Muro de solidaridad y denuncias:
Libertad Arenas:
-Artículo de Arenas:
C.P. Aranjuez. 25 de abril de 2022.
*Editado en cuadernillo en junio de 2022 «Arenas nos escribe y opina» y como carta en el libro “De dentro afuera. Cartas desde la cárcel” en julio de 2022
LA DESNAZIFICACIÓN DE UCRANIA
Lo primero que hemos de tener en cuenta, es que cuando iniciamos este “debate” no hacía mucho tiempo que había comenzado la lucha armada de resistencia antifascista en el Donbás, la cual había sido precedida, como es bien sabido, por el golpe de Estado perpetrado por los banderistas en Kiev, en febrero de 2014. En realidad, tanto la lucha de resistencia como la proclamación de las repúblicas populares del Donetsk y Lugansk respondían a dicho golpe de Estado, que fue promovido, financiado y respaldado por los EEUU.
Desde el primer momento, Rusia prestó ayuda al movimiento de resistencia, pero como quedó demostrado, no entraba en sus planes reconocer a las “autoproclamadas” Repúblicas, y menos aún implicarse directa y militarmente en el conflicto. La prueba más clara de ello la tenemos en el hecho de que el gobierno ruso se negara a reconocer los referéndums que proclamaron la independencia de las dos Repúblicas “separatistas”.
Sin embargo, hoy ya está muy claro que la Federación Rusa no podía dejar que los banderistas continuaran masacrando a la población del Donbás, ni permitir que abrieran las puertas para que entrara la OTAN en el territorio ucraniano, por el riesgo que esto suponía para su propia seguridad. ¿Pero cómo evitarlo, una vez que los ucronazis habían implantado su régimen de terror en Kiev, rompiendo todas las reglas de entendimiento?
El retorno de Crimea a la Federación Rusa, aprobado en referéndum por la inmensa mayoría de su población, aunque haya estado motivado por la misma causa, no presentaba, por toda una serie de razones, grandes dificultades. En cambio, en el Donbás el gobierno ruso debía tener en cuenta otros condicionantes políticos, diplomáticos, militares, etc., a fin de encauzar el conflicto a través de las conversaciones de Minsk.
Esto puede explicar también algunas actuaciones poco claras en la zona, contrarias a la lucha supuestamente “revolucionaria” preconizada por algunos; lo que -en el mejor de los escenarios- no pasaba de ser en aquellas circunstancias un proyecto “romántico”. Más si habría de ser llevado a cabo sin la ayuda y en contra de Rusia.
En aquella situación de enfrentamiento armado contra las fuerzas neonazis apoyadas por los imperialistas, había que centrar los esfuerzos en presentar un frente unido popular y en preservar la ayuda, no solo del pueblo ruso-soviético, sino también de todos aquellos que están interesados en impedir la permanencia de los fascistas en el poder y la penetración de la alianza atlántica en la región.
El llamado protocolo de Minsk, que preveía la reintegración del Donbás en Ucrania con un Estatuto especial de autonomía local, no ofrecía, ciertamente, una solución “socialista” al conflicto, pero suponía, de llevarse a cabo, un paso en la buena dirección en tanto no cambiara favorablemente la correlación de fuerzas y no hubieran madurado las demás condiciones -especialmente en la Federación Rusa- para dar un salto hacia delante.
Ha sido el sabotaje por parte de EEUU y de sus títeres, de esa política de diálogo y negociación promovida por el gobierno ruso para tratar de resolver de manera pacífica el conflicto provocado por los imperialistas, lo que finalmente ha legitimado el reconocimiento de las Repúblicas populares del Donetsk y Lugansk y la “operación militar especial”, cuyo objetivo, como han declarado las autoridades rusas, no es otro que desnazificar y desmilitarizar Ucrania.
Los ucronazis hace tiempo que han estado dedicándose a “descomunizar” los territorios que controlan, cometiendo innumerables atrocidades contra los trabajadores y contra todo aquél que no comparte su ideología patriotera y racista. Bueno, pues ahora tendrán que rendir cuentas por sus crímenes. Esta cuestión no puede estar más clara, al menos para nosotros.
EL RÉGIMEN BONAPARTISTA RUSO
Otra cuestión es la que se refiere a la participación de la burguesía monopolista rusa en el festín de la plusvalía arrancada al proletariado de Rusia y de otros países, de lo que (apenas hace falta decirlo) no puede existir ningún género de dudas. Tampoco puede haberlas respecto a que dicha relación de explotación pueda ser suprimida de una forma reformista (pacífica y parlamentaria); es decir, no revolucionaria.
