Me han notificado una condena adicional de 1 año más de prisión. Tiene que ver con las torturas a las que fui sometido en 2012 en el módulo de aislamiento de Sevilla II.
Entre cuatro carceleros, desequilibrados mentales que acumulan denuncias de torturas y malos tratos, tanto a presos políticos como a comunes, me dieron una paliza con porras, patadas, rodillazos, codazos, puñetazos, mientras me encontraba esposado y desnudo.
Mientras perdía el conocimiento, la última imagen que recuerdo es cómo se daban codazos entre ellos para ver quién cogía la mejor posición para golpear con más saña.
Cuando recobré el conocimiento, me arrastraban desnudo, esposado a la espalda, sin un solo suspiro de energía para oponer resistencia y sangrando por la boca; mis pies se deslizaban por mi propia sangre hasta una celda de castigo, donde me ataron desnudo de pies y manos.
En ese potro de tortura vomitaron su odio de clase contra mi condición de preso político comunista.
A esas alturas, yo lo único que podía hacer era toser. Así es que uno de ellos comentó: “Habrá que atarlo boca abajo, no se vaya a ahogar con su propia sangre”.
Y así, estuve durante 48 horas; desnudo, en pleno invierno con la ventana abierta y orinándome encima; no recibí ni ropa, ni mantas, ni comida, ni nada de beber.
Cuando una ATS se personó para levantar informe médico, la celda de castigo se llenó de carceleros, con la clara intención de amedrentar a aquella joven. Pero he de agradecer la amabilidad de aquella mujer por su profesionalidad; “16, 17,18 abrasiones en la espalda claramente provocadas por objetos contundentes, que han causado un enorme hematoma generalizado por cuello, espalda, brazos y piernas…”.
Ese fue el parte médico, a lo que hay que añadir: “un diente roto, abrasiones en el rostro y un fuerte golpe en la frente…”. Aún así, el sistema capitalista tiene bien engrasada su maquinaria represiva contra sus enemigos políticos, por lo que el siguiente eslabón en esa cadena de la maquinaria fascista, el poder judicial, tampoco iba a salirse del guión establecido.
De esta manera, sin motivo argumentado por los carceleros, me convertí de repente en una máquina enajenada que agredía sin control a esos cuatro. Si bien esa historia era difícilmente creíble cuando la única lesión que presenta uno de ellos es “una tumefacción dolorosa a nivel del primer metacarpio de la mano derecha”. Todas las cámaras del módulo de aislamiento grabaron lo sucedido.
Pero la jueza del Juzgado Nº2 de Morón de la Frontera, y la del Juzgado de lo Penal de nº 12 de Sevilla, se negaron a pedir visualización de las cámaras; de hecho, en el mismo juicio rechazaron el parte médico que presentó mi abogada como prueba.
Estaba claro desde el principio, para este eslabón de la cadena represiva del Estado fascista, es más que suficiente con el cuento victimista de esos “grandes defensores de los DDHH” que dan los carceleros de los módulos de aislamiento: “Los hechos declarados probados se consideran acreditados por el conjunto de pruebas practicadas y ratificadas en el acto del juicio oral”.
Y aquí vienen las garantías democráticas de un juicio justo en régimen represivo: “En concreto, las firmes declaraciones de los funcionarios que tuvieron intervención en los hechos, los cuales han expuesto de manera coincidente, coherente y razonada la sucesión de los hechos que culminó la reducción e inmovilización del acusado”. Entonces, ¿para qué continuar con las pesquisas o intentar averiguar si las denuncias de torturas y violación de los derechos humanos tenían algún fundamento? ¡Qué más da que otros presos políticos (como Arkaitz Bellón, que murió en una celda de aislamiento a los pocos meses) hubieran sido igualmente agredidos por esos mismos funcionarios! ¡Qué mas da que la comisión por los DDHH de la ONU haya señalado a Sevilla II como una cárcel que hay que investigar por la gran cantidad de agresiones que allí se denuncia! ¡Qué más da todo eso si los torturadores hicieron “firmes declaraciones” y “han expuesto de manera coincidente, coherente y razonada la sucesión de los hechos”!
Pues creo que no hay mucho más que decir. Si estos son los mayores niveles de democracia y libertad que este sistema nos puede ofrecer, es cuestión de cada cual mirar a los ojos a la cruda realidad y decidir qué es lo que tiene que hacer para que ningún preso político vuelva a ser torturado, siempre teniendo en cuenta que las prisiones son tan solo, un eslabón más del sistema represivo de este Estado fascista.