Muro de solidaridad y denuncias:
-Carmen López Anguita: la lucha por vivir y morir con dignidad.
Las doctoras, que la acompañaron hasta el final, le dieron las gracias y felicitaron por ser pionera en conseguir ejercer este Derecho en el macro hospital de la Paz.
El objetivo de estas líneas es poner en evidencia las falaces artimañas con las que los sectores más reaccionarios, omnipresentes en las instituciones médico-sanitarias, están saboteando la aplicación de la Ley de Eutanasia, desde su misma aprobación en junio de 2021; sobre todo en las zonas del Estado donde los sectores progresistas que empujaron al gobierno pesoísta a su puesta en vigor, están en minoría y además cuestionados.
Me mueve a hacerlo el hecho de haberlo vivido tan de cerca, algo que, afortunadamente, no forma parte de la experiencia de mucha gente. Lo hago también porque se lo debo a Carmen López Anguita, y su ejemplo de tenacidad y valentía contra el obstruccionismo y las zancadillas crueles con las que le trataron de impedir ejercer su derecho a Una Muerte Digna. Y lo hago, sobre todo, porque es nuestro deber, el de todos los que seguimos empeñados en nutrir la conciencia popular, para recalcar que esos sectores reaccionarios, opusdeístas y meapilas, cuyas creencias, no por casualidad, siempre coinciden con los intereses económicos del capitalismo, son los mismos que no escatiman en demostrarnos que siguen siendo los vencedores, que siguen teniendo el poder sobre nuestras vidas, en la salud, en la enfermedad y hasta en la muerte.
…. Todo empezó con un bulto en la parte posterior de una rodilla… No, pensándolo bien, empezó unos años antes con esas caídas sin motivo… Aunque quizás ya había empezado con el estrés permanente que provoca pasar hora tras hora durante décadas de prisión en régimen de aislamiento. Claro que los más que largos períodos en huelga de hambre también son factores a tener en cuenta…. y si nos remontamos a las brutales torturas que sufrió durante los días de su detención…
El caso es que cuando a Carmen le diagnosticaron ELA, ya en libertad, en ninguna de las consultas de neurología por las que pasó tuvieron en cuenta esos “detalles” a la hora de enfocar su historia clínica y relacionarla con la devastadora enfermedad. Resulta curioso cómo una “perspicaz” neuróloga trató de remontarse a sus antepasados para buscar causas genéticas, saltándose de un plumazo la “peculiaridad” de sus sesenta años de vida.
Mientras, la maldita enfermedad seguía ensañándose con su neurona motora, y haciendo estragos en sus miembros. Después de tres años de incertidumbre, en los que siempre hubo sobre nuestras cabezas una nube negra cada vez más difícil de disipar, no tuvimos más remedio que reconocerlo. Diagnóstico: ELA.
Pero Carmen no iba a dejar de luchar, impotente mientras la enfermedad la aniquilaba. Incluso, antes de la entrada en vigor de la Ley de Eutanasia (25 de junio de 2021), tenía prevista la ayuda amiga necesaria para morir dignamente, aunque solo como último recurso por no perjudicar penalmente a nadie.
Claro que la llegada de la Ley, tan esperada, le hizo respirar hondo. Aunque antes ya había comenzado las gestiones sobre el Testamento Vital, desde ese día se dedicó con ahínco a realizar los trámites, que le abrían una ventana a la esperanza hasta entonces cerrada, para dar por sí misma el paso definitivo. De nuevo independiente, como siempre fuerte y valiente. Por eso cuando llegó el momento, tenía todo articulado en su cabeza, como era una constante en su vida.
Nada más llegar a la Unidad de ELA del hospital madrileño Carlos III, perteneciente a La Paz, creyendo que era la última estación del angustioso recorrido, tras años dando tumbos por distintos hospitales y consultas, dejó claro que quería ejercer su derecho a la muerte asistida. Preguntó si iba a tener algún problema para ello y le contestó la doctora que “ya se vería pero que no tendría problemas”. Fue entonces cuando les manifestó que en el momento en el que ya no pudiera utilizar las manos y notara que estaba más limitada, ejercería su derecho.
Y así lo hizo. El 12 de enero del 2023, acudió a una revisión fijada para constatar la progresión de la enfermedad y aunque tenía fijadas citas con varias especialidades, manifestó que solo iba a hablar con la neuróloga porque quería comunicarle su decisión de iniciar el trámite concluyente para la eutanasia. Estaba preparada para afrontar toda la información sobre cómo sería el procedimiento pormenorizado de su propia muerte. La neuróloga, evidentemente molesta, le contestó que le ponía en una “situación incómoda”. Qué cruel paradoja, espetarle eso a una mujer cuasi tetrapléjica postrada en una silla de ruedas frente a ella.
Ante esa situación, Carmen, seguramente recordó otras vividas a lo largo de su periplo por despachos de jueces, jefecillos policiales, o carceleros. Pero no, esta vez era una señora neuróloga a la que ella acudía voluntariamente y con la confianza de que respetara su dolorosa decisión.
Seguramente esto le infligió mucho más daño que cualquiera de las torturas y largas condenas de antaño.
Acto seguido siguió escuchando, entre el estupor y la indignación, cómo esa mujer convocaba una reunión con otras dos colegas allí mismo: la Psicóloga, y la Responsable de Cuidados Paliativos. Esta última se centró en dejarle claro que los médicos tienen derecho a la Objeción de Conciencia. Y que cuando la Gerencia de la Paz, nombrara a un médico responsable que se prestara al procedimiento de la Muerte Asistida, la llamarían. Carmen contestó que estaba informada de ese particular y que quería donar los órganos que pudieran ser utilizados. En ese acto se vieron las diferentes actitudes entre las propias doctoras. Sólo la psicóloga, mostrando su acuerdo y comprensión con ella, le informó de la posibilidad de donar el cerebro para poder investigar la enfermedad; esto a Carmen le reconfortó al pensar que su muerte podía tener una utilidad.