Sin embargo, estas y otras muchas verdades no han de llevarnos a participar en la campaña de propagación de mentiras y bulos que presenta al presidente Vladimir Putin como un desalmado “genocida”, “déspota”, “dictador”, etc., con lo que los imperialistas y sus lacayos están tratando de establecer un nuevo “paradigma” (“anti-putinista”) destinado a demonizar el régimen ruso. Es lo mismo que trataron de hacer con el “antiestalinismo” en la época del socialismo, con el resultado ya conocido.
El carácter de clase del Estado ruso que encabeza Putin, un Estado de dictadura de la burguesía que asegura la explotación de la clase obrera, no creo que exista nadie en su sano juicio que se atreva a ponerlo en duda. Tampoco se puede negar el hecho de la aparición en muy pocos años, en base al espolio de la propiedad del pueblo soviético, de una casta de ricachones parásitos y oligarcas corrompidos hasta la médula que han prestado -y muchos de ellos continúan prestando- diversos servicios al régimen ruso. Pero hay que hacer notar que esos “oligarcas” no forman una oligarquía como la que domina desde hace más de un siglo en los países capitalistas de rancia tradición monopolista-financiera. Es decir, son clanes que no detentan el poder político, ni ejercen un dominio económico, financiero, cultural y mediático sobre el conjunto de la sociedad.
En la Federación Rusa, por esos avatares de la historia que no viene al caso detenernos a explicar aquí, se ha establecido un régimen de tipo bonapartista, de inestable equilibrio de fuerzas entre el proletariado -debilitado por la actuación, durante décadas, de los traidores revisionistas- y la nueva burguesía, también bastante débil y maltrecha debido a los desastres económicos y sociales ocasionados por el “ultraliberalismo” y, no en menor medida, por la “hecatombe geoestratégica” de la etapa yeltsinista.
Esta situación impide, por el momento, a la clase obrera tomar de nuevo en sus manos el poder político, a la vez que obliga a la burguesía a tener que hacer algunas concesiones a amplios sectores de la población para conservarlo.
Ni que decir tiene que dichas concesiones no suponen abrir un camino al restablecimiento del socialismo. La burguesía rusa no va a entregar el poder político que ha usurpado mediante el engaño y la violencia, ni va a devolver voluntariamente la propiedad de los medios de producción que ha robado al pueblo trabajador. No hará ninguna concesión voluntaria que ponga en peligro su dominación política y económica y sus privilegios. Habrá, pues, que arrancárselo por la fuerza cuando se hayan creado las condiciones necesarias para ello. A tal fin se han de utilizar todas las concesiones que se vea obligada hacer.
Al cambio revolucionario va a contribuir en gran medida, no solo la crisis terminal en la que está sumido actualmente el sistema capitalista en todo el mundo, sino también, de manera particular, el acoso militar así como las numerosas “sanciones” económicas y de todo tipo que, en su desesperación, los estados imperialistas occidentales han decidido imponerle en su guerra económica a la Rusia “insumisa”.
En realidad, tal como hemos apuntado, ha sido la debilidad que aqueja a esa Rusia burguesa (bonapartista) frente a sus competidores y enemigos, lo que le ha planteado la necesidad de tener que elegir entre ceder a las exigencias más inmediatas de las masas trabajadoras (que deberán utilizarlas para continuar la lucha por el restablecimiento del socialismo) o claudicar de la manera más humillante y vergonzosa ante el acoso, los chantajes, los sabotajes y continuas agresiones de los imperialistas. Esto transformaría en poco tiempo el territorio de la Federación Rusa en un inmenso campo de batalla.
Desde luego, esta balcanización de Rusia, en la que sus numerosos pueblos y etnias, instigados por los imperialistas, se verían obligados a luchar entre sí por la supervivencia, es un escenario que no habría que descartar. Por este motivo debemos mantenernos alerta y prestar apoyo a todo lo que suponga denunciar y poner freno a los planes imperialistas.
PUTIN CULPA A LENIN DE LA CRISIS DE UCRANIA
En el mensaje televisado de Vladimir Putin a su país del 21 de febrero, este personaje culpó a Lenin de la crisis de Ucrania y, más concretamente, a “su derecho a la autodeterminación”: «En términos del destino histórico de Rusia y sus pueblos -dijo el mandamás ruso- los principios de construcción del Estado de Lenin no fueron solo un error: fueron mucho peores que un error».
