La sanidad como arma de exterminio de los presos políticos
SRI. En El Otro País nº 86. Mayo 2018.
-La situación se agrava por el alargamiento de las condenas, la edad y la dispersión lo que hace que todo ello revierta en el deterioro de su salud –
Cuando hablamos de la lucha contra la represión y por la Amnistía de los presos políticos, tenemos que dedicar un apartado especial a los presos políticos enfermos.
En primer lugar porque su condición de enfermos en prisión ya les hace ser más vulnerables a la represión y, además, porque la gravedad de su situación hace que no puedan llegar vivos a la Amnistía. Estar en manos de tu enemigo de clase en esta situación de preso político enfermo te expone al chantaje… “¡O te arrepientes o mueres…!”
En segundo lugar, las especiales condiciones de vida en prisión son para los presos políticos enfermos una doble condena. No solo agrava la propia enfermedad que se padece sino que dificulta extremadamente la posibilidad de tratamiento y hasta puede suponer la muerte… No es una exageración. Hace unos meses moría la presa política vasca Belén González Peñalva. En julio del año pasado moría el preso político vasco Kepa del Hoyo. En 2014 murió en Zuera la presa política del PCE (r) Isabel Aparicio. En 2009 moría en la cárcel de Fontcalent el preso político de los GRAPO José Ortín. Hace unas semanas moría Xabier Rey, preso político vasco, no sabemos a qué extremo le pudieron llevar las condiciones de vida la cárcel de Puerto III para que prefiriera morir a seguir viviendo.
Desde 1979 han muerto en prisión 23 presos políticos. La mayoría por falta de asistencia sanitaria, otros por suicidio, dos en huelga de hambre y otro por una paliza. Esto son tan solo unos datos mínimos… hay mucha información sobre el tema que se puede consultar. Pero vamos a detenernos en algunos aspectos que se desconocen y que hay que tener en cuenta a la hora de entender cómo puede haber tanta desidia con los presos políticos enfermos.
En las prisiones la sanidad no depende del Ministerio de Sanidad sino del Ministerio de Interior. Es decir: quién reprime es quien “vela” por tu salud. Los médicos de prisiones son funcionarios del Ministerio de Interior, que es quién regula el trabajo de estos médicos y por tanto, su juramento hipocrático se hace incompatible con las órdenes que tienen que acatar del ministro de la represión; desde prohibir un medicamento que necesite el preso enfermo con la excusa de que “¡es muy caro!”, hasta impedir una visita médica privada o salir al hospital “¡porque el preso es muy ‘peligroso’!”. Estos médicos no ven al paciente, ven y tratan en consecuencia al preso político enfermo… hay una gran diferencia en el trato.
Por otro lado hay que destacar las condiciones en las que se pasa consulta en los módulos de aislamiento y 1.er grado. Es decir: a través de unas rejas o por una apertura de puerta de poco más de 10 cm., en presencia de funcionarios de prisiones y por un tiempo no superior a 5 m. La mayoría de los presos políticos enfermos cumplen condena en esta situación. Su condición de preso político prevalece siempre sobre la condición de enfermo.
En el caso de los presos políticos, además, la situación se agrava por el alargamiento de las condenas. Lo que significa que tanto los años que llevan en prisión como que la edad siga aumentando, revierta en el deterioro de su salud. A esto hay que añadir la política de dispersión. Los presos políticos están por norma en cárceles lo más lejos posible de sus familiares y amigos. Todos estos factores hacen que los presos vivan en un constante estrés que aumenta el riesgo de enfermedades físicas y mentales.
Otro factor del que no se sabe mucho es que si con la crisis económica los recortes en Sanidad afectaron considerablemente al conjunto de trabajadores, con anulaciones o retrasos en pruebas diagnósticas, recortes de plantilla o cierres sanitarios, hasta restricciones en la administración de fármacos (como el conocido caso de los enfermos de Hepatitis C), en las cárceles, a todo esto hay que sumarle recortes en alimentación y en materia de higiene. Según recogía un diario de Levante el menú diario de un preso cuesta a la Administración Penitenciaria 3’55€. ¡¡Es fácil imaginar qué tipo de alimentación se puede dar con éste presupuesto!! Muchos presos cuentan que hay días que la comida va directamente a la basura por incomestible.
En diciembre de 2017 se publica en el diario Público que “Interior lleva cinco años sin pagar la atención médica a presos”. Se refieren a la atención en urgencias, hospitalizaciones, diagnósticos, consultas, atención a especialistas… El coste supera los 110 millones de euros al año en el conjunto del país. Es decir, Interior debe a los Hospitales ¡¡unos 600 millones de euros!! Como medida de presión para que les paguen, los presos están sirviendo de moneda de cambio: “¡¡no nos pagas, no les atendemos!!”
