquier soberano. Sólo Goya las insinuó en su retrato de la familia real mientras que el resto de los pintores de cámara (hoy, Antonio López) rindieron pleitesía a las personas menos dignas de pasar a los museos -salvo los de la Tortura y otras truculencias.
Asimismo, no mencionaremos a ninguno de los innumerables casos de reyes psicópatas. Pero conste que podríamos remontarnos a inhumanos como el Prudente Felipe II (asesino de Carlos, su heredero) o, sólo extravagantes como Luis II de Baviera o como las zarinas que veneraron al monje Rasputín.
*Supuesto árbol genealógico de los Borbones en España. Ningún genetista con conocimientos de Historia lo firmaría. Faltan los aportes genéticos adulterinos y también faltan los reyes José I (Bonaparte), Amadeo de Saboya, Juan (no reinó) y, obviamente, Felipe VI y Letizia Ortiz.
*Origen: el Rey Sol
Los Borbones son originarios del pueblito de Bourbon, un balneario de aguas termales sito en plena Auvernia, hoy la zona más pobre de Francia. Hasta el siglo XI, sólo fueron ‘el clan de los Archambault’ -al que también pertenecían los Dampierre, eternos parientes pobres que lo siguen siendo desde que fracasó el casorio entre su violento pater familias y una nieta de Franco. Luis XIV de Borbón (antes, Bourbon) convirtió España en su colonia (“Ya no hay Pirineos”) pero no gracias a su ‘elevada’ cultura o a la industriosidad gala sino, simplemente, por la fuerza de sus armas.
El absolutismo y el militarismo del rey Sol lograron victorias militares efímeras… y duraderas mortandades para el pueblo. Luis el Grande, sembró la semilla de la Revolución Francesa.
*Felipe V (monarca entre 1700 y 1746)
Este Felipe, antecesor ordinal del actual monarca, era nieto de Luis XIV de Francia, el Rey Sol, absolutista hasta la médula (“El Estado soy yo”, se vanagloriaba) La llegada de los Borbones a España fue desastrosa para el país: guerras -internacionales y civiles-, importantes pérdidas territoriales, absolutismo imitado de Francia, hambruna, etc. Y, peor todavía, esta dinastía ha continuado causando estragos durante más de tres siglos. Por ende, pese a lo propalado por los serviles de ayer y de hoy, los Borbones nunca nos trajeron paz y prosperidad sino exactamente lo contrario.
El reinado de Felipe V comenzó mal pues fue proclamado rey no en España sino en Versalles. E, internacionalmente, fue a peor pues le ‘debemos’ la firma del Tratado de Utrecht (o de Utrecht-Rastatt,1713 y 1715) según el cual España perdió Gibraltar… y tres o cuatro países en Europa. Bueno sería que lo recordaran los hoy neofranquistas que vociferan ¡Gibraltar español!
La ostentosa psicopatía de Felipe V es sobradamente conocida: ahora se dice que era bipolar y que padecía el síndrome de Cottard agudo -se creía cadáver. Dígase con términos actuales o con definiciones anticuadas, ateniéndonos sólo a su comportamiento público, fue notorio que se creía algún tipo de batracio, vestía con harapos, con las uñas larguísimas, correteaba desnudo por Palacio -afición que observaremos en otros casos-, y se obsesionaba en montar a los caballos de los tapices. Pensando que podía ser envenenado, llegó a pasar días sin cambiarse de ropa, el mismo motivo por el que dejó de asearse hasta acabar desprendiendo un olor nauseabundo. Desde 1731, instalado en el Real Alcázar de Sevilla, se convirtió en un fantasma al que la mayoría de los cortesanos jamás volvieron a ver. Desde aquellos pasillos se escuchaban sus gritos en la lejanía, tras unas puertas que su mujer mandó vigilar para evitar que escapara. Creía haber perdido las vísceras, las piernas y por momentos la vida -manifestaciones arquetípicas del síndrome de Cottard. Uno de sus delirios más repetitivos fue creer que era una rana, de ahí que se desnudara y que caminara a cuatro patas.
Su real gobernanta, Isabel de Farnesio, pasó a reina de facto -se dijo que, más que un soberano, Felipe V fue el consorte de la reina. Los ‘asesores’ de Isabel descubrieron la hipersexualidad que se escondía tras tanta visita royal al confesionario. El primer borbón español (apenas hablaba el castellano) dícese que había tenido una sexualidad desaforada que, por sus escrúpulos religiosos, fue un tormento más que una bendición -por eso le casaron. En Madrid, salió -a veces- de su estado de letargo gracias a una suerte de musicoterapia diseñada por Isabel: en 1737, la estricta gobernanta mandó que Farinelli, el famosísimo castrato, cantara al monarca desde la habitación contigua. Al son de la música, el rey volvió a hablar. Pero duró poco, pues en las siguientes sesiones solo fue capaz de emitir unos ruidos estrambóticos.