Putin intentó probar esa acusación, que lo define como un anticomunista acérrimo, en una serie de consideraciones “históricas” a través de las que manifiesta claramente su defensa de la concepción imperial del Estado zarista y de su “destino histórico” como cárcel de pueblos.
Naturalmente, para ello tiene que ocultar la responsabilidad directa de sus padrinos políticos (la banda yeltsinista) en la contrarrevolución que llevó a cabo la demolición de la Unión Soviética (contraviniendo la voluntad del pueblo soviético expresada por mayoría en un referéndum), así como el saqueo de la propiedad social y todos los desastres económicos, sociales y “geoestratégicos” que sobrevinieron a consecuencia de su traición.
Ante tal acusación lanzada contra Lenin y los demás desvaríos de Putin, cabe destacar la declaración de la Unión de oficiales soviéticos sobre la situación en Ucrania (22 de febrero de 2022) en la que, entre otros, puede leerse el siguiente alegato en defensa de Lenin y del derecho a la autodeterminación de las naciones:
«Lenin en su `Carta a los trabajadores y campesinos de Ucrania con motivo de la victoria sobre Denikin´ enfatizó el deseo de los trabajadores rusos y ucranianos de formar una Unión voluntaria de Naciones basada `en la plena confianza, en una clara conciencia de fraternidad, unidad en el consentimiento completamente voluntario´. La solución de tan trascendente tarea, más la necesidad de ampliar la base social de la Revolución en las Repúblicas, dictaba la necesidad de ciertas concesiones a su favor. De lo contrario, la tarea de reunificar nuestro Estado (y, en consecuencia, crear los requisitos previos para contrarrestar con éxito el ataque del imperialismo occidental) habría quedado sin resolver.»
LENIN Y STALIN CONTRA LA DISGREGACION DE RUSIA
Esas acusaciones de Putin lanzadas contra Lenin y los bolcheviques no son nuevas. Como recoge el comunista chileno Jaime Canales en el 1er volumen de su obra Stalin, el líder, en noviembre de 1917 se celebró en Finlandia un congreso del Partido socialdemócrata. “En él Stalin no solo habló de los triunfos de la Revolución, sino también de una de las cuestiones fundamentales que preocupaban al pueblo finlandés:
«Los viejos lobos del imperialismo (…) trataban de intimidarnos (…) con la disgregación de Rusia (…) en múltiples Estados independientes, y aludían, tildándolo de ‘funesto error’, el derecho de las naciones a la autodeterminación proclamado por el Consejo de Comisarios del Pueblo. Pero debo aclarar del modo más determinante que no seríamos demócratas (¡no hablo ya del Socialismo!) si no hubiéramos reconocido a los pueblos de Rusia el derecho a la libre determinación. Claro que habríamos traicionado el socialismo si no hubiéramos adoptado todas las medidas para el restablecimiento de la confianza fraterna entre los obreros de Finlandia y de Rusia. Pero todo el mundo sabe que el restablecimiento de tal confianza es inconcebible sin el reconocimiento de libre determinación al pueblo finlandés (…) ¡plena libertad, de estructurar su vida al pueblo finlandés, como a los demás pueblos de Rusia!» (Stalin, Obras Escogidas, tomo IV).