Otro aspecto desconocido es que bajo la excusa de la “Seguridad” son numerosas las trabas que les ponen para recibir la asistencia médica que requieren en los hospitales. Por ejemplo, por “seguridad” es tal el despliegue policial, de Guardia Civil o de la propia seguridad del hospital que la salida del preso no solo se convierte en una escena surrealista sino que se utiliza para justificar que no se le saque con la excusa de “alta peligrosidad” cuando la verdadera alarma la crean ellos con sus despliegues.
También por “seguridad” los traslados se producen en condiciones inhumanas, es decir: en furgonetas con un elevado escalón al que se tienen que subir los presos enfermos esposados a la espalda, sin poderse agarrar y dando botes durante todo el trayecto…
Pero es que además, ¡¡por seguridad!!, también las consultas y operaciones se pasan esposados y en muchos casos en presencia de la Guardia Civil o la Policía. Lo que no solo se vulnera la intimidad y el secreto profesional sino que obligan al preso a volverse a la cárcel sin ser atendido por no consentir la humillación… Da igual que la consulta sea para hacerse un fondo de ojos que para una revisión ginecológica o una operación… después de conseguir que le saquen al hospital, el preso político enfermo se tiene que pelear porque no le impongan unas condiciones vejatorias y humillantes, incluso por parte de médicos y personal sanitario que, rompiendo con su juramento hipocrático, se niegan a que las fuerzas de custodia se salgan de la consulta o el quirófano.
En otros casos, la “seguridad” también significa que ante un caso grave que pueda sufrir un preso mientras esté en la celda, existe un protocolo que está por encima de la vida de los presos y que consiste en que ¡¡ la celda no se abre hasta que no esté presente un Jefe de Servicios!!. Eso supone que desde que el preso avisa (si puede hacerlo), o el funcionario/a se da cuenta que al preso le pasa algo, hasta que llaman al Jefe de Servicios y al Médico (que no se encuentran en los módulos) y éstos acuden… ante un infarto de miocardio por ejemplo, el tiempo que tardan puede suponer la muerte cuando, si la atención hubiera sido inmediata se habría podido salvar. En el caso que el preso consiga ser atendido en un hospital de la calle, empezará un nuevo calvario para conseguir el tratamiento recetado tanto a nivel de medicamentos como dietas, o de futuras revisiones.
Así pues, nos encontramos con que muchos de los presos políticos enfermos no tendrían por qué estar enfermos, o no tendrían por qué haber muerto, si hubieran sido tratados adecuadamente.
Otro aspecto importante en la repercusión sobre la salud de los presos han sido las luchas que han tenido que mantener y mantienen en las cárceles por sus derechos. Para los presos políticos la lucha no termina cuando entran en prisión sino que continúa, es la misma lucha pero en otras condiciones. No se dejan la ideología ni las convicciones políticas en la puerta de la cárcel o las comisarías cuando les detienen… Al contrario, antes de entrar en prisión han sido torturados y después hay que añadir años de huelgas de hambre, plantes, desobediencia a las normas, aislamiento… palizas.
En estas luchas muchos han quedado en silla de ruedas o con enfermedades incurables: Juan Manuel Hernández, Milagros Caballero, Ramón Foncubierta son algunos de ellos. Otros como Crespo Galende y Manuel Sevillano murieron en el transcurso de estas huelgas de hambre. Hoy tenemos que seguir denunciando la situación de los presos políticos Manuel Arango Riego, Mª José Baños Andujar y Paco Cela Seoane. Los tres padecen enfermedades irreversibles, que se ven agravadas por su estancia en prisión, lo cual dificulta un tratamiento adecuado, cuando no inexistente, poniendo en peligro la vida de estos luchadores.
Tampoco podemos olvidarnos de los presos políticos mayores de 60 años. La media de edad está subiendo progresivamente y estamos hablando de presos que están cumpliendo condenas de 30 y 40 años. En la actualidad presos como Manuel Pérez Martínez (Camarada Arenas) con 73 años, 22 años encarcelado y con una condena perpetua encubierta, a lo que hay que añadir la desatención sanitaria y los graves problemas oculares que sufre y que no son tratados, puede desencadenar en lo peor.
En situación similar se encuentran Lucio García y Juan García, ambos mayores de 60 años y con graves problemas de visión. O el caso de Victoria Gómez, con 66 años, 23 huelgas de hambre a sus espaldas y a consecuencia de las sucesivas detenciones y torturas sufridas tiene varias lesiones en la columna. Es tal el ensañamiento con estos presos políticos que, cuando les falta poco para salir, buscan hasta debajo de las piedras o con falsos testigos para meterles nuevas causas o no darles la condicional.
