Que si mereció la pena, me preguntas,
y yo no sé qué responder, porque
no estoy penando.
Pena grande es vivir sometido a la ley
del salario.
Pero cuando descubrí la ley de la esperanza
y decidí romper con la tristeza, créeme amigo,
se me fueron todas las penas.
Desde entonces, siempre me sentí contento
con lo que hice,
con los cómo y con los cuándo,
pues conocía los por qué.
y en este momento me estoy contentando
con lo que hago y con lo que pienso
que mañana podré hacer.
Es un anticipo de contentamiento
lo que ahora siento.
M.P.M. (Arenas)