Relaciones entre fascistas antimarxistas
Cuando el rey campechano pidió dinero a Irán en 1977 para “salvar a España del marxismo”
En 1977, en un abracadabrante ejercicio de relaciones internacionales, el Rey emérito envió una carta al entonces sha de Persia, Reza Pahlevi en la que le pedía diez milloncejos de dólares. ¿Para comprarse un yate? ¡No! Para salvar a España de las hordas marxistas, y ya de paso colocar a su elegido, Adolfo Suárez, en el Palacio de la Moncloa. Con lo que no contaba Juan Carlos I era con que un ministro iraní se guardase la incómoda carta borbona y la acabase publicando en sus memorias, años después.
La carta que mostramos a continuación, en la que Juan Carlos I solicitaba ayuda económica al monarca iraní para para que la candidatura de Suárez venciese al socialismo de Felipe González y con ello “se refuerce la débil monarquía”, apareció por primera vez en el libro The Shah and I: The Confidential Diary of Iran’s Royal Court, 1968-77, escrita por Asadollah Alam, primer ministro persa entre 1962 y 1964 y confidente de Reza Pahlevi. En español, apareció en el libro del periodista Gregorio Morán Adolfo Suárez: ambición y destino (Debate, 2009).
Fechada el 22 de junio de 1977, escrita en francés, con la dirección y la despedida escritas a mano, había sido enviada desde La Zarzuela.
Mi querido hermano:
Para empezar quisiera decirte cuán inmensamente agradecido estoy por que hayas enviado a tu sobrino, el príncipe Shahram, a verme, facilitándome así una respuesta rápida a mi petición en un momento difícil para mi país.
Me gustaría a continuación informarte de la situación política en España y del desarrollo de la campaña de los partidos políticos, antes, durante y después de las elecciones.
Cuarenta años de un régimen totalmente personal han hecho muchas cosas que son buenas para el país pero al mismo tiempo dejaron a España con muy deficientes estructuras políticas, tanto como para suponer un enorme riesgo para el fortalecimiento de la monarquía. Después de los seis primeros meses de gobierno de Arias, que yo estuve igualmente obligado a heredar, en julio de 1976 designé a un hombre más joven, con menos compromisos, a quien yo conocía bien y que gozaba de mi plena confianza: Adolfo Suárez.
Desde aquel momento prometí solemnemente seguir el camino de la democracia, esforzándome siempre en ir un paso por delante de los acontecimientos a fin de prevenir una situación como la de Portugal que podría resultar aún más nefasta en este país mío.
La legalización de diversos partidos políticos les permitió participar libremente en la campaña electoral, elaborar su estrategia y emplear todos los medios de comunicación para su propaganda y la presentación de la imagen de sus líderes, al tiempo que se aseguraron un sólido soporte financiero. La derecha, asistida por la banca de España; el socialismo,por Willy Brandt, Venezuela y otros países socialistas europeos; los comunistas, por sus medios habituales.
Entretanto, el presidente Suárez, a quien yo confié firmemente la responsabilidad del gobierno, pudo participar en la campaña electoral sólo en los últimos ocho días, privado de las ventajas y oportunidades que expliqué ya anteriormente y de las que se pudieron beneficiar los otros partidos políticos.
A pesar de todo, solo, y con una organización apenas formada, financiado por préstamos a corto plazo de ciertos particulares, logró asegurar una victoria total y decisiva.
Al mismo tiempo, sin embargo, el partido socialista obtuvo un porcentaje de votos más alto de lo esperado, lo que supone una seria amenaza para la seguridad del país y para la estabilidad de la monarquía, ya que fuentes fidedignas me han informado que su partido es marxista. Cierta parte del electorado no es consciente de ello y los votan en la creencia de que con el socialismo España recibirá ayuda de algunos grandes países europeos, como Alemania, o en su defecto de países como Venezuela, para la reactivación de la economía española. Por esa razón es imperativo que Adolfo Suárez reestructure y consolide la coalición política centrista, creando un partido político que sirva de soporte a la monarquía y a la estabilidad de España.
Para lograrlo, el presidente Suárez claramente necesita más que nunca cualquier ayuda posible, ya sea de sus compañeros o de países amigos que buscan preservar la civilización occidental y las monarquías establecidas.
Por esta razón, mi querido hermano, me tomo la libertad de pedir tu apoyo en nombre del partido político del presidente Suárez, ahora en difícil coyuntura; las elecciones municipales se celebrarán dentro de seis meses y será ahí más que nada donde pondremos nuestro futuro en la balanza.
Por eso me tomo la libertad, con todos mis respetos, de someter a tu generosa consideración la posibilidad de conceder diez millones de dólares como tu contribución personal al fortalecimiento de la monarquía española.
En caso de que mi petición merezca tu aprobación, me tomo la libertad de recomendar la visita a Teherán de mi amigo personal Alexis Mardas, que tomará nota de tus instrucciones.
Con todo mi respeto y amistad.
Tu hermano, JUAN CARLOS
Cuando el dinero iraní no era malo
Según Gregorio Morán, el sha de Persia “debió quedarse literalmente perplejo ante el desparpajo y la bisoñez del Rey, y si bien respondió afirmativamente a la demanda, tuvo el buen cuidado de no hacerlo por carta”. El ministro del sha anotó en sus memorias, tras la reproducción de la misiva del soberano ibérico: “El Sha contestó a esta carta el 4 de julio de 1977. Está cariñosamente redactada, pero muestra una mayor precaución que la del rey de España.”
Años más tarde, en su libro Adolfo Suárez. Una tragedia griega, el periodista y editor García Abad escribió que “este dinero pedido por Juan Carlos, y generosamente donado por el emperador del Irán, llegó mucho más al palacio de la Zarzuela que al de la Moncloa”, y añadía (con una rotundidad de la que ya quisieran gozar algunos raperos): “El episodio hay que inscribirlo con más propiedad en el capítulo de la picaresca real que en el de la historia de UCD”
¿Y quién ganó las elecciones?
Tanto en las elecciones municipales de 1979, como en las generales del mismo año, la UCD de Adolfo Suarez se alzó con la victoria.
En el XXVIII Congreso del PSOE, celebrado en mayo de 1979, la mayoría de los delegados se opuso a la propuesta de la dirección de que para ganar las elecciones era necesario eliminar el marxismo de la definición del partido. El secretario general Felipe González y el resto del comité ejecutivo presentaron la dimisión, aunque en el Congreso Extraordinario celebrado en cuatro meses después, Felipe González fue aclamado por los delegados y la definición marxista del partido se suprimió.