En otros casos como el problema es que no les traten las secuelas tras alguna operación común y que, como en el caso de Arenas, la consecuencia es que le están provocando una ceguera que le impide realizar cualquier actividad de estudio, lectura, escritura… es decir: impedir realizar un trabajo revolucionario, que es otra forma de anular a los presos políticos. Recientemente y gracias a la amplia campaña de denuncia ejercida, Juan García ha sido tratado de uno de sus problemas de visión ¡después de más de un año! Aún falta que le operen de cataratas el otro ojo.
En otras ocasiones los traslados tratan de romper con la solidaridad. Este es el caso de Arango, preso gravemente enfermo que fue trasladado desde Zaragoza a Herrera de la Mancha, en un intento de impedir el amplio apoyo solidario que estaba recibiendo en esa ciudad y, además, en su estado supuso que durante dos meses apenas pudiera andar debido a las condiciones del traslado cuando, existe un protocolo de traslado en ambulancia para presos gravemente enfermos como él… ¡¡en estos casos sí se saltan el protocolo!!
Aún con todo lo dicho, lo más grave es que a los presos gravemente enfermos se les ponga en la tesitura de elegir entre el arrepentimiento o muerte. Ahí tenemos los casos de Ibon Iparraguirre y Aitzol Gogorza, ambos con enfermedades de extrema gravedad y todavía siguen presos. Los familiares de Aitzol denunciaron hace poco el chantaje que sufre por parte de II.PP para que se arrepienta a cambio de su libertad. A Ibon, por orden del Juez de Vigilancia Penitenciaria, le trasladaron a una unidad cerrada, es decir: está en un Hospital pero sigue preso… ni su delicado estado de salud impidió que fuera trasladado en una conducción “normal”, lo que significa dos días de viaje entre Madrid y Euskal Herria y un desgaste de fuerzas enorme para él.
El año pasado el Ministerio de Interior y la DGIP anunció que mientras los presos políticos enfermos no renuncien a su ser, su pasado y su militancia, a su carácter político y un largo etc., no les pondrán en libertad salvo dos meses antes de su muerte. Siguiendo con esta política a presos con graves problemas psíquicos se les está chantajeando para que se arrepientan, o están siendo objeto de palizas por parte de los funcionarios y presos comunes.
Los ejemplos más recientes demuestran que, la sanidad en las prisiones se ha convertido en un arma de exterminio de los revolucionarios.
En unos casos con el no diagnóstico médico como pasó con Kepa del Hoyo o José Ortín; en otros la desatención como el caso de Isabel Aparicio que tras ser diagnosticada no recibió ningún tratamiento. A la presa política vasca Belén González Peñalva tardaron en sacarla más de un año y para entonces, el cáncer estaba ya muy avanzado.
Los presos políticos enfermos son hombres y mujeres que han luchado contra el Estado fascista por sus convicciones políticas y es nuestro deber como antifascistas no permitir que sean exterminados y que mueran en prisión. Debemos luchar por su libertad sin condiciones. Entraron como luchadores y nuestro deber es que salgan como luchadores.
Hay que tener claro que esos presos independientemente de su pertenencia a una organización, ideología o nacionalidad son presos del conjunto del movimiento político de resistencia y como tal tienen que ser asumidos y defendidos.
Tenemos una amplia experiencia y sabemos que si se pelea, si se coordina, se se sale a la calle, se puede conseguir de forma efectiva la puesta en libertad condicional, en hospitales civiles de los casos urgentes y más graves o que reciban una asistencia adecuada en las prisiones.
Hay ya una experiencia, las imprescindibles campañas que se llevaron a cabo por la libertad de Arantza Díaz y Oier Gómez, en la que la participación de numerosos colectivos hizo posible que presos políticos gravemente enfermos como ellos estén hoy en la calle VIVOS y recibiendo un tratamiento adecuado.
Es necesario redoblar la solidaridad con todos los presos políticos enfermos, especialmente con los gravemente enfermos. Sin olvidarnos de los mayores de 60 años.
Hay que denunciar y dar a conocer la situación de cada uno de ellos y romper su aislamiento.
Tenemos que mentalizarnos que la situación de los presos políticos es un asunto que compete a toda la clase obrera. Ellos entregaron lo mejor de su vida por defender los derechos y libertades de todos los trabajadores, de todo el pueblo.
Ahora se habla mucho de luchar contra el régimen del 78… ¡40 años después! y eso está muy bien, pero no olvidemos a quienes se pasaron la vida luchando contra el “régimen del 78”, ¡en 1978!. No olvidemos que muchos de aquellos siguen pagándolo hoy día en prisión. Desde 1939 en las cárceles españolas no ha dejado de haber presos políticos,
la lucha de los represaliados de hoy día está intrínsecamente ligada a lucha de todos estos presos políticos que llevan 40 años de lucha contra la represión fascista ¡¡Qué el grito por la Amnistía y la libertad de los presos políticos enfermos esté presente en todas las luchas obreras y populares!!