El inolvidable Heinrich Böll
El mismo día en que los medios de comunicación de todo el mundo anunciaban la muerte de Heinrich Böll, el 16 de julio de 1985, aquí en España se recogía, acto seguido, en el último informativo de Radio Nacional, unas declaraciones de Luis Goytisolo con las que se pretendía matar, también, la obra y el recurso del Premio Nobel alemán de 1972; de la misma manera que en Alemania, al día siguiente de su muerte, el diario “Die Welt”, al reiterar que Böll “no era más que un comparsa del terrorismo”, quería introducir en su féretro la dignidad de un escritor íntegro con el deseo de arrebatárnosla.
Así, de un plumazo y en el intervalo de unas horas, quisieron borrar de la memoria de las generaciones venideras una de las figuras literarias más importantes de Europa de la segunda mitad de nuestro siglo.
Pero seguro que no lo van a conseguir. Porque a Heinrich Böll antifascista, demócrata y humanista que dedicó su vida y su arte a combatir el terror y la represión del Estado alemán contra su pueblo, a ese Heinrich Böll no lo podrán agusanar sepultándolo con capas de tierra fétida.
Es una pena que las declaraciones de L. Goytisolo no pudieran quedar reproducidas ni que posteriormente fuesen recogidas por la prensa escrita, porque no tenían desperdicio alguno. Venía a decir este plumífero que la obra de Heinrich Böll era demasiado comprometida con la colectividad; un poquito sí, pero tanto compromiso en literatura es perjudicial.
Estas declaraciones vienen a ser el “credo” de gran parte de los intelectuales que hoy tenemos en España, sobre todo, aquellos que están de “moda” por obra y gracia de los medios de comunicación. Uno de ellos, Juan Benet, defendía su sacrosanta “independencia” diciendo que no se puede ser un intelectual comprometido con la sociedad porque una cabeza humana no puede discurrir por sí misma sobre tantos problemas que aquejan a la sociedad hoy, y que de hacerlo “habría que recurrir a tópicos elaborados por otros”. Sólo quiere expresar ideas propias y le horroriza ser catequizado con ideas ajenas. ¡La independencia del artista! ¡El artista al margen de la sociedad! Para defender esta posición dicen considerarse unos meros comerciantes de los libros que escriben; pero ¿y la ideología?, ¿acaso pretenden hacernos creer que en sus opúsculos no dice nada? Al fin y al cabo son unos mercaderes, si así desean que se les llamen, pero mercaderes de ideas, mercachifles de ideas “originales”.
Al leer y escuchar cosas como las precedentes no podemos por menos que comprobar por qué un escritor como H. Böll tiene, a la fuerza, que estorbar a gentes tan exquisitas como los Goytisolo, Benet y compañía. La actitud consecuente y comprometida del escritor alemán denunciando en su obra literaria los mil y un aspectos criminales del nuevo nazismo alemán y defendiendo la libertad y los valores positivos de la humanidad, era una bofetada que recibían nuestros escritores e intelectuales “apolíticos”.
“Toda la literatura es partidista, incluso aquella que se niega a los cambios”, dijo H. Böll. Un H. Böll que, ni fue un revolucionario ni pretendió serlo nunca; fue, remedando a nuestro Antonio Machado, “un hombre bueno”, un escritor comprometido con el progreso realmente demócrata, que se ganó el título de “simpatizante de los terroristas” ya en 1972, cuando su conciencia le impulsó a criticar la represión y exterminio que el Estado alemán estaba llevando a cabo con los militantes de la RAF (Fracción del Ejército Rojo) y cuando no dudó en desenmascarar públicamente a una de las más importantes cadenas periodísticas alemanas, la Springer, denunciando el servilismo de este tipo de prensa con el aparato jurídico-policial del Estado. Fruto de estas denuncias fue la impresionante campaña periodística dirigida contra él y que le valió la siguiente declaración de un periódico de la citada cadena: “Los Böll son mucho más peligrosos que los Baader- Meinhof”.
De este acoso nació uno de sus más destacados libros, “El honor perdido de Katherina Blum” (1974), en el que deja al descubierto la falacia de la pretendida independencia de la prensa en un país monopolista de Estado como la República Federal de Alemania y donde se perfilan los innumerables lazos que unen a los monopolios periodísticos y el aparato estatal.
En 1977 en una campaña de contrainsurgencia sin precedentes, la policía alemana lleva a cabo numerosas detenciones de militantes de la RAF, así como de simpatizantes, amigos e intelectuales progresistas, y pone en práctica un sistema de controles, “peinados” de barrios, registros domiciliarios, etc… del más puro estilo nazi. A esta situación se enfrenta Böll con sus artículos periodísticos abogando por mayores libertades, contra la militarización de la vida del país, por juicios justos para los detenidos, condenando la tortura y el régimen de exterminio de las cárceles, etc… La policía registrará en cinco ocasiones su despacho y en una ocasión la casa de uno de sus hijos. Un periodista de la televisión llegará a señalar a Böll como cómplice moral de la muerte del juez Buback a consecuencia de una acción que militantes de la RAF efectuaron ese mismo año. En 1979 aparece enmarcado en esta situación su libro “Asedio preventivo” que constituye una crítica mordaz y transparente al Estado policiaco en que se había ido convirtiendo paulatinamente la República Federal de Alemania.
Todos los medios de comunicación, en connivencia con el aparato del Estado, siguieron estrechando el cerco de aislamiento y de acoso a que fue sometido, pero, a pesar de ello, y a pesar de los atentados que sufrió a manos de terroristas parapoliciales, H. Böll continuó con su labor literaria y con la actividad social y política que no abandonaría jamás. En los últimos años, a sus denuncias de la represión, unió la firme oposición de la instalación de los misiles Pershing II y Cruise en suelo europeo y alemán, y estuvo siempre presente en todas las manifestaciones antiimperialistas. Como ningún otro intelectual europeo consiguió compaginar y completar su práctica demócrata y antifascista con una literatura de una calidad admirable y de un compromiso consecuente. ¡Y a este hombre quieren desprestigiar y relegar al olvido más ignominioso los comparsas literarios de la burguesía y la reacción! Hace falta algo más que calumnias “ originales y puras” para manchar el ejemplo de Heinrich Böll.
Area Crítica