Todo ello era ocultado por sus cortesanos y demás lechuguinos tiralevitas. Cuando llegó a la Corte (seudo)madrileña, los adulones de turno le idolatraron como superdotado preguntándose retóricamente: “¿Cuántos niños de diez años pueden jactarse de haber escrito un comentario sobre El Quijote o de hablar latín con fluidez?”. Pocos años después, cuando su psicopatía fue de dominio público, esos mismos cortesanos dijeron que era melancólico, o que padecía cambios de humor. Como enésima prueba de que Francia le protegía, señalemos que el embajador Louis de Rouvroy le ensalzó como un monarca recto que le tenía un gran miedo al diablo -ese tipo de pavor era muestra de acendrada religiosidad, no de locura.
Pero hay un rasgo de su carácter que (fuera o no bipolar, con Cottard o sin él) subraya el irresponsable belicismo característico del clan borbónico: en la cruenta guerra de Sucesión (1701-1715) destacó por su feroz catalanofobia. Participó activamente en las campañas llegando a liderar presencialmente a su ejército invasor –a veces, tan temerariamente que se ganó el servil sobrenombre de el Animoso. En puridad, la beligerancia borbónica contra buena parte de sus nuevos súbditos estimuló su psicopatía volviendo a un estado psicopático cuando ésta terminó.
En 1724, a sus 40 años, abdicó en su hijo Luis, no por su caótico estado mental sino porque esperaba acceder al trono de Francia ante la posible muerte de Luis XV -pero tuvo que volver al trono cuando la viruela trastocó sus planes dinásticos-parisinos.
*Luis I (enero 1724-agosto 1724)
Huelga añadir que Luis I el Bien Amado, el Liberal, el Breve, etc., no fue amado ni liberal pero sí efímero. Sucedió a Felipe V –@ la rana– y se casó con Luisa Isabel de Orleans, bulímica, una borderline de manual con un trastorno límite que gustaba de eructar, ventosear en público, corretear por los pasillos, trepar a los árboles y corretear desnuda por los jardines de palacio -hasta que la gota colmó el vaso durante una recepción pública, cuando se desnudó… y empleó sus galas para limpiar los cristales del salón. Se presentaba ante toda la corte sucia y maloliente, negándose a utilizar ropa interior y provocaba al personal exponiendo sus partes íntimas de un modo sibilino. Fue encerrada por su propio marido: “Padre, no veo otro remedio que encerrarla lo más pronto posible, pues su desarreglo va en aumento”.
El mismo día de su boda escribe a Felipe V: “Papá… me gustaría saber cómo se hacen los bebés”. A lo que el rey rana le respondió: “Hijo, eso pregúntaselo a tu esposa, ella debe saberlo”. “Pues, Padre, ayer por la noche le dije a la Princesa lo que V.M. me dijo y ella me respondió que tampoco sabía… Me puse sobre ella un rato, pero como no salía nada lo dejamos. Quiero que Usted me responda primero cómo tenemos que hacer los dos y también cuánto tiempo tengo que permanecer sobre la Princesa”. En la práctica, dejó todo en manos de la madrastra Isabel de Farnesio mientras él se divertía con sus amigos por los tugurios del Madrid nocturno. Hasta que se contagió de la viruela, justamente cuando su loca (¿) esposa se volcó sobre su marido sin importarle acabar contagiada -enfermó, pero menos grave.
*Fernando VI (1746-1759)
Durante sus 22 años como Príncipe de Asturias (heredero del reino), su madrastra y monarca en la sombra, dizque para “restablecer la salud mental y física del príncipe”, dictó que “don Fernando y doña Bárbara [su esposa portuguesa] podrán ser visitados cada uno por sólo cuatro personas. No podrían recibir a otros embajadores que los de Francia y Portugal”. Los príncipes no debían comer en público ni salir de paseo ni ir a ningún templo o convento. Por ello (quizá, impelido por el sadismo congénito de los Archambault-Bourbon), cuando finalmente Fernando VI accedió al Trono, lo primero que hizo fue vengarse de su némesis, Isabel de Farnesio. La expulsó de Palacio y la ‘pobre’ tuvo que irse a vivir con otra ‘pobre menesterosa’, la duquesa de Osuna. No contento el nuevo rey con ese destierro de oro, pocos meses después encerró a la perversa en el Palacio Real de la Granja, aislada de la Corte para los restos. No fue su única muestra de sadismo…
Esos odios intrafamiliares nos traen sin cuidado. Mucho más nos interesa subrayar que este segundo “Borbón español”, organizó el pogrom llamado de la Gran Redada: “Con el objetivo de lograr la extinción de la etnia gitana mediante el encarcelamiento y la separación de hombres y mujeres” (Pragmática, 28.octubre.1749) Genocidio más explícito no lo proclamaron ni siquiera los nazis. Más de 10.000 gitanos españoles fueron encarcelados y nunca sabremos el número de víctimas mortales, desterrados, impedidos, etc. Entonces, ¿por qué la pertinaz propaganda monárquica propala que era llamado el Prudente y/o el Justo?.
