Paco Cela Seoane, el 28 de abril, libertad.
Del libro de sus relatos históricos “Aún me sigue enamorando aquel invencible grito”
Capítulo I
Mi incorporación a la lucha, al igual que la de otros muchos revolucionarios, fue relativamente sencilla. Casi bastaba con dejarse llevar por el ascenso de aquella ola revolucionaria gigantesca. Te puedo decir que mi generación tuvo la inmensa fortuna de poder galopar esa ola tremenda. Incluso, en determinados momentos, tenías la vivísima sensación de que era inminente tomar el cielo por asalto.
Imagínate, ver al imperialismo mordiendo el polvo en Corea, en Vietnam, en el Irán de la revolución islámica. Ver la pujanza de los Movimientos de Liberación Nacional en África: Argelia, el Congo, Angola, Mozambique… y la épica de la Resistencia Palestina. Ver el grito libertario que estremeció América Latina con el ascenso fulgurante de las Guerrillas en El Salvador, Colombia, Guatemala. Ver la marea de optimismo y entusiasmo que desató la victoria del Frente Sandinista en Nicaragua. Además del extraordinario ejemplo de internacionalismo proletario, de coherencia y consecuencia revolucionaria que nos legó Ernesto Che Guevara.
Y a la par, el feroz golpe militar de Pinochet en Chile, que tendría continuación en los posteriores de Argentina y Uruguay y que echó por tierra aquella quimera del tránsito pacífico del capitalismo al socialismo. Malos tiempos para el oportunismo que aún se vuelven más oscuros cuando la Revolución Cultural Proletaria en china llama al combate sin cuartel contra el revisionismo.
Marea que alcanza a la Vieja Europa por la década de los 60 del siglo pasado, sobre todo, a partir del clamoroso fracaso del tan glorificado mayo del 68. En Italia, en Francia, en Alemania… va ir surgiendo un movimiento obrero de nuevo cuño que rompe decididamente con el oportunismo y el revisionismo de la socialdemocracia, de los sindicatos y los PC eurocomunistas. Paso a paso, se van elaborando nuevos métodos de lucha y organización que le van a permitir a ese movimiento obrero enfrentar al Estado con garantías de éxito.
Por todas partes se multiplican las huelgas obreras y las movilizaciones populares, la ocupación de fábricas y universidades, crecen como los hongos los movimientos vecinales, las luchas contra los desahucios, las Asambleas de Parados, la expropiación de alimentos en las grandes superficies… De igual forma que la desobediencia civil se va extendiendo por los barrios populares que se niegan a pagar la luz, la contribución, los alquileres abusivos, los impuestos, etc. etc.
También, claro, también se va a dar, y con brutal dureza, los choques con las fuerzas represivas, que van a ir dejando una estela interminable de obreros, estudiantes y manifestantes abatidos por las balas asesinas de los uniformados.
A la vez que proliferaban todo tipo de bandas fascistas y escuadrones de la muerte que actúan con absoluta impunidad. Dan palizas, secuestran y asesinan a líderes obreros y populares, revientan manifestaciones, ametrallan locales del movimiento popular e, incluso, en lo que sería conocido como “La estrategia de la tensión” ponen bombas como, por ejemplo, en la Estación de Ferrocarril de Bolonia con cerca de un centenar de civiles muertos. Se trataba de frenar la extraordinaria pujanza de ese movimiento obrero y popular sembrando, lisa y llanamente, el terror por todas partes.
Y, sin embargo, toda esa represión en tromba, lejos de contener y frenar, espolea a ese Movimiento de Resistencia que, como incontenible riada, desborda y sobrepasa todos los cauces del sistema. Es ahí, en ese agudo ciclo de la lucha de clases y en el seno de ese movimiento obrero y popular, de donde van a surgir organizaciones revolucionarias como la RAF, en Alemania o las Brigadas Rojas en Italia.
(Continuará)…