Efectivamente -prosigue el camarada J. Canales- durante las semanas siguientes, la cuestión de la concesión de la independencia a Finlandia fue un asunto de veras acuciante para el gobierno soviético, porque los socialdemócratas finlandeses no pudieron tomar el poder en sus propias manos y, en su lugar, la burguesía se apoderó de él (…) en una declaración del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, el 22 de noviembre, Stalin manifestó:
«Los representantes de Finlandia se han dirigido a nosotros reivindicando el reconocimiento inmediato de la independencia de Finlandia y la ratificación del hecho de su separación de Rusia. En respuesta, el Consejo de Comisarios del Pueblo ha resuelto acceder a ello (…) como es lógico (…) no podía proceder de otro modo (…) el Consejo de Comisarios ha otorgado la libertad contrariamente a su deseo, no al pueblo (…) como esto significa una tragedia para el proletariado finlandés, no podemos dejar de señalar que los socialdemócratas finlandeses, debido únicamente a su decisión e incomprensible cobardía, no han tomado medidas resueltas para adueñarse ellos mismos del poder y arrancar de manos de la burguesía finlandesa su independencia.» (Ibidem)
J. Canales cita en su obra un pasaje de los Recuerdos de trabajo en el Comisariado del Pueblo para Asuntos de las Nacionalidades 1917-1919, de Pestkovky C., quien fuera comisario adjunto de dicha institución soviética:
«Respondiendo a Martov, que acusaba al poder soviético de contradecirse al exigir el poder proletario en las regiones periféricas de Rusia, mientras se conforma con el referéndum para Curlandia*, Lituania, Polonia, etc., (…) Stalin advierte que sería un absurdo completo exigir el poder soviético en las regiones occidentales, cuando en ellas no existen aún los soviets, cuando en ellas no hay todavía revolución socialista. Si aplicamos la receta de Martov (…) tendríamos que inventar los soviets en lugares donde no solamente no existen, sino incluso todavía no se ha abierto el camino que conduce a ellos. En tales condiciones, las peroratas acerca de la autodeterminación a través de los soviets son un absurdo mayúsculo.» (Ibidem)
*Región histórica; en la actualidad es la parte oeste de Letonia.
En este apartado del libro de Canales, dedicado al “Comisario del Pueblo de las Nacionalidades”, su autor destaca una cuestión especialmente reveladora sobre este importante problema que tratamos. “Stalin -escribe- siempre fue un genuino estatista, imbuido, como Lenin, de la convención de que el Estado, en las condiciones históricas especificas en que se desarrollaba y desarrollaría la Rusia soviética, debería tener preeminencia sobre todas las restantes instituciones sociales.
(…)
“Habría que recordar -prosigue el texto de J. Canales- que, de hecho, en el informe sobre la cuestión nacional, presentado el 15 de febrero de 1918, en el III Congreso de los Soviets de toda Rusia, Stalin planteó, de modo inequívoco, la necesidad de hacer una nueva interpretación del derecho a la autodeterminación:
«La raíz de todos los conflictos surgidos entre la periferia y el poder soviético central está en el problema del poder. Y si los círculos burgueses de una y otras regiones han tratado de dar barniz nacional a estos conflictos, se debe únicamente (…) a que les resulta cómodo ocultar con el ropaje nacional la lucha contra el poder de las masas (…) todo esto indica la necesidad de interpretar el principio de autodeterminación como derecho a la autodeterminación, no de la burguesía, sino de las masas trabajadoras de la nación dada. El principio de autodeterminación debe ser un medio de lucha por el socialismo y ha de supeditarse a los principios del socialismo.» (Stalin, Obras Escogidas, tomo IV).
Esa “reinterpretación” de Stalin del principio de autodeterminación de las naciones, como acabamos de leer, está enfocada a quitar toda legitimidad al “derecho” de la burguesía en su “lucha contra el poder de las masas”. Nos parece que fue debido a eso (tal como se desprende de la secuencia de los acontecimientos que Canales relata en su libro); es decir, debido a las distintas situaciones políticas a las que tuvo que hacer frente el poder soviético en la periferia, lo que impuso la “necesidad de interpretar el principio de autodeterminación”, no como un derecho de separación de la burguesía en aquellos lugares donde esta había sido derrocada del poder, sino como el derecho de las masas trabajadoras de separase de la burguesía apoyándose en el poder soviético.
Subrayamos lo del “poder soviético” porque, como hemos visto anteriormente en la respuesta a Mártov “Stalin advierte que sería un absurdo completo exigir el poder soviético en las regiones occidentales cuando en ellas no hay todavía Revolución Socialista”.
Queda, pues, claro que en esta como en todas las demás cuestiones de principios, entre Lenin y Stalin no existía ninguna diferencia esencial. En distintos momentos del proceso revolucionario los dos abogaron siempre, y lucharon de la manera más consecuente, por el poder obrero y campesino, en contra de la burguesía y en pro del socialismo. El cambio de situación o de la correlación de fuerzas obligó algunas veces a cambiar de táctica y a “reinterpretar” el mismo principio de autodeterminación, bien para retroceder de forma ordenada haciendo concesiones a la burguesía (como en el ejemplo de Finlandia que hemos visto); bien para avanzar o recuperar el terreno perdido en la lucha incesante por el socialismo.