Cuando murió ‘la portuguesa’, aquejado de una supuesta ‘locura de amor’ (¿amor en el trono?, inverosímil), Fernando VI se retiró al castillo de Villaviciosa de Odón (Madrid), donde en menos de un año se consumió: “Estaba tirado en un catre, en medio de sus propias inmundicias, adelgazando hasta parecer un cadáver y sin afeitarse ni cortarse el pelo”. Según testimonió el médico coetáneo Andrés Piquer “Padecía unos temores sumos, creyendo que cada momento se moría, ya porque se sentía ahogar, ya porque le destrozaban interiormente, ya porque le iba a dar un accidente… corría o bailaba en ropa interior, le gustaba reírse de sus asistentes y se negaba a dormir sobre su cama, de modo que improvisaba cada noche una camilla con dos sillas y un taburete”. Además, desarrolló apatía, insomnio, abandono en la higiene personal y en las obligaciones religiosas… mordía a los cortesanos y fingía que estaba muerto o que era un fantasma. Finalmente, dejó la corona a su hermanastro Carlos.
*Carlos III (1759-1788)
Primogénito de Felipe V, tuvo 13 hijos con -o contra- una aristócrata de Sajonia. En la España de la Transacción (sic) fue elevado a los altares por una socialdemocracia hispana adulona compulsiva de la monarquía. En sus fantasías, estos palanganeros del burdel royal, difundieron la especie de que Carlos III fue ‘el mejor alcalde de Madrid’ por su política urbanística y de mejoramiento urbano -en puridad, empedrado de cuatro calles, drenaje de otras cuatro y media docena de farolas. Además, en 1764, implantó el término propiedad intelectual para sustituir el oprobioso de privilegio. Otrosí, lo único meritorio que hizo este monarca recuperado como ‘socialdemócrata’ (¡) consistió en que, harto de que quisieran ser emperadores, expulsó a los jesuitas en el feliz año de 1767.
*Carlos IV (1788-1808)
Todavía llamado el Cazador pero esta vez con cierta justicia pues matar animalitos fue lo único que le interesó -perdón, también se propagandea que era relojero, feligrés de Bocherini y hasta violinista. Pero, como dijimos de su predecesor, lo único meritorio que hizo fue nombrar a Goya como pintor de cámara en 1789; un caramelo envenenado del que el genial aragonés salió incólume gracias a su sentido social de la estética -no olvidemos que el siguiente rey, el felón por antonomasia Fernando VII, le obligó a exiliarse muriendo en Bordeaux, no en tierra hispana.
Por lo demás, la Corte madrileña de este rey poco soberano fue tan ilegítima, adulterina y drogadicta como lo fueron -y son- las Cortes europeas. Ejemplo: la reina María Luisa confesó a fray Juan de Almaraz que “Ninguno de mis hijos lo es de Carlos IV y, por consiguiente, la dinastía Borbón se ha extinguido en España… [y continuó en su lecho de muerte] ninguno, ninguno de sus hijos e hijas, ninguno era del legitimo matrimonio, lo declaraba para descanso de su alma y que el Señor le perdonase”. Cuando Fernando VII se enteró de esta confesión, encerró al fray en el castillo de Peñíscola hasta su muerte. Pero la duda subsiste: ¿alguno de los hijos y/o herederos de Carlos IV era hijo de Godoy? No sería el único caso de herederos adulterinos -ver infra, Isabel II y el apuesto espaldero Puig Moltó.
No obstante, nos interesan mucho más los avatares de la política internacional del rey Cazador. En 1795, Godoy & Co, rey incluido, firmaron con la joven república francesa el Tratado de Basilea que puso fin a la Guerra de la Convención -no busquen con demasiado ahínco ninguno de estos dos nombres en la Historia oficial española porque suelen estar censurados. Como hemos escrito en otras ocasiones, Godoy se empeñó en invadir a la Francia republicana pero su perversidad fue repelida por los sans-culottes quienes, en su contraofensiva, llegaron al río Ebro avisando al lúbrico Palacio hispano que no se le ocurriera ahorcar a Picornell y sus correligionarios -apresados tras fracasar la Conspiración de San Blas, primer intento republicano en Hispania- porque, en tal inmundo caso, ellos llegarían enseguida a Madrid y harían pagar con la misma moneda a los serviles cortesanos. Mientras tanto, Catalunya y Euskal Herría habían pasado a manos republicanas sin disparar ni un tiro.
