Reseñas literarias
Lecturas para el verano…
La séptima cruz
Un libro que nos habla de Alemania, año 1937. El nazismo prepara la Segunda Guerra Mundial y se entrena contra la República Española.
El régimen nazi mientras tanto ha sumido al pueblo alemán en el terror mediante la represión más brutal; ha desparramado por toda Alemania un sinfín de campos de concentración. En ellos los presos políticos son torturados, aniquilados, exterminados…, miles de comunistas y antifascistas han sido ya asesinados.
Han querido extirpar todo brote de resistencia, de rebeldía… y aparentemente lo han conseguido.
“Ya en el primer mes de dominio hitleriano habían liquidado a cientos de nuestros jefes en todos los lugares del país; todos los meses había asesinatos… Exterminaron a toda la generación de líderes…”
Está amaneciendo y una espesa niebla se compromete con la resistencia antifascista, con el revolucionario que ha vencido al régimen de exterminio y a la tortura; con el comunista que vuelve al combate abierto…
Georg Heisler, en compañía de otros seis presos políticos, se ha fugado del campo de concentración de Westhofen. Atrás quedan las palizas, los interrogatorios diarios, las provocaciones, el asesinato cercano, inminente. Ahora comienza la búsqueda de los compañeros, de la Organización que le pondrá a salvo de la persecución implacable que ya se ha desatado. “No me cogerán vivo, no.” Y en la lejanía deshilachada y blanca resuenan los silbatos, los ladridos de los perros, la sirena con su melodía de muerte… Ruidos, ruidos que le atenazan y le obligan a alejarse más y más con pasos medidos, desarrollando habilidades perdidas, y recuperando los sentidos dormidos.
La noticia de la fuga recorre las fábricas, las cantinas, los caminos, las aldeas, y en sordina se va tejiendo la solidaridad y el optimismo nace gigante. “Pero, sea quien sea el evadido siempre significa algo, algo que es un revulsivo. Es una duda que se infiltra en la omnipotencia de los verdugos. Una brecha.” Una brecha que siente el pueblo desorganizado y sin confianza en sus propias fuerzas. Una brecha que se abre camino gritando que la resistencia es posible, que al fascismo se le puede combatir y vencer. Una brecha que es un triunfo y que despierta las conciencias amilanadas y adormecidas.
Con el paso de las horas el cerco se va cerrando y en él van siendo apresados y asesinados los evadidos. Pero Georg Heisler continúa sorteando obstáculos y aparatosos controles –y por aparatosos descontrolados-. Se dirige a su ciudad natal, a la ciudad donde viven y trabajan sus viejos conocidos, sus antiguos camaradas, su familia y amigos. Y aunque no pueden verle, su intuida presencia va enterrando prejuicios, desatando olvidadas esperanzas, anhelos de libertad durante mucho tiempo atenazados por el miedo. La brecha se ahonda y el compromiso con la resistencia va resurgiendo natural, como algo esencial y necesario; se va convirtiendo en un rumor tenue, en un grito clandestino.
Como el agua de una noria, la evasión de Georg va desencadenando un movimiento de simpatías con los que se rebelan, y así, los que le reconocen callan con una sonrisa furtiva en los labios, los pasivos se exaltan y los desorganizados se van organizando.
La lucha es posible aún en las más duras condiciones; el deseo de libertad es más poderoso que todo el aparato represivo del régimen fascista. Sólo falta materializar ese deseo en educación y en organización; enseñar a demostrar con acciones audaces que la victoria no sólo es posible sino necesaria.
Este es el mensaje que Anna Seghers, con un lenguaje cálido, sencillo y directo nos transmite en “La séptima cruz”. “La mayoría de nosotros consideraba a aquellos fugitivos como una parte de nuestro ser, como si nos hubiéramos evadido con ellos…, teníamos la sensación de haber triunfado… porque basta un pequeño borrón que caiga sobre la omnipotencia del enemigo para romper el hechizo de la desesperación que genera su terror sistemático y a la vez selectivo…”
Hemos dicho mensaje y ya habrá alguien que haya fruncido el ceño: “¡Mensajes…!”; pero Anna Seghers, militante comunista desde 1928 y presidenta de la Asociación de Escritores Alemanes de la RDA desde 1952 y hasta su muerte, sabe bien que toda obra de arte constituye, es en esencia, comunicación, transmisión de ideas. Ideas que como el arte y la sociedad mismos se ven inmersas en la inevitable lucha de clases. Y la lucha de clases no es una cuerda floja sobre la que se pueda mantener el equilibrio.
Con un realismo y una fuerza admirables, a veces dramática, a veces mordaz y casi siempre entrañable, Anna nos presenta toda una galería de personajes que fácilmente podremos reconocer e identificar hoy mismo a nuestro alrededor: desde los obreros comunistas organizados en la clandestinidad hasta los torturadores y verdugos, pasando por los intelectuales comprometidos, por los pequeño-burgueses indecisos y timoratos, por los arrepentidos y colaboradores del fascismo, por los antifascistas que resisten y que se juegan eso que algunos llaman vida, o más aún, VIDA –con mayúsculas y cada letra pintada con un color diferente- y que no tiene ningún sentido si no se la llena de compromiso. “El caso es que yo podría compartir con ella todo, mi vida entera; pero yo no tengo una vida que compartir”, dice Georg al final del libro y con ello resume su vida y la obra. Esa vida que no tiene para compartir, pues ya está consagrada a una causa, es la que el dirigente comunista Wallau, otro de los evadidos, ve desvanecerse en las manos de los torturadores cuando es de nuevo detenido.
El comandante de Westhofen ordena levantar una nueva cruz en el patio del campo de concentración con el cuerpo inerte de Wallau para escarmentar y amedrentar a los presos políticos, a los luchadores, al pueblo… Pero con su muerte el alba se llena de lluvia clandestina y la vida recobra voluntades y objetivos. Los obreros de Opelner Werke de Mannheim leen a oscuras: “Nuestro antiguo miembro del comité de empresa, delegado Ernst Wallau, fue muerto a golpes el sábado a las seis horas de la tarde en Westhofen. Este asesinato saldrá a la luz pública el día del juicio final”. El día en que se juzgarán los crímenes de los opresores y verdugos; día que la generosidad y ejemplo de Wallau ha acercado con pasos de solidaridad y resistencia.
“La séptima cruz”, de Anna Seghers.
En: Revista Área Crítica