Torturas:
Mikel Soto, torturado
La revista en euskera Argia ha publicado una entrevista a Mikel Soto.
La entrevista está dividida en tres partes: la primera habla de su trabajo como editor (lo dejó el pasado verano tras 13 años en Txalaparta porque «el director (…) propuso algunos cambios y yo no me veía ahí»); en la segunda, Danele le pregunta por su paso por comisaría, la tortura sufrida y los años en la cárcel. Finalmente, hablan de cómo está el país.
A mí me ha impactado lo que cuenta sobre la tortura y el proceso restaurativo posterior.
-Danele Sarriugarte.- Fuiste detenido en el año 2002. ¿Cuál fue tu caso?
Mikel Soto.- Detuvieron a unos amigos; ellos eran militantes de ETA. Después nos detuvieron a nosotros, a mí y a mi novia de entonces, Ainara Gorostiaga. Estando en comisaría, nos dieron una paliza tremenda. No llegué a pasar ni los cinco días allí, porque al tercero el forense me sacó hecho un cristo y me llevaron al hospital. Pasé en el hospital más de una semana; en total, unos once días incomunicado. Nos detuvieron por colaboración con banda armada, pero cuando me llevaron a declarar la acusación ya no era por colaboración, no era por pertenencia, sino por asesinato: el de José Javier Múgica, concejal de Leitza. Hasta aquel momento yo no había oído nada al respecto, ni en el interrogatorio, ni en ninguna parte. Pero a Ainara le hicieron las de dios y ella declaró eso, que lo habíamos hecho nosotros.
Por tanto, estuvimos en la cárcel por ser miembros de ETA y por haber asesinado a un concejal. Normalmente, no puedes estar más de dos años sin juicio, pasaba, que tras dos años, había una firma y nos tirábamos otros dos años más, en total cuatro años sin juicio. A nosotros, en cambio, tras esos dos años, nos dejaron en libertad. Fue algo muy sorprendente. Cuando nos volvieron a citar para que declarásemos, nos dijeron que hacía tiempo que sabían que no habíamos sido nosotros, porque apareció cierta documentación en una casa de Francia donde quedaba claro que no lo matamos nosotros. Cuando soltaron a Ainara hubo un gran revuelo, porque la pregunta era muy evidente: si no han matado a este concejal, ¿qué es lo que les hicieron para que confesaran? Ibarretxe se hizo esta pregunta, muchas otras personas también, y hubo un gran revuelo, la verdad. Llegamos a juicio y nos propusieron, tal y como se dice en castellano, lo comido por lo servido (en el original aparece tal cual). Tras hablar con el abogado, aceptamos.
-Danele Sarriugarte.- ¿Qué huellas deja eso en una persona?
Mikel Soto.- Para mí hay dos huellas diferentes: una cosa es la cárcel y otra distinta la comisaría. Sobre la cárcel, con todo lo que puede ser, y a nosotros además nos tocó una época dura, el final de la segunda legislatura de Aznar, no tengo un recuerdo tan malo. Estuve con colegas y, en algunas cosas, me pareció que fue algo que me sirvió para madurar tanto personal como políticamente.
La tortura es diferente, es algo que no le deseo a nadie. Te pone en contacto con los límites de la vida y es una experiencia límite. Hice mi terapia posterior y creo que tengo esta experiencia bastante bien situada y que no tengo problemas para hablar de ello.
-Danele Sarriugarte.- Entonces, ¿puede uno recuperarse, restaurarse?
Mikel Soto.- Sí, debería hacerlo. Yo hice una terapia cuyo objetivo era, contado de manera muy simple, rehacer las comunicaciones neuronales; esto es, dicho de manera un tanto cruda, que cuando tú te acuerdes de la tortura, no recuerdes cómo te sentiste, sino qué es lo que pasó. Y es verdad que muchas veces cuando te acuerdas de algo recuerdas cómo te sentiste. Y puede pasar que yo ahora te dé un tortazo y que tú te sientas humillada, etcétera, etcétera. Pero lo que ha sucedido es que yo te he dado un tortazo. Y entonces era lo que intentábamos hacer. Y yo diría que cuando ahora me acerco, lo recuerdo de manera diferente. Es verdad que cuando te acuerdas no recuerdas un tortazo: te acuerdas de estar atado en el suelo, un tipo aplastándote, otro golpeándote los testículos… Algo muy duro. Pero es distinto recordar el hecho en sí o los sentimientos.