Otro ejemplo de esto que decimos lo encontramos en las importantes concesiones territoriales que el poder soviético se vio obligado a tener que hacer al imperialismo alemán para alcanzar la paz de Brest-Litovsk, de lo que dependía en aquellos momentos la supervivencia, no solo de la Revolución, sino también de Rusia como Estado independiente. Aquella otra “tragedia geoestratégica” (causada, como otras muchas de distintas naturalezas, por la guerra imperialista) también se produjo en el siglo XX, y no fue, como se puede entender fácilmente, responsabilidad de Lenin. Lo que hizo Lenin, junto al Partido bolchevique, fue sacar a la clase obrera y a todos los pueblos de Rusia del profundo abismo al que habían sido conducidos por el zarismo y la burguesía rusa.
Algo parecido sucedió cuando, durante la II Guerra Mundial, ante la invasión por la Alemania nazi de numerosos países neutrales de Europa y la amenaza de sufrir una agresión a gran escala, la Unión Soviética se vio obligada a tomar posiciones defensivas en los Países Bálticos, en el Este de Polonia y en un territorio de Finlandia fronterizo con la URSS. Claro que esta vez no se trataba de hacer concesiones a la burguesía finlandesa (claramente comprometida con la Alemania nazi) sino de exigir (y asegurar) su neutralidad. O sea, aunque en condiciones y un sistema social diferente, hoy Rusia persigue en Ucrania lo mismo que antes la URSS con su “invasión” de Finlandia, Polonia, etc., es decir, su propia seguridad frente a la agresividad imperialista.
¡EL FUTURO PERTENECE AL SOCIALISMO!
Tal es el resumen que podemos hacer de este intrincado problema, actualmente enquistado por la restauración del capitalismo que se ha producido en todos esos países ex-socialistas y la implantación en ellos de regímenes ultranacionalistas. Si bien con el régimen ruso debemos hacer algunas salvedades debido, principalmente, a su reciente historia, así como a la amenaza para su seguridad y soberanía que supone la expansión militar hacia sus fronteras del bloque imperialista occidental hegemonizado por los EEUU.
Esta realidad ha de llevarnos a considerar la razón que asiste a la Federación Rusa -independientemente de su sistema económico- social y de los delirios historicistas de Putin- a la hora de tomar medidas “preventivas”, tanto en Ucrania como en Crimea y en otros lugares, ante lo que se le viene encima.
Por lo demás, no ha sido fortuito que se haya agravado precisamente en estos momentos este conflicto, después de que los EEUU y sus aliados de la OTAN hayan extendido sus tentáculos a la mayor parte de los países de Europa Oriental y haber destruido los Estados que les oponían resistencia en los Balcanes y Oriente Medio. Tampoco ha sido una casualidad que todo esto esté coincidiendo con la entrada del sistema capitalista mundial en una nueva fase de su crisis agónica, de la que los Estados imperialistas están tratando de salir una vez más -y es de suponer que esta será la última- por medio del armamentismo y de la guerra de rapiña.
De modo que todo parece indicar que ahora le ha llegado el turno a la Federación Rusa, no solo porque, como hemos indicado, viene a ser la gran tajada que tienen proyectado repartirse los viejos tiburones imperialistas, sino también porque está rompiendo, junto a China y otros países, la hegemonía de los EEUU. Así que lo más probable es que a los imperialistas, tal como ya está sucediendo, se les atragante el bocado por la lucha de resistencia que ya ha comenzado el gran pueblo ruso.
No obstante, de lo que sí podemos estar seguros es que esta lucha no podrá ser llevada a cabo hasta el fin de forma victoriosa por el régimen capitalista que actualmente domina en Rusia. En este sentido, es de destacar la conclusión contenida en el último párrafo de la Declaración de la Unión de Oficiales Soviéticos (ya citada) por cuanto pone el acento en este verdadero dilema histórico que se le plantea actualmente a su país:
«Rusia no tiene posibilidad de resistir el ataque imperialista en ausencia de una base para la consolidación de la sociedad, que es posible solo si el gobierno satisface plenamente las necesidades del pueblo. La solución de esta tarea requiere el cese inmediato de la privatización de la propiedad estatal, de la adhesión de nuestro país a la OMC y de la imposición de experimentos monetarios, y requiere el tránsito a la vía de construcción socialista. El actual gobierno oligárquico nunca implementa estas ideas por sus intereses de clase. Por tanto, solo la unión del pueblo de Rusia, en lucha contra el curso comprador y contra la dictadura capitalista, salvará a nuestro país de la destrucción.
¡El futuro pertenece al Socialismo!»
M.P.M. Arenas.