Pluma, Pincel, Palabra. 1931-1939. Al servcio de la Cultura Popular
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«El laberinto mágico”, una novela imprescindible
Leer El Laberinto Mágico de Max Aub es descubrir las imágenes más profundas y humanas y lo que es más importante, verídicas, de nuestra historia más reciente. Cuando uno se introduce entre las rendijas de la historia, cuando se recuerdan los hechos acaecidos en aquellos años
duros de la guerra, es como si se estuviera viviendo junto a todos aquellos hombres y mujeres ─obreros, campesinos, intelectuales, demócratas…─, las grandes gestas de que fueron protagonistas. Te contagias de la acerada tranquilidad con la que gentes sencillas del pueblo se enfrentaron a los fascistas sublevados.
Te entusiasmas con las alegrías cotidianas de los que se enfrentaron a brazo partido a los que querían borrar para siempre la sonrisa de España; y hacer tuyas las razones que llevaron a aquellos hombres y mujeres sencillos a empuñar los fusiles: como aquel batallón de peluqueros, que al grito de ¡No Pasarán!, contuvieron en la Casa de Campo a las tropas moras que los duplicaban en número y armamento.
En el transcurso de toda la obra de Max Aub desfilan los diferentes personajes y partidos que conformaban la sociedad de aquellos años. A través de ellos se ven claramente reflejadas tanto las posiciones de clase como las contradicciones que condujeron al enfrentamiento de 1936 y al resultado final de la guerra. Recordar aquel retazo de la historia es como adentrarse de lleno en una época en la que las masas populares, los más humildes, los que siempre fueron reprimidos, pasaron a ser, por primera vez, los protagonistas de su propia historia, escribiendo con la sangre de sus mejores hijos las páginas más bellas y gloriosas.
«Hay que bajar hacia los puentes ─grita el obrero metalúrgico─, hacia los frentes, a pie, en camiones, en tranvías; todos, jóvenes, viejos, mujeres, ¡todos!… con armas, sin armas…»
Este era y fue durante toda la guerra el espíritu de la clase obrera; luchar, defenderse, resistir, porque eran conscientes del peligro que representaba el fascismo para los obreros del mundo, y había que derrotarlo, vencerlo costase lo que costase. Y durante tres años opusieron sus pechos generosos a la metralla enemiga; y durante muchos años combatieron en los montes y después han continuado fieles a la consigna que se hizo famosa enlos años de contienda de guerra y postguerra:
«¡resistir, con pan o sin pan, resistir al fascismo, hasta vencerlo!”
Todavía hoy resuena en nuestros oídos la voz de aquel viejo militante antifascista cuando iba a ser fusilado: «No importa si hoy nos han derrotado, habrá más batallas, y podemos estar seguros que la última la ganaremos nosotros…».