A partir de ese día se inició la fase más complicada. Las sospechas y dudas se entrelazaban con la burocracia. No se podía hacer la petición por escrito hasta que no hubiera un médico dispuesto. Resultaba evidente que todo eran trabas, el tiempo pasaba vulnerando los plazos y las llamadas telefónicas de Carmen eran contestadas con nuevas pegas, como el falso argumento de que donar órganos aún lo complicaba más todo porque tenían que intervenir médicos de la UCI que también objetaban.
Un correo que envió Carmen a la Psicóloga en medio del suplicio de esa espera incierta, casi como último cartucho, preguntándole a quien debía dirigir la Queja, fue el punto de inflexión para que el proceso se pusiera en marcha, el que removió lo estancado con premeditación.
La psicóloga lo difundió entre los componentes de la Unidad de ELA y esto motivó la designación del médico responsable del proceso de Eutanasia. Éste se puso en contacto con Carmen enseguida y a partir de entonces, tras más de un mes de incertidumbre, sin duda la fase más dolorosa e incomprensible para ella, todo transcurrió por los cauces normales, salvo alguna que otra zancadilla disfrazada de falta de pericia, pero nada que le impidiera ejercer su derecho a la muerte digna.
El joven médico intensivista de la Paz, que eligió ayudarle, le informó de todos los trámites con sosiego, le transmitió cercanía y comprensión, haciéndolo todo más fácil. A partir de la entrevista con él, Carmen ganó tranquilidad para poder vivir sus últimos días.
Lo mismo sucedió con la doctora de Trasplantes y sus compañeras. Realizaron su labor con serenidad, arropándola, y a la vez a las personas queridas que le acompañamos hasta el último momento. Realmente el apoyo de estos profesionales nos ayudó a vivir esta situación tan difícil y tan peleada por ella. El proceso de la enfermedad había sido muy duro y nosotros éramos plenamente conscientes de que éste era el momento de liberación para ella. Respetábamos más que nunca su decisión y a la vez el dolor era tan grande….
Recuerdo ahora que al ultimar los trámites de la Eutanasia con el médico que nos acompañaría hasta el final, Carmen le decía, ante su mirada de admiración y respeto, que su decisión era firme, sopesada por ella y apoyada por nosotros. Que tanto su hermana como sus amigos teníamos claro su decisión e iríamos con ella hasta el final. En ese momento, mirando de frente al médico, me escuché a mí misma apostillar, “sí, lo tenemos jodidamente claro”.
Y así fue como la mañana del 13 de abril recorrimos con ella el último y más jodidamente contradictorio… tramo del camino.
Resulta gratificante recordar que las jóvenes doctoras, que acompañaron a Carmen hasta el final, le dieron las gracias y felicitaron sinceramente por ser pionera en conseguir ejercer este Derecho en un macro hospital como la Paz, a pesar de todos los obstáculos. Solo había un caso anterior que había llegado a término directamente con su médico de Atención Primaria.
Desde la asociación Derecho a Morir Dignamente se unieron a este agradecimiento y le pidieron que cuando todo hubiera acabado, sus allegados les hicieran llegar informe testimonial para que lo conocieran en los cenáculos donde se vanaglorian de la óptima aplicación de la Ley y que, a la vez, pueda servir a los profesionales como aviso a navegantes, recordando que todos los sanitarios deberían ser conscientes de que la enferma es el centro del proceso, no una molestia. Que está ejerciendo un derecho. No pidiendo compasión.
Todo lo contrario de los que, enmascarándose en el derecho a la Objeción de Conciencia esconden la Insumisión a la ley de Eutanasia, obstaculizando su cumplimento. A Carmen le tocó lidiar con una de las cabezas visibles de los grupos más obstruccionistas del derecho a morir dignamente. Son los mismos que se han erigido en los paladines de la proliferación de centros de cuidados paliativos tanto en hospitales generales como adecuando y ampliando los ya existentes en centros sanitarios por todo Madrid. No dudan en prolongar la agonía de los pacientes, con fármacos que dan pingües beneficios a las empresas farmacéuticas y con tácticas manipuladoras empleadas con ellos y sus familiares, enconando sus contradicciones y sentimientos encontrados, aprovechando la vulnerabilidad que provoca la carga del familiar y la debilidad física, y emocional del paciente.
La tardanza de esos trámites interminables conduce a la claudicación y a ceder al chantaje de acabar tratados con unos cuidados paliativos que si, en unos casos son buenos por su efecto de aliviar el sufrimiento especifico, el dolor del paciente, en muchos otros solo sirven para prolongar el agotamiento de pacientes y sus familiares inútilmente…
Ahora después de haber vivido junto a Carmen su lucha por morir dignamente, no puedo dejar de pensar que muchos de esos pacientes emprendieron ese camino hacia la muerte Digna y las crueles trabas les hicieron tanto daño, primero a sus familiares y luego a ellos, que ahora les vemos postrados en una cama, sin fuerzas, y cometemos el tremendo error de pensar que eso es lo que han decidido.
Yo, ahora voy a buscar su cerebro donado a la ciencia y haciéndole un guiño a nuestro pensamiento materialista científico, ateo, trataré de hablar con ella para decirle que algo hemos hecho y que no sabía, aunque lo intuía, cuánto se le puede echar de menos, día tras día, porque se me acumulan las cosas de que hablar y compartir con ella.
Carmen Muñoz en la revista El Otro País, n.º 109, Feb-Mar 2024.