Miguel Hernández, soldado del Pueblo. «Sabedlo otra vez: nos importa más la muerte en la trinchera que la vida en vuestro régimen de cárcel».

Foto. Miguel Hernández.

Pluma Pincel Palabra Al servicio de la cultura popular. 1931-1939

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Miguel Hernández, Soldado del Pueblo

«Que sepan los que te

mataron / que pagarán con

su sangre / Que sepan los que

te dieron tormento /que me

verán un día / Que sepan los

malditos que hoy incluyen

tu nombre / en sus libros, los

Dámasos, los Gerardos,/ los

hijos de perra, silenciosos

cómplices de verdugo,/ que no

será borrado tu martirio…»

Pablo Neruda

Para Miguel Hernández, la insurrección de Octubre de 1934, marcó el inicio de su compromiso político con el pueblo, con la causa de su liberación. En su obra artística esto se refleja de manera singular, ya que el pueblo es siempre su principal protagonista. La voz de Hernández es la voz de un combatiente, por eso tiene la fuerza y la contundencia del soldado: «Que mi voz suba a los montes / y baje a la tierra y truene / eso pide mi garganta / desde ahora y desde siempre…».

Miguel Hernández, con sus poemas, dio a conocer al mundo la lucha que el pueblo español estaba librando contra la más feroz de las formas políticas que hasta entonces había adoptado la burguesía, el fascismo. Al poco tiempo del levantamiento fascista contra la República, Miguel Hernández se alistó como voluntario en el 5º Regimiento, formado por el PCE. Más tarde estuvo en la Primera Compañía del Cuartel General de Caballería, como comisario de Cultura del Batallón “El Campesino”.

Sus poemas eran recitados por él mismo en los frentes de lucha o por altavoces dirigidos contra las tropas enemigas o publicados en periódicos y hojas volantes. Colaboraba en revistas como El Mono Azul, Nueva Cultura, etc.

«Aunque te falten las armas,/ pueblo de cien mil poderes,/ no desfallezcan tus huesos, /castiga a quien te malhiere/ mientras te queden puños».

En 1939, el ejército fascista derrotó al ejército republicano, Miguel Hernández fue detenido, juzgado y condenado a la pena de muerte, que le fue conmutada por la de treinta años de prisión. Por su significación y popularidad tanto en el Estado español como a nivel internacional, destacados intelectuales al servicio del régimen fascista le visitaban regularmente, con el objetivo de hacer creer que había pasado a colaborar con el nuevo régimen, que aún fusilaba cada día a centenares de republicanos y antifascistas. Hernández rechazaba una y otra vez las proposiciones: «¡Que hayáis venido a verme para hacerme proposiciones deshonestas, como si Miguel Hernández fuese una puta barata…!».

A finales de 1941, debido al hambre y a las insalubres condiciones carcelarias contrajo una tuberculosis pulmonar. La pena de muerte que le había sido conmutada se le estaba aplicando de forma sutil. Murió en la cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942. Poco antes había escrito sus últimos versos:

«¡Adiós hermanos camaradas, amigos: despedidme del sol y de los trigos!»

«Miguel Hernández soldado del Pueblo».

«Sabedlo otra vez: nos importa más la muerte en la trinchera que la vida en vuestro régimen de cárcel»

«No hay hueso de trabajador que aún no esté condolido de los apaleos constantes a que le sometía el burgués por medio de los beneméritos verdugos»

Miguel Hernández

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