12.000 republicanos fueron exterminados en Córdoba.

Portada libro «1936: el genocidio franquista en Córdoba».

El espantoso genocidio cordobés, cerca de 12.000 republicanos fueron asesinados por los franquistas

En Córdoba capital se fusilaron unas 7.000 víctimas, 100 personas diariamente, cada 3 o 4 horas, sin parar, de forma indiscriminada. Empezaban a las 3 de la mañana y los siguientes morían en el charco de sangre de los anteriores. Llegaba la mañana y continuaban ante los ojos atónitos de los vecinos. Las víctimas eran arrojadas a fosas comunes en los cementerios de La Salud y San Rafael. El exterminio comenzó con personalidades del Frente Popular, después se extendió con los fusilamientos en masa, y luego un vendaval de sangre espeluznante sumió en el pánico a toda la población, en los conocidos paseos del cortijo de El Telégrafo, carretera de Almadén, cuesta de Los Visos y en Alcoloea. Murieron concejales, ferroviarios, maestros, médicos (1, 2, 3), ingenieros…y muchos intelectuales.

De los 75 municipios cordobeses, 48 cayeron en manos de los golpistas, que realizaron más de 11.581 fusilamientos, entre los que hay que recordar el alto número de mujeres, entre ellos el triste caso de la periodista francesa Renée Laffont. Se fusilaba a personas anónimas, no aparecen en ningún registro, están desaparecidos, hay al menos, 4.000 personas asesinadas y enterradas sin identificar en las fosas comunes de La Salud y San Rafael, y sus familiares están muertos o exiliados. Mas de 80 años después de la masacre solo existe un listado que corresponde a 2.311 víctimas. A las cifras anteriores hay que añadir 1.600 represaliados en la posguerra, 220 exterminados en los campos nazis, unas 4.500 personas desaparecidas que aún reposan en fosas comunes a lo largo de la provincia. En las cárceles de la capital murieron 750 presos, hacinados en condiciones durísimas, insalubres, sin médicos, la alimentación era deplorable, los muertos se amontonaban en los pasillos, el olor era insoportable.

La represión franquista en Córdoba fue un auténtico genocidio preventivo, sin escrúpulos ni miramientos. El ejecutor fue el teniente coronel Bruno Ibañez, enviado ‘con carta blanca’ por el general Queipo de Llano; la masacre creció tras la visita de éste y del general Varela. Las derechas prepararon el alzamiento con meses de antelación, campañas de violencia callejera incluida, para promover la inestabilidad política y poner así a su favor al cuartel africanista, al casino latifundista y a la sacristía ‘cómplice e integrista’. Los fascistas mataron premeditadamente en todas partes, durante muchos años, de manera programada y ciega, en caliente y en frío. La horrible carnicería estaba programada para realizar una eliminación selectiva y sistemática del enemigo, un auténtico plan de “crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad”.

Lo ocurrido sobrepasa y desborda la capacidad de síntesis de cualquier historiador y de cualquier mente humana. Franco planeó una matanza a sangre fría, al estilo de la Solución Final nazi contra la comunidad judía, y programó su ocultación con total impunidad. Nunca se conocerán las cifras exactas porque el franquismo empleó todos los métodos posibles para borrar la huella de sus crímenes mediante la desaparición física, documental, histórica, la aniquilación de la memoria de lo ocurrido. Solo se inscribió un tercio de la matanza, el resto quedó desaparecido. El régimen franquista llegó a prohibir el luto a los familiares que estaban obligados a esconder su tragedia para poder sobrevivir.

En su avance por numerosas comarcas rurales andaluzas, las tropas rebeldes procedieron a la brutal aniquilación de numerosos integrantes de las clases medias reformistas o sectores populares izquierdistas, una represión selectiva contra los dirigentes de los sindicatos, partidos de izquierda, difusores de ideales democráticos y republicanos, jornaleros y campesinos izquierdistas. Los franquistas persiguieron, encarcelaron, ejecutaron masivamente a enemigos políticos mediante la implantación de una situación de auténtico terror, para borrar definitivamente toda idea encaminada a la recuperación o reconstrucción de un modelo de convivencia política de carácter democrático.

En poblaciones de gran envergadura, tales como Baena, Bujalance, Castro del Río, Peñarroya, Baena, Pedroches, Fuenteobejuna o Pozoblanco los tribunales y juzgados militares ordenaron miles de fusilamientos. Como consecuencia, en la provincia hay mas de 90 fosas comunes, muchas clandestinas como las descubiertas en Aguilar de la Frontera, otras en los municipios de Baena, Belmez, Lucena, Villafranca, Torrecampo, Pedro Abad, Espiel, Doña Mencía, Peñarroya, El Carpio, Bujalance, Santaella, Puente Genil, Villanueva. En la Córdoba rural, la virulencia de los consejos de guerra prosiguió tras la victoria, y durante los años 1940-41 se liquidaron a muchos republicanos políticamente significados. El nuevo Estado franquista continuó reprimiendo mediante cárceles, campos de concentración, tribunales especiales, requisos, humillaciones, nuevas ejecuciones. Eliminados los elementos más ‘indeseables’, la dictadura y sus hombres se centrarían en doblegar las esperanzas y destinos de los vencidos.

https://documentalismomemorialistayrepublicano.wordpress.com/2017/10/11/el-espantoso-genocidio-cordobes-cerca-de-12-000-republicanos-fueron-asesinados-por-los-franquistas/

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