“Aún me sigue enamorando aquel invencible grito”
Paco Cela Seoane
Capítulo VII
Cada vez que oigo la cantinela de “la modélica y pacífica Transición Democrática española”, te digo que me da la risa floja. Claro, hombre, claro y Vallekas es puerto de mar y allí si hay playa. De verdad que hay que tener bemoles para llamar Democracia al engendró que salió de tan descomunal Estafa Política.
Una Reforma Política que la puso en marcha, la dirigió y controló, desde el principio al fin, el propio Régimen Franquista. Y al frente, pilotándola para asegurar “que todo había quedado atado y bien atado”, pusieron al mismo que Franco había designado como su sucesor a la Jefatura del Estado, más conocido por el movimiento popular como “Juan Carlos, el corto”, dado que todo el mundo daba por hecho que se iba a proclamar la República.
Y como a la fuerza ahorcan, al verse sin legitimidad y sin base social, al comprobar que los viejos métodos fascistas de dominación se habían convertido en tratos inútiles e inservibles frente a un tan combativo movimiento de masas revolucionario y ante el riesgo de colapso de todo el edificio, el Régimen franquista se vio forzado a cambiar algo para que nada cambiase.
Pero para que tamaña Estafa política tuviese alguna posibilidad de éxito, lo primero era evitar que ese movimiento de masas revolucionario hiciese saltar por los aires los últimos diques de contención que mal que bien aún aguantaban en pie.
Así desataron una Marejada de Terror que fue especialmente intensa y dura en los años 1976, 1977 y 1978. Las cloacas del Estado soltaron en manada a los cachorros fascistas de Cristo Rey que cometieron impunemente todo tipo de tropelías y atacaron con saña a todo lo que oliese a rojo, dejando un reguero de muertos y heridos por arma de fuego y arma blanca.
Los escuadrones de la Muerte del Batallón Vasco Español, y otras organizaciones parapoliciales similares se mostraron sumamente activos. En Madrid, secuestraron a la dirigente estudiantil Yolanda González y tras torturarla y violarla la asesinaron con dos tiros en la cabeza. Pusieron una bomba en la revista El Papus matando a un trabajador. Colocaron otras en ikastolas, locales y bares de la Izquierda Abertzale provocando más muertos. En el Sur de Francia, atentaron contra refugiados políticos vascos, entre ellos Argala (Miguel Bañarán). Una Guerra Sucia en la que también serían asesinados, en París, el presidente del Partido Comunista de España (reconstituido) -PCE(r)- Martín Eizaguirre y el militante del mismo Partido, Aurelio Fernández. La actuación de estos grupos dejarían un balance de más de 40 muertos.
Por otra parte, en múltiples ocasiones los “grises” abrieron fuego real contra los manifestantes bajo la peregrina excusa de que habían disparado al aire para repeler presuntas agresiones. En muchos periódicos y revistas, de forma sarcástica, se veía en las viñetas a policías disparando al aire que mataban o herían de bala a manifestantes que tenían alas y volaban.
De la misma forma, los controles de carretera de la Guardia Civil, sobre todo, en Euskal Herria, se convirtieron en verdaderas trampas mortales que van a dejar un goteo incesante de muertos y heridos. Y las impresionantes manifestaciones, movilizaciones y concentraciones de las semanas Pro-Amnistía de 1977, van a ser reprimidas con sádica saña criminal que se salda con una decena de muertos e incontables heridos.
Al año siguiente, en 1978, las Fuerzas Represivas van a convertir los San Fermines en una operación de castigo sangrienta. Por los aparatos de radio los mandos policiales impartían la consigna: “Preparar todas las bocachas y tirar con todas las energías y lo más fuerte que podáis. No os importe matar”. El resultado, el joven militante de LKI, Germán Rodríguez cae fulminado por una ráfaga de metralleta y más de cien heridos son atendidos en los hospitales.
Y, a pesar de ello, crece y se extiende la revuelta en repulsa por lo ocurrido. El 9 de Julio, en Donostia, los “grises” matan a Joseba Barandiaran. La huelga general alcanza tal dimensión que Martín Villa, Ministro de Interior en aquel momento, amenaza: si en 24 horas no cesan las protestas intervendrá el Ejército.
Ese mismo año de 1978, el joven militante anarquista Agustín Rueda muere tirado como un perro en una celda de castigo de la cárcel de Carabanchel, tras recibir una bestial paliza por parte de los carceleros. Y en la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol, en Madrid, fallece bajo la tortura sufrida el militante del PCE(r), España Vivas. Lo mismo que va a ocurrir en 1981, con el militante de ETA Militar, Joseba Arregui.
No obstante, en ese año de 1977, ocurren dos sucesos que no van a dejar lugar a la duda acerca del alcance de los límites de la “Transición Democrática” Uno es el asesinato de los cinco abogados laboralistas. Madrid en pleno se echa a la calle para despedir los féretros en una impresionante demostración de duelo. Pero el mensaje ha sido recibido por el PCE. Esa Semana Santa es legalizado y su Comité Central, con Carrillo a la cabeza, comparece en rueda de prensa para manifestar que el PCE reconoce y hace suya la bandera fascista y que implícitamente acepta la Monarquía. Esa noche, muchos, muchísimos militantes, comunistas de base honrados, que habían sufrido tortura, cárcel y exilio, lloraron amargamente tamaña felonía y, después de una vida entera en las filas del Partido, rompieron sus carnets.