Evidentemente, Godoy dio marcha atrás y España tuvo que entregar a los sans-culottes su parte de La Española (hoy, República Dominicana y Haití) Además, París impuso una tasa mínima porque creyó ingenuamente que Madrid podría ser su aliada: “Por cinco años consecutivos desde la ratificación del presente tratado la república francesa podrá hacer extraer de España cincuenta caballos padres, ciento cincuenta yeguas, mil ovejas y cien carneros por año.” Por su parte, Godoy recibió el título de Príncipe de la Paz, pese a que la monarquía hispánica sólo reconocía ese supremo título al heredero al trono. Evidentemente, no hubo paz ni Tratado de Paz. La monarquía se vio obligada a admitir su abrumadora derrota -y a pagarla, aunque Francia fuera benigna en su escarmiento.
*José I (1808-1813)
José I, hermano de Napoleón Bonaparte, también conocido con el sobrenombre de Pepe Botella -era abstemio. Bien a su pesar, durante su reinado se constituyeron las Cortes de Cádiz que promulgaron la primera Carta Magna de España -alias popular, La Pepa. Obviarlo en la cronología de la monarquía española es una muestra más de la manipulación consustancial a la propaganda monárquica -habrá dos casos más, cf. infra el de Amadeo de Saboya y el de Juan I, padre de Juan Carlos I.
*Fernando VII (1813-1833)
Rey por la gracia de Napoleón Bonaparte. Es decir, porque el Corso le hizo saltar por encima de su padre, otra inveterada costumbre borbónica, vigente en la actualidad -cf. infra, Juan I y Juan Carlos I. Curiosamente, es el único Borbón español que tiene mala fama historiográfica -y no digamos popular. Por ello no ampliamos su ficha, atiborrada de asesinatos, frivolidades y, especialmente, de crímenes absolutistas.
*Isabel II (1833, reina menor de edad-1843, reina efectiva-1868, reina exiliada-1870, abdicación)
Tampoco nos explayaremos en la adiposa figura de la reina Isabel II puesto que estamos abrumados por su imagen popular de soberana ninfómana. Como hemos escrito varias veces, nos importa un bledo que lo fuera o no. No somos neurólogos ni psicoanalistas para entrar en su cerebro… ni en otros órganos meridión abajo. Para nosotros, era simplemente reina y, como tal, podía hacer lo que le diera la gana con total impunidad: esto es lo verdaderamente odioso –que gastara sus malhabidos privilegios en la cama, nos resulta irrelevante. Es decir, entre los especímenes anteriormente fichados de los Borbones españoles, Isabel II es la única transparente –normal, si se prefiere.
Una de las numerosas viñetas atribuidas a los hermanos Bécquer pero las investigaciones actualizadas de su magnífica obra Los Borbones en pelotas, señalan que, probablemente, serían más bien obra de algunos caricaturistas de la época.
Por ello, apenas mencionaremos sus criminales guerras contra los carlistas -ultracatólicos, dicho sea de paso- y contra las repúblicas latinoamericanas, en especial la estúpida invasión de la Campaña del Pacífico encabezada por el milico invasor Méndez Núñez -sí, el de los ‘barcos con honra’ o sin ella. Una agresión sinsentido a la que se invitó en el último minuto -y sólo para disimular porque tenían que arribar a puertos neutrales- a un grupo de abnegados científicos a los que los marinos hicieron todas las barrabasadas imaginables -incluso con resultado de muertes. Así destrozó la tropa patria a la única expedición científica española del siglo XIX de la que sólo queda poco más que la insigne memoria del historiador Marcos Jiménez de la Espada.
Pero, en cambio, señalaremos con letra gorda que se supo desde siempre que parte de su numerosa prole fue engendrada gracias a su guardaespaldas Enrique Puig Moltó -en este caso, ¿espaldero quiere decir aficionado al a tergo y/o more ferarum?, bah, da igual. Por ende, la descendencia de Isabel II debería apellidarse XX Puig-Moltó Borbón y etcétera, empezando por su hijo Alfonso XII, siguiendo por su tataranieto Juan Carlos I y concluyendo en el actual monarca.
*Amadeo I (enero 1871-febrero de 1873; de Saboya)
Aunque la nobleza (es un decir) europea es una familia extendida, aquí sólo observamos a una parte de ella: la familia nuclear borbónica. Por no ser Borbón y, especialmente, por la brevedad de su reinado, sobre Amadeo I no añadiremos ningún comentario sobre primos más o menos lejanos. Pero conste que nos asombramos de que la historiografía borbónica ningunee su reinado de manera tan zafia…
–https://loquesomos.org/los-borbones-espanoles-psicopatias-e-imagenes-prohibidas/