Pluma, Pincel, Plabra. 1931-1939. Al servicio de la Cultura Popular
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-Mi libro sobre España. Pablo Neruda
Del libro Confieso que he vivido
«Pasó el tiempo. La guerra comenzaba a perderse. Los poetas acompañaron al pueblo español en su lucha. Federico ya había sido asesinado en Granada. Miguel Hernández, de pastor de cabras se había transformado en verbo militante. Con uniforme de soldado recitaba sus versos en primera línea de fuego. Manuel Altolaguirre seguía con sus imprentas. Instaló una en pleno frente del Este, cerca de Gerona, en un viejo monasterio. Allí se imprimió de manera singular mi libro España en el corazón. Creo que pocos libros, en la historia extraña de tantos libros, hayan tenido tan curiosa gestación y destino.
Los soldados del frente aprendieron a preparar los tipos de imprenta. Pero entonces faltó el papel. Encontraron un viejo molino y allí decidieron fabricarlo. Extraña mezcla la que se elaboró, entre las bombas que caían, en medio de la batalla. De todo le echaban al molino, desde una bandera del enemigo hasta la túnica ensangrentada de un soldado moro. A pesar de los insólitos materiales, y de la total inexperiencia de los fabricantes, el papel quedó muy hermoso. Los pocos ejemplares que de ese libro se conservan asombran por la tipografía y por los pliegos de misteriosa manufactura. Años después vi un ejemplar de esa edición en Washington, en la biblioteca del Congreso, colocado en una vitrina como uno de los libros más raros de nuestro tiempo.
…Con esas filas que marchaban al destierro iban los sobrevivientes del Ejército del Este, entre ellos, Manuel Altolaguirre y los soldados que hicieron el papel e imprimieron España en el corazón.
Mi libro era el orgullo de esos hombres que habían trabajado mi poesía en un desafío a la muerte. Supe que muchos habían preferido acarrear sacos con los ejemplares impresos antes que sus propios alimentos y ropas. La inmensa columna que caminaba rumbo al destierro fue bombardeada cientos de veces. Cayeron muchos soldados y se desparramaron los libros por la carretera. Más allá de la frontera trataron brutalmente a los españoles que llegaban del exilio. En una hoguera fueron inmolados los últimos ejemplares de aquel libro ardiente que nació y murió en plena batalla.
Miguel Hernández buscó refugio en la embajada de Chile, que durante la guerra había prestado asilo a la enorme cantidad de cuatro mil franquistas. El embajador en ese entonces, Carlos Morla Lynch, le negó el asilo al gran poeta, aun cuando se decía su amigo. Pocos días después lo detuvieron, lo encarcelaron. Murió de tuberculosis en su calabozo, tres años más tarde. El ruiseñor no soportó el cautiverio.
Mi función consular había terminado. Por mi participación en la defensa de la República española, el gobierno de Chile decidió alejarme de mi cargo.»
-Cartel de Bardasano. “Niños, hoy hombres del mañana”.
-Cartel de Fergui. “Ingresad en las milicias gallegas”.
«Conviene que haga una pequeña aclaración. Yo no soy comunista. No sé si tengo condiciones para serlo. No sé si pesan sobre mis prejuicios adquiridos en la infancia y en la lectura de libros venenosos… Pero llamándome modestamente republicano, puedo afirmar que tengo un espíritu abierto, dispuesto a todo sin pedir nada, y que en mi viaje a la URSS he adquirido la convicción de que allí se está engendrando una nueva vida que ha de ser el modelo de los demás pueblos del mundo». (Castelao).
-Bombardeo de Lleida en 1937 y las fotos de Agustí Centelles.