El otro sucede en Gasteiz un 3 de Marzo de 1976. Numerosos conflictos laborales desembocan en una Huelga General. Cinco mil obreros se concentraron en una Iglesia para celebrar una Asamblea. Los “grises” entran en el recinto y lanzan incontables botes de humo y gases lacrimógenos. Cuando el aire se hace irrespirable y los obreros intentan ganar la calle, lisa y llanamente son ametrallados. El saldo: cinco obreros muertos y más de treinta heridos de bala.
Con estas dos masacres, el Régimen viene a poner blanco sobre negro:
Prohibido tocarle ni un solo pelo a las Grandes Familias Oligárquicas cebadas y enriquecidas gracias al Caudillo de la Una, Grande y Libre.
Prohibido tocarle ni un solo pelo a la Iglesia Católica, poder fáctico donde los hay de la España Eterna de: Por Dios, la Patria y el Rey, que fue el sustento espiritual y legitimador de la Santa Cruzada contra los rojos, los separatistas, los herejes y los masones.
Prohibido tocarle un solo pelo ni a una sola de las estructuras del Estado Fascista. El Glorioso Ejército del Alzamiento Nacional permanece intacto e intocable, con los Generales que participaron en el Golpe de Estado de 1936, en la sarracina de la Guerra Civil y el genocidio de la postguerra al mando. Eso sí, en la flamante y recién estrenada Democracia se convierten en los garantes máximos y últimos de la Unidad de España y de las libertades de todos los españoles de bien.
Prohibido tocarle ni un solo pelo al poder judicial. Los fascistas con toga que habían dictado a granel sentencias de muerte, que habían amparado la tortura y encarcelado a miles y miles de luchadores antifascistas, a sindicalistas, a obreros, a estudiantes, son los mismos que van a seguir impartiendo “justicia” en Democracia. Los jueces y fiscales del Tribunal de Orden Público franquista son exactamente los mismos que van a conformar la Audiencia Nacional. Y el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional se convierte en refugio de fascistas con Toga.
Prohibido tocarle ni un solo pelo a la Policía Armada (los “grises”), que lo único que cambia es el color del uniforme. Lo que ni siquiera ocurre con la Guardia Civil.
Prohibido tocarle ni un solo pelo a la plantilla de torturadores y criminales de la Brigada Político Social, que en la Democracia van a ser promocionados y ascendidos, ocupando los puestos claves en los distintos organismos policiales de la Lucha Antiterrorista.
Por cierto, una de las mejores descripciones gráficas acerca de en qué consiste la nueva “democracia” la hizo uno de esos torturadores. Me contó un camarada, que ya había sido detenido y torturado en pleno franquismo, que cuando lo detuvieron de nuevo en 1977, se encontró con el mismo torturador, quien le dijo algo así como: hombre, tú de nuevo por aquí. Pero tranquilo que las cosas han cambiado. ¿Ves la guía de teléfono con la que te sacudí la vez anterior? Pues mira lo que hago con ella. Y la tiró a la papelera. Salió de la sala de interrogatorios y al cabo de media hora volvió, abrió la puerta y exclamó ¡Tachín! ¡He aquí mi nueva herramienta de trabajo! Y en la mano blandía un reluciente ejemplar de la Constitución española. Chapó, nada que añadir.
En definitiva, se decreta la Amnesia. Se ordena el olvido. Se hace obligatorio no levantar la vista más allá de un palmo del suelo. Más que vergonzoso, vomitivo. Amnistiar el crimen, el asesinato, el terrorismo de Estado.
Amnistiar a los torturadores. Amnistiar a tanto falangista, a tantos fascistas y a tantos canallas que esparcieron por las cunetas a cientos y miles de desaparecidos. Amnistiar a los responsables de los asesinatos de los obreros de Granada, de Ferrol, de Gasteiz… Amnistiar a los verdugos que exterminaron a los maquis. Amnistiar la ignominia, la tropelía, el robo, el saqueo…
Un viejo militante del PCE, que sufrió tortura y cárcel, asqueado me confesaba: cierto que a los maquis los asesinó el franquismo. Pero con esta Amnistía son sus propios camaradas del PCE quienes los rematan y los entierran en la atroz fosa del olvido. ¡Qué vergüenza!
Y qué curioso que los grandes medios de comunicación, los pro-hombres de la izquierda “culta y sensata”, los intelectuales y catedráticos de estómago agradecido hablen siempre de la gran “generosidad”, de una Transición que puso en libertad a todos presos políticos ocultando que los presos de los GRAPO que habían secuestrado al oligarca Oriol y al Teniente General Villaescusa para exigir, precisamente, la Amnistía Total, fueron excluidos de ella y cumplieron íntegramente sus condenas.
Y no menos curioso resulta que jamás hablen de la Auto-Amnistía que se concedió a sí mismo el régimen franquista para no tener que rendir cuentas ni de uno solo de los crímenes de guerra y del genocidio cometido a lo largo y ancho de los cuarenta años de su existencia. Probablemente se deba a su memoria de pez.
(CONTINUARÁ…)