Libros antifascistas:
Los tanques avanzan en rombo.
De Anatoli Ananiev.
Novela
ANATOLI ANANIEV (Autobiografía)
Nací en 1925. Lo mismo que todos los de mi edad, empecé a asistir a la escuela a los siete años, y a los diecisiete empuñé una metralleta y fui a matar fascistas, que habían atacado a mi patria; defendí la paz, la libertad y el derecho a vivir, y a los veinte años tenía ya blancas las sienes. Terminó la guerra, empecé a trabajar en una fábrica, cargué con fardos enormes de tabaco y escribí poesías. Eran tan vigorosas las palpitaciones de la vida en mi seno y en torno mío que no pude menos de escribir acerca de ella; y no tanto escribí de ella, como grité con todas mis fuerzas:
– ¡Hombres, vivid!
– ¡Alegraos del Sol!
Y nada más. Eso es todo lo que quería deciros.
… Se aproximó Sávvushkin, bajo, delgado y tenaz como una garrapata. Llevaba los bolsillos llenos de pepitas de girasol. Se sentó al lado de Tsariov.
– Lárgate – le dijo Tsariov.
– ¿Tienes miedo de que te falte hierba?
– Lárgate, te digo, ¿me oyes? No me escupas cáscaras junto a la oreja.
– Haces mal en echarme. Más te valdría preguntarme si traigo alguna noticia.
– ¿Qué noticias puedes traer tú?
– Pues traigo una.
– Hala, desembucha esa trola – le dijo Tsariov, indiferente y sin mirarlo.
– Hoy iremos a capturar una “lengua”.
– ¿Quién lo ha dicho? – interrogó Tsariov, incorporándose de súbito.
– ¡Yo lo digo, Sávvushkin!
– ¡Anda allá! – respondiole Tsariov, volviéndose a tumbar- .
Lárgate por las buenas, lárgate y no me hagas levantarme….
– Como quieras.
Tsariov se alisó el gorrito de soldado y se volvió a tapar con él los ojos. “Qué tipos suele haber en el mundo – pensó, escuchando alejarse los pasos de Sávvushkin- . Vienen a molestar a uno y luego se van como si tal cosa”. Pero en esa ocasión Tsariov se equivocó. Poco después, el teniente Volódin, jefe de la sección, los llamó a él y a Sávvushkin.
Tsariov, guarda forestal de Tiumén, era ancho de hombros, rechoncho, y caminaba inclinando el cuerpo a uno y otro lado, como saben caminar únicamente los siberianos de pura cepa; en sus manazas, que habían conocido desde la infancia el hacha y la pala, adivinábase, nada más verlas, un vigor de oso. Era cachazudo, indolente, pero si se ponía a hacer algo, trabajaba como una mula. A su lado, Sávvushkin parecía tímido y débil. Los hombros caídos, el pecho hundido y las piernas delgadas le hacían parecer un chiquillo. Había nacido y crecido en Stávropol, trabajado de dependiente en la cooperativa de consumo de un pueblo, y tuvo fama de ser el mejor corredor del distrito. En el pueblo lo llamaban el campeón, apodo que llevó, sin darse cuenta, al ejército.
Tsariov y Sávvushkin estaban considerados en el regimiento como los mejores exploradores. El teniente Volodin estaba orgulloso de ellos, pues los había adiestrado él; el capitán Páshentsev los llamaba la “pareja segura” y recurría a ellos para cumplir misiones especiales; sabíase también de estos dos soldados en el Estado Mayor del regimiento, y hasta en el de la división. Por eso, cuando este día se necesitaba capturar urgentemente una “lengua”, la elección recayó en Tsariov y Sávvushkin…
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