Cartas desde prisión
Santiago Rodríguez Muñoz
Jaén, 8 de abril del 2018
Hola…
He recibido tus cartas del 15 de octubre y del 4 de marzo. (…) Agradezco el gran calor humano que me has expresado con motivo del fallecimiento de mi madre. Un golpe muy duro, aunque inevitable.
Como consecuencia de la política criminal de alejamiento y dispersión carcelaria, no pudimos vernos en el transcurso de los ocho últimos años de su vida. Al poco de celebrar el que fuera nuestro vis a vis de despedida, sin que en aquel momento tuviésemos conciencia de ello, comenzaron a imponer tratos degradantes a los familiares de los presos mediante cacheos por palpación previos al acceso a la prisión, es otro de los inacabables giros de tuerca represivos. Ante semejante provocación, mi reacción fue suspender los vis a vis con el exterior, a lo que se vino a sumar la enfermedad y el declive físico de mi madre, una persona con su estado de salud no podía permitirse hacer un viaje de ochocientos Km. y, tras tener que hospedarse una noche, renunciar finalmente a verme en el caso de que los profesionales de la violencia le intentasen imponer un toqueteo indigno. De haber estado cumpliendo condena en una cárcel cercana a mi medio social y familiar, según establece su propia legislación, las posibilidades de que hubiésemos podido estrecharnos en un abrazo eran mucho mayores. Habría sido así factible una mayor frecuencia de visitas, reduciéndose el alto coste material y humano, al mismo tiempo que se podían sortear también los cacheos denigrantes, dado que son teóricamente aleatorios y no deben aplicarse de manera continuada.
Ante estos pilares básicos del aplastamiento de los presos políticos antifascistas, solo resta solicitar un permiso de salida extraordinario para el desplazamiento bajo custodia policial del propio preso, previa acreditación documental de la enfermedad sufrida por el familiar. Pero tanto mi madre como yo habíamos descartado esa opción, ninguno de los dos creíamos que nos compensase celebrar una visita de una hora de duración, rodeados de pistoleros del Estado provocadores.
Del mismo modo que los presos políticos han sido utilizados como rehenes por el Estado terrorista de la burguesía, desde 1939 hasta el presente, para con ello influir de diversas maneras en las organizaciones populares y democráticas a las que pertenecen, el entorno familiar y social de los mismos presos ha sido también siempre duramente castigado por la represión fascista, en aras de forzar su claudicación. A pesar de todos los sinsabores, nuestro afecto se vio más fortalecido si cabe.
Y ceso ya esta crónica carcelaria, aunque tendrá una pronta continuación, me temo, a raíz de un intento de amordazarme con los métodos sucios al uso, o de cómo servirse de la violación sistemática del secreto de comunicaciones y de la intimidad personal para de paso liquidar el derecho a la libertad de expresión.
Todo muy edificante e instructivo, pero será para la próxima.
Te abrazo fuerte, Santi.