Luchas obreras rescatadas del olvido
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El Salvador -1967-
Huelga General por el derecho a huelga
En abril de 1967, los obreros salvadoreños de la fábrica Acero S.A. no aguantaron más el trato humillante de sus superiores, los numerosos accidentes laborales y las condiciones salariales indignas. Lo que comenzó como un conflicto en un único centro de trabajo, pronto se tornó una verdadera batalla por el derecho a la huelga que implicó al conjunto del proletariado del país. Al principio, los metalúrgicos tuvieron que vencer las reticencias de los jefes sindicales de la CGS, que querían retrasar el estallido de la huelga por el miedo a una reacción represiva del gobierno. Aún así, el 5 de abril los trabajadores cesaron la actividad y bloquearon todos los accesos a la fábrica; se organizaron comisiones para dar continuidad a la protesta (abastecimientos, cocina, finanzas, etc.). La otra central sindical del país (FUSS) se decidió a apoyar la huelga y se organizó un movimiento de solidaridad obrera y popular que coadyuvó al triunfo de los obreros de Acero S.A.
Todo el pueblo de Zacatecoluca (ubicación de la fábrica) mostró su solidaridad con los huelguistas: las organizaciones estudiantiles, las organizaciones de mujeres y las asociaciones de vecinos organizaron colectas. Por su parte, la patronal se pronunció con claridad: “la huelga es ilegal y haremos todo lo posible por impedirla”. El Ministerio de Trabajo notificó entonces a los trabajadores el “plazo fatal” hasta el día 17 para acabar la huelga, amenazando y advirtiendo de la “inconstitucionalidad” de la misma. Desde este momento, y bajo la firme decisión de los obreros en asamblea de continuar con la lucha, la huelga se transformó desde las reivindicaciones parciales a la lucha por el derecho democrático al ejercicio de la huelga.
Así lo concibieron los obreros de todo el país que acudieron masivamente a Zacatecoluca a apoyar a sus hermanos de clase, conscientes de lo mucho que había en juego: se organizó la Gran Caravana de la Solidaridad con los huelguistas del Acero y sonaron trompetas de guerra. En los distintos mítines de esos días se escuchaba: “Estamos dispuestos a enfrentar con nuestras vidas los intentos de romper la huelga por la fuerza… Si para ello es necesario enfrentarnos a cualquier autoridad, lo haremos. Que pasen sobre nuestros cadáveres si pueden.”
La madrugada del día 17 se amontonaron en la fábrica miles de trabajadores solidarios dispuestos a defender la huelga y se creó un Comando de Huelga que unificó a todos los sindicatos. Ahora el ultimátum lo daba el Comando de Huelga: si no se atendía a las justas demandas de los trabajadores, el lunes 24 de abril se convocaría la Huelga General progresiva, a la que poco a poco se unirían todos los sectores de la producción. Y así fue.
Se paralizaron los ferrocarriles de todo el país y el puerto de Cutuco. Esa mañana, los obreros panificadores se lanzaron a la calle, seguidos por los obreros de varias fábricas, los mecánicos… 22.000 obreros estaban en huelga en apenas 24 horas y en 5 días ya eran 38.000. La patronal y el gobierno cedieron y, tras 24 días de huelga del metal y 5 días de Huelga General, se satisficieron todas las exigencias de los trabajadores. Eso sí, los 38.000 obreros permanecieron en los piquetes en todos los barrios hasta que el Comando de Huelga no dio la orden de finalizarla, anunciando el triunfo de la unidad obrera, en un auténtico ejemplo de disciplina. El derecho a huelga se había impuesto mediante la desobediencia, la unidad y la solidaridad de la